4/27/2013

El ecofeminismo





El ecofeminismo como concepto fue nombrado por primera vez a finales de 1970 por François D'eaubonne, una socióloga francesa que lo define como la crítica a modernidad desde el feminismo y el ecologismo, estableciendo la conexión ideológica que existe entre la explotación de la Naturaleza y la de las mujeres al interior del sistema jerárquico-patriarcal.


La modernidad se inicia con el orden que impone la caza de brujas, esa complicidad perpetrada entre el poder religioso, el político y el académico, donde quedan redefinidos el papel de las mujeres en la familia o en el convento, y el de la Naturaleza, dominada por el espíritu científico de los Hombres. Por eso las mujeres, al igual que los indígenas, y los negros pasan a ser "naturaleza" quedando fuera de la "cultura".

Las proyecciones de la percepción humana sobre el mundo exterior, determinan la visión que define lo que es "naturaleza" y la postura ideológica a partir de la cual se crea la "cultura" . El orden pre-patriarcal, y aún hoy aquellas culturas que se piensan como parte de el universo, conciben la naturaleza como una Madre, la Madre tierra, Pachamama nutricia y próspera, fuente de abundancia y multiplicación. Pero para la cultura patriarcal, que desde hace 6000 años ha borrado el principio femenino de la creación y la regeneración y se lo ha apropiado el Dios-Padre, la Naturaleza se ha convertido en fuerzas caóticas y descontroladas, salvajes y amenazantes, que necesitan de un "orden" y un control que viene con la "cultura".

Así, la violencia patriarcal asumida como cultura se torna como necesaria para "controlar" y poner "orden" a las fuerzas regenerativas de la Naturaleza y de las mujeres. 

Las implicancias directas de estas visiones filosóficas que vuelven al hombre "cultura" y lo enfrentan a la "naturaleza", recaen directamente sobre las mujeres que por ser las garantes del alimento, el agua y la salud son las primeras víctimas del desequilibrio ecológico, y las primeras en organizarse para resolver los conflictos.



Ecofeminismo, por Jordi Bigues


El ecofeminismo es una convergencia entre los movimientos ecológicos, el feminismo y la espiritualidad femenina. Así define esta corriente de pensamiento la Women's Environmental Network, la red de mujeres ambientalistas. Esta organización informa y capacita a las mujeres británicas interesadas en incorporarse al movimiento ecológico sin someterse a los dictados masculinos de múltiples grupos que reproducen estilos competitivos en su práctica organizativa. 

Recordar que las mujeres constituyen más de la mitad de la población podría parecer innecesario si no observamos que, en general, los grupos de activistas ambientales no incorporan las energías femeninas. Los horarios de reunión, la disponibilidad al tener que hacer frente a las tareas domésticas, no tienen en cuenta la condición femenina. Muchos ecologistas revolucionarios pueden asistir a manifestaciones porque una mujer les ha planchado la camisa. Pero el ecofeminismo es algo más que una tendencia defensiva frente al arrollador machismo que todo lo invade. 
Además de constituir la mitad del cielo, las mujeres del Norte están sometidas al consumismo que las hace desmerecedoras de una posición social sino compran la belleza estereotipada por la moda, llenan el frigorífico, condimentan los alimentos, mantienen el orden doméstico, cuidan los pequeños, mayores y enfermos. Muchas de estas actividades no remuneradas ni compartidas en el seno familiar. En el Sur controlan todas las fases del ciclo alimentario. En América latina y Asia las mujeres producen más del 50% de los alimentos disponibles y en África casi el 80% además de encargarse de proveerse de agua potable y leña. A cambio disponen del 1% de la propiedad y tienen cerrado el acceso a créditos, ayudas, educación y cultura. Por este motivo diferentes movimientos ecológicos protagonizados por mujeres han dado luz al llamado ecofeminismo de los pobres. Porque, además, la pobreza cada vez tiene mas rostro de mujer. 

Entre estos movimientos del Tercer Mundo se han dado a conocer el movimiento Chipko de la India y el Movimiento del Cinturón Verde de Kenia, difundido el primero por Vandana Shiva, una embajadora internacional del ecofeminismo y Wangari Maathai, ambas premios Nobel alternativos como la fallecida Petra Kelly (1947-1992) fundadora de Los Verdes y difusora incansable por un mundo justo pacífico y ecofeminista. La activista antinuclear fue autora de diversos escritos recogidos en su libro Pensar con el Corazón.




La primera voz

En el terreno del pensamiento, las ecofeministas no han dejado de reivindicar a Rachael Carson como "La primera voz". En su libro la Primavera Silenciosa, del que muchos hablan y pocos han podido leer, denunció que los avances tecnológicos estaban precipitando una crisis ecológica. Este libro, publicado en Estados Unidos en 1962 marcó un nuevo camino y fue un arrebato de campanas frente al riesgo que la agroquímica industrial pudiera dar a luz a una primavera silenciosa sin el canto de pájaros e insectos. 

En Estados Unidos Lois Marie Gibb encabezó una larga campaña para demostrar las fisuras del depósito mas grande de dioxinas del mundo. La campaña de Love Canal (Nueva York) consiguió que 240 familias fueran evacuadas en 1978 y la zona fuera declarada Área Federal de Desastre. La compañía Hooker Chemicals había vendido en 1953 el vertedero al Consejo Local de Educación por un dólar a cambio de que la compañía fuera absuelta de cualquier responsabilidad futura. Estas dos mujeres son el símbolo de la conciencia ambiental crítica en Norteamérica.

El ecofeminismo tiene sus detractoras. Por un lado es un concepto dinámico en desarrollo. Las tendencias marcan un ecofeminismo de la diferencia, basado en la idea de que la ecología se define como la interdependencia de toda la vida sobre la Tierra y el feminismo la expresión del sentido femenino. Como el impulso esencial del Principio Femenino es esforzarse hacia el equilibrio y la interdependencia, feminismo y ecología están conectados de forma inextricable. Otras ecofeministas han reaccionado ante los peligros inherentes a semejante estrategia negándose a elegir entre características "femeninas" y "masculinas", optando por una feminización integradora. A estas segundas las llaman "descontructivas" por su intento de combatir el dualismo que informa la cultura Occidental y el feminismo de la diferencia. 

Andrew Dobson, autor del libro Pensamiento político Verde (Editorial Paidós) sintetiza el ecofeminismo de la diferencia con tres ideas esenciales. La primera es la constatación de modos de comportamiento que son principalmente femeninos. La creencia de que esas características tienen raíces biológicas está expuesta a ser tachada de esencialismo si se vinculan de forma inalterable a uno u otro género y si cualquier posibilidad de asumir valores femeninos está vedada a los varones. Al pedir que los rasgos femeninos sean revalorizados, estas ecofeministas no exigen necesariamente que los rasgos masculinos destructivos sean eliminados y busquen un supuesto equilibrio entre los dos. 

La segunda idea es que la dominación de la naturaleza está relacionada con la dominación de la mujer. La tercera que envuelve a las dos anteriores afirma que las mujeres, por el hecho de serlo, están más cerca de la naturaleza que los hombres. En todo caso, estas ideas son muy valiosas para empezar a andar. 

En lugar de la racionalidad masculina o femenina, estas ecofeministas proponen una racionalidad ecológica, ¿Qué significa esto y cómo se llevará a cabo? Aunque no tengamos la respuesta, lo único seguro es que no existirá racionalidad ecológica sin las mujeres.




El eco y los ecos




El prefijo Eco tiene buena prensa. Incluso llega a hacerse empalagoso. Procedente del griego "oikos", este prefijo acompaña a disciplinas como economía y ecología, pero el movimiento ecológico lo añade a todas las disciplinas y actividades cuando incorpora una nueva visión de la filosofía, el urbanismo o corrientes de pensamiento, por poner tres ejemplos. Tal es el caso de la ecofilosofía, el ecourbanismo o el ecofeminismo. Al parecer, la primera mujer que lo utilizó fue la escritora francesa Francoise d'Eaubonne en 1974 para describir el potencial femenino de producir un cambio efectivo en la protección del medio ambiente. JB

La feminización del desarrollo sostenible

La principal aportación de la mujer a un nuevo modelo de desarrollo integral se basa en la aproximación femenina al concepto de sostenibilidad. La gestión biológica de la especie capacita a la mujer, de manera muy espacial, para una mejor gestión de los recursos y, sobretodo, por la aceptación de la complejidad frente a la tradicional visión masculina que asocia complejidad a desbarajuste. Las mujeres hacen que lo complejo no sea necesariamente complicado. 

Modelo femenino : Acepta la diversidad, acepta la complejidad, pone le énfasis en la gestión, tiene sentido de la realidad.

Nuevas visiones del mundo: Física relativista, matemática del caos, principio de incertidumbre, valoración de la complejidad

Modelo masculino: Es uniformizador, es simplificador, se centra en la competencia, tiene un sentido épico de la realidad.

El movimiento Chipko

Para oponerse a la deforestación en el Estado Indio de Uttar Pradesh nació, en los años setenta un movimiento llamado Chipko protagonizado por mujeres. En hindi 'Chipko' significa abrazar y se le dio ese nombre porque las mujeres se abrazaban a los árboles para evitar que fueran cortados. Los aldeanos se oponían al corte comercial de los bosques vírgenes, comunales y a las restricciones de acceso que se les impusieron. El movimiento tenía sus raíces en la filosofía de Ghandi basada en la resistencia no-violenta. La campaña tuvo sus éxitos iniciales que culminaron en 1980 con el gobierno indio dando su aprobación de una moratoria de quince años a la tala de árboles de bosques del Himalaya. El movimiento inició una campaña masiva de plantación de árboles. El lema del movimiento es que los bosques cuidan el suelo, el agua y el aire puro. Este mensaje se extendió a Karnatka, Rajasthan y Orissa además de todo el mundo gracias a los escritos de Vandanha Shiva. 
Jordi Bigues.


(artículo de Miriam Libertad)

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