Carlos Bonfil
Escena de la cinta del realizador inglés Peter StricklandFoto cortesía de la Cineteca Nacional
Años
70. Gilderoy (Toby Jones), un ingeniero de sonido británico,
increíblemente retraído y con un fuerte complejo de Edipo, se ve
atrapado en uno de los más sórdidos estudios de sonido en Italia,
especializado en la post-producción de películas con mezcla de thriller, gore y erotismo, al estilo de Mario Bava o de Darío Argento.
Lo interesante es la manera en que lejos de parodiar una cinta de ese género de horror, Strickland se concentra en la fascinante producción de efectos sonoros (trituración de una sandía para simular la faena de destazar un cuerpo, chisporroteos de aceite hirviendo en un sartén, roces metálicos y una gran variedad de verduras) que manejadas con pericia producen sonidos insólitos.
Gilderoy
es un todo un maestro en el asunto, pero su aventura personal se
asemeja a las tortuosas peripecias que viven los protagonistas de la
cinta para la que trabaja.
La película de Strickland es, ni duda cabe, desconcertante. Tiene algo de bluff para los aficionados incondicionales del gore y de ese giallo italiano que tanto éxito tuvo en las viejas carteleras, algo también de tributo cinéfilo a una manera artesanal de sortear los costos de producción y crear efectos que luego se generarían por computadora, y sobre todo una novedosa exploración del sonido y sus múltiples posibilidades dramáticas.
La trama dejará frío a más de un espectador con sus vericuetos caprichosos y sus diabólicas venganzas. Quedan como plato fuerte las alucinaciones de Gilderoy, los exabruptos del director Santini (Antonio Mancino), y ese inquietante paseo al filo de la realidad y la fantasía que finalmente sí remite al lenguaje tira cómica de aquel cine de horror italiano de los años 70 y 80.
Se exhibe en la Cineteca Nacional, sala 1: 12:00 16:30 21:00 horas.
La película de Strickland es, ni duda cabe, desconcertante. Tiene algo de bluff para los aficionados incondicionales del gore y de ese giallo italiano que tanto éxito tuvo en las viejas carteleras, algo también de tributo cinéfilo a una manera artesanal de sortear los costos de producción y crear efectos que luego se generarían por computadora, y sobre todo una novedosa exploración del sonido y sus múltiples posibilidades dramáticas.
La trama dejará frío a más de un espectador con sus vericuetos caprichosos y sus diabólicas venganzas. Quedan como plato fuerte las alucinaciones de Gilderoy, los exabruptos del director Santini (Antonio Mancino), y ese inquietante paseo al filo de la realidad y la fantasía que finalmente sí remite al lenguaje tira cómica de aquel cine de horror italiano de los años 70 y 80.
Se exhibe en la Cineteca Nacional, sala 1: 12:00 16:30 21:00 horas.
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