Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
Apenas este lunes se celebró el Día Mundial de la no Violencia contra las Mujeres. En México no pudimos festejar. Hemos hecho muy poco. Nada de que presumir. Mucho de que avergonzarnos. Parece, en cambio, que estuviéramos empeñados en imponer cada año nuevos y oprobiosos récords en materia de agravios y crímenes hacia quienes debieran ser felices compañeras de viaje.
Según la ONU, la violencia contra las mujeres en este país tiene dimensiones ya no de epidemia, sino de pandemia: 36 mil feminicidios de 1985 a la fecha; uno de cada cuatro en tan sólo cinco municipios como Ciudad Juárez, Chihuahua, Tijuana, Culiacán y Ecatepec. Todos ellos en estados con penas muy diversas para este crimen de género. Hay todavía 10 entidades en donde no se tipifica el feminicidio y media docena en las que robarse una vaca es delito mucho más grave que golpear a una mujer.
Desde luego que no son desdeñables los esfuerzos recientes para dotarnos de una Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que acaba de ser adicionada y reforzada. Sin embargo, urge que sea homologada con las leyes de todos los estados y con los protocolos de los organismos internacionales. Tampoco pueden menospreciarse las medidas recién anunciadas por el propio gobierno federal, que incluyen la edificación de toda una Ciudad Mujer, como un proyecto “para la atención integral de las mujeres; donde recibirán atención, asesoría y el apoyo necesarios para salir adelante y construir vidas libres de violencia”. Además, centros de justicia, proyectos productivos, mecanismos de investigación y hasta la construcción de un “cuarto rosa” en cada vivienda popular “para que las hijas de familia no tengan que compartir cuarto con hombres y así evitar riesgos de abusos”.
Por supuesto que todo eso está muy bien. Pero habita en la nube virtual de las promesas y falta bajarlo al territorio comanche en que hemos convertido a este país, sobre todo para las mujeres. Los datos son abrumadores: según la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, de Gobernación, durante el gobierno calderonista más de 8 mil fueron asesinadas de manera violenta, lo que nos da la mayor tasa de feminicidios en todo el continente: 6.4 por día. Lo grave es que tan sólo en lo que va del actual gobierno, y según datos de Amnistía Internacional, hemos rebasado ya los 2 mil asesinatos contra mujeres y la cifra crece cada día; añádanse 7 mil violaciones también al alza. Crímenes que tal vez podrían explicarse por un dato igualmente aterrador: sólo en 5% de los casos hay un responsable tras las rejas. De tal suerte que en este país la impunidad sigue siendo la hedionda cobija protectora de todos los delitos.
Para reconfirmar —por si hiciera falta— la gravedad del escenario, el INEGI informa que 63% de mujeres mayores de 15 años “han padecido algún incidente de violencia, ya sea por parte de su pareja en el matrimonio o en el noviazgo”. A propósito, según la Encuesta Nacional sobre el Noviazgo, realizada por el Instituto Mexicano de la Juventud, 61 de cada cien jóvenes entre 15 y 24 años son violentadas por sus parejas y forzadas a tener relaciones sexuales con sus novios. El machismo prevaleciente hace que las consideren no como sujetos, sino objetos de su propiedad a los que pueden violar, golpear y a veces matar.
La situación ha llegado a tal extremo que la Segob habilitó una línea de atención telefónica (01 800 422 52 56) en la que las mujeres violentadas podrán recibir apoyo del gobierno. Sigue estando muy bien. Lo que sigue faltando es una estrategia integral no sólo para la prevención y atención, sino para la construcción de toda una cultura de respeto, aprecio y reconocimiento hacia las mujeres en el hogar, las escuelas y los centros de trabajo. No basta un día, ni los esfuerzos aislados. Se requiere una acción sin precedentes. Una Revolución Rosa en favor de la obra más bella de la creación, desde los tiempos del big bang.
@RicardoRocha_MX
Periodista
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