Francisco López Bárcenas
Hace
21 años los neoliberales que gobiernan México modificaron el sistema
jurídico que regula las actividades mineras, para cambiar
sustancialmente las formas de apropiación de esta riqueza nacional y
que en lugar de beneficiar a los mexicanos pasara a satisfacer la
voracidad de las empresas transnacionales. En enero de 1992 modificaron
el artículo 27 constitucional para permitir la entrada del capital
privado al campo y autorizar a los ejidos la venta y arrendamiento de
sus tierras. Para junio de ese mismo año aprobaron una nueva Ley Minera
que entre otras cosas calificó esta actividad de utilidad pública y
preferente, concentró las concesiones en una sola, con duración de 50
años prorrogables por otro término igual. Igualmente se modificó la Ley
Agraria para permitir contratos de arrendamiento de tierras por más
tiempo que el estipulado en el Código Civil; la Ley de Aguas Nacionales
para poner este líquido, indispensable para la vida, al servicio de las
mineras, y la Ley de Inversión Extranjera para equiparar las empresas
mexicanas a las extranjeras con una sola declaración de éstas.
Los resultados de esta apertura son públicos: más de la tercera
parte del territorio nacional se encuentra en poder de las mineras, la
mayoría extranjeras, aunque también participan del botín las mexicanas
como Grupo México, Grupo Peñoles y Grupo Frisco; la industria ocupa el
cuarto lugar en generación de divisas pero hasta este año no pagaba
ningún impuesto sobre las ganancias obtenidas y por derechos a las
concesiones sólo pagaban la irrisoria cantidad de 5.08 hasta 111.27
pesos semestrales por hectárea, sin importar el mineral de que se
tratara. La riqueza de los dueños de las empresas mineras que operan en
México ha contado con la anuencia de los gobiernos, igual que con su
complicidad, pues aparte de abrirles el camino para que entren
libremente han ignorado las quejas de los ciudadanos y pueblos por la
devastación del medio ambiente, la contaminación del agua para consumo
humano, la destrucción de los lugares sagrados de los pueblos indígenas
y el asesinato de varios opositores, hechos ilícitos todos que han
quedado en la impunidad.
Buscando revertir esta situación, desde hace unos meses varias
organizaciones y comunidades que sufren los embates de la gran minería
a cielo abierto han realizado esfuerzos por revertir el modelo
extractivo que se impuso en nuestro país desde las nefastas reformas de
1992 y en su lugar proponer un modelo menos depredador, que respete los
derechos humanos de todos los mexicanos, lo mismo que los derechos
colectivos de los pueblos indígenas. En ese esfuerzo realizaron
reuniones en varias partes, en donde analizaron la situación de la
industria minera en nuestro país y sus efectos entre la población y en
el medio ambiente. A partir de ese diagnóstico elaboraron las grandes
líneas que debería contener una nueva Ley Minera. En una segunda etapa
se abocaron a la elaboración de un texto de nueva Ley Minera que se ha
discutido con la participación de especialistas en las diversas
materias que busca reglamentar la propuesta, pero sobre todo con los
pueblos involucrados y las organizaciones que sufren los efectos de
esta industria.
Los
promotores de esta iniciativa organizaron el pasado 24 de noviembre una
jornada nacional de lucha que denominaron Por una nueva Ley Minera
desde los pueblos y movimientos, que se realizó sobre el Paseo de la
Reforma, a la altura del Ángel de la Independencia, en la ciudad de
México, desde las 10 de la mañana. La jornada incluyó un diálogo de los
asistentes con los afectados y algunos especialistas que han
participado en la elaboración de la propuesta de ley, para explicar los
alcances de sus contenidos; igual que una exposición de imágenes de las
afectaciones que produce la minería en la sociedad, así como grupos
artísticos solidarios. Ellos se reunieron para promover una ley pero en
el fondo se trata de una lucha por modificar el actual modelo
extractivo para que el aprovechamiento de los minerales beneficie al
país, respete los derechos humanos y cuide el medio ambiente. Se trata
de una lucha que busca frenar el despojo al país, igual que las luchas
contra la privatización del petróleo y de la producción de energía
eléctrica. Una de las propuestas que más se escuchó fue el llamado a
organizar la resistencia y promover la unidad entre todos los que están
contra las políticas de despojo y hacen algo por impedirla. De otra
manera los neoliberales seguirán saqueando el país.
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