Lydia Cacho
Este fin de semana el procurador de Justicia de Sinaloa se declaró incompetente ante este caso de violación al interior de la escuela privada Las torres, en Culiacán. La ira se desató en redes sociales. El procurador Marco Antonio Higuera explicó, código penal en mano, que no puede encarcelar a los niños porque la ley sólo permite sancionar penalmente a adolescentes de entre 14 y 18 años. Sólo puede, dijo, brindar asesoría legal a la víctima. Es cierto que no se debe castigar penalmente a infantes. El DIF necesita ayuda para el caso.
Por su parte un dubitativo y nervioso secretario de Educación (además de ignorante en el tema de violencia infantil), se reunió con padres y madres de familia y les aseguró que los niños que agredieron a la niña no serán expulsados “hasta que se concluyan las investigaciones”.
El portal Fuentes Fidedignas de Sinaloa asegura que en el expediente aparece el nombre de un magistrado del Segundo Tribunal Colegiado como padrastro de uno de los niños acusados. La ira en redes sociales exige ver a los chicos detenidos y adjudica, falsamente, el hecho de que no hay acción penal con influyentismo del magistrado. Entre los dimes y diretes nadie se ha preguntado cómo fue la intervención inmediata de la niña y los niños. Todos son víctimas.
Si la pequeña no expresó a sus padres nada de lo sucedido durante varios días, esto significa que, o no fue abusada por los niños y algún adulto la indujo a contar esa historia, o la agresión por parte de los niños no la vivió de forma tan traumática como los adultos imaginan. De allí que sea tan importante que una psicóloga experta en abuso sexual infantil lleve a cabo el estudio con la niña, para saber no solamente cómo, cuándo y dónde se dieron los hechos, sino para asegurarse de que la narrativa de la nena no sea manipulada; para que la intervención terapéutica que servirá para investigar el caso, no se convierta en un segundo trauma para ella. Los padres, sin duda, deben recibir apoyo terapéutico, ya que de no hacerlo pueden imponer sus miedos, enojos y angustias en la niña, construyendo sobre la vivencia de la pequeña un trauma que no es propio de su narrativa personal, sino reflejo de la subjetividad adulta.
Los niños, contrario a lo que dicen los indignados lectores no deben ser ni humillados ni encarcelados (mucho menos asesinados, como sugieren algunos). A ellos se les debe tratar con el mismo método terapéutico que a la niña: es la única manera de llegar a la verdad y de sanar. Si esos niños efectivamente abusaron de ella, y no fue un adulto, hay que llegar a la raíz del asunto. En el 95% de los casos de niños que abusan de niños y niñas, éstos han sido expuestos a pornografía o a entornos de violencia sexual que puede incluir videojuegos con escenas de violación. Ahora mismo en Internet circulan 400 millones de páginas con contenido pornográfico de fácil acceso. En un estudio de Crimes Against Children Research Center el 34% de los niños de entre 10 y 17 años vieron pornografía sin buscarla directamente en internet, el 38% dijo verla intencionalmente y el 45% de chicos entre 12 y 17 tienen amigos que ven pornografía al menos tres veces a la semana. El promedio de imágenes de hombres forzando a mujeres a hacerles sexo oral es del 92%, hombres insultando a las mujeres que penetran del 80%, sexo grupal en que otros detienen a la mujer en un juego sexual para turnarse con ella 40%. La pornografía tiene componentes didácticos del comportamiento sexual.
Nada es lo que parece: unos niños de 10 y 11 años no atacarían sexualmente a una pequeña sin tener un aprendizaje directo de violencia contra mujeres y en particular de violación. Los escarceos sexuales normales en la infancia son juegos de mutuo consentimiento y no pasan por escenas de este tipo. La intervención debe ser terapéutica y pedagógica, para detener el ciclo de la violencia, evitar un mayor trauma y adquirir un aprendizaje colectivo para la escuela, así como para madres y padres de familia y autoridades. Aprendizaje sobre cómo llevar a cabo una intervención que prevenga hechos similares, que induzca a evitar esas conductas y no al odio y la perpetuación del trauma. Las autoridades y padres pueden sentar un precedente de intervención adecuada de este tipo de casos; la justicia penal no tiene cabida en este caso si se descarta por completo que la niña haya sido abusada por un adulto.
@lydiacachosi
Periodista
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