Entrevista a Ianire Estébanez, psicóloga y ciberactivista, autora del blog “Mi novio me controla lo normal”
Madrid, 28 nov. 13. AmecoPress/ Maialen Odriozola. Ianire
Estébanez es una apasionada de las nuevas tecnologías que, sin embargo,
reconoce los riesgos que pueden englobar y admite que es posible que en
este aturullo virtual se nos esté yendo un poco la cabeza. En su blog,
“Mi novio me controla lo normal”, plantea preguntas abiertas porque,
aunque reconoce que hoy en día las adolescentes viven muy influenciadas
por el ideal del amor romántico, sabe que también son muy capaces de
razonar, de darse cuenta y de cambiar el futuro.
Poco antes de
su participación como ponente en nuestros “II Encuentros
internacionales sobre el impacto de los fundamentalismos en los
derechos sexuales y reproductivos” hemos compartido con ella una charla
sobre juventud y nuevas tecnologías; sobre el acoso y la intromisión
que pueden suponer, pero también sobre la potencialidad de esas mismas
herramientas para la difusión de la información o para organizar
actividades. Porque, al final, no son más que medios. El problema está
en la sociedad y afirma que aunque hayamos vivido en una especie de
espejismo, por desgracia, no es la sociedad la que ha evolucionado,
sino el machismo el que ha mutado.
-Tu
blog se llama “Mi novio me controla lo normal”. ¿Se trata de un título
original o una buena descripción de la situación de muchas jóvenes?
Es una
descripción o un resumen de lo que nos encontramos cuando empezamos a
hacer investigación centrada en mujeres jóvenes; la normalización de
los comportamientos que tienen que ver con el control. Entonces ellas
contaban “mi novio me controla, pero lo normal” o “es un poco celoso,
pero lo normal; como todo el mundo”. Para hacer frente a esa
normalización pensé que era muy importante jugar con la ironía,
preguntar qué es lo normal. No es normal que tu novio te controle, que
tu novio te diga qué es lo que puedes hacer o no. El título lo lancé
como resumen de esa ceguera o esa normalización que podrían estar
viviendo las jóvenes.
-¿Qué es lo que encontrará en tu blog una adolescente? ¿Cuál es tu propósito como Blogger?
Busco generar
una actitud crítica ante los mensajes que nos envían sobre el amor
romántico, ante las ideas estereotípicas sobre los hombres y las
mujeres. Películas, música, historias que relacionan pasión con
conflictividad, o incluso con amor, y que van de alguna forma también
edulcorando esas relaciones turbulentas. Lo que busco con el blog no es
dar lecciones, porque creo que generalmente son bastantes perjudiciales
y porque pienso que las jóvenes por sí mismas son capaces de establecer
criterios, razonar y sacar sus propias conclusiones. Lo que busco es
dejar preguntas abiertas y generar una actitud crítica; que las propias
chicas que puedan pasar por allí puedan empezar a preguntarse más sobre
sí mismas en vez de preguntarse tanto por si él les quiere o no les
quiere. Que se pregunten si esa relación les viene bien, les conviene o
si es lo que quieren realmente. El objetivo es devolverles esa
capacidad de preguntarse sobre sus propias necesidades y hacerlas
protagonistas, descubriendo las cosas por sí mismas.
-Según
los datos que arrojan algunas investigaciones, el panorama de las
relaciones entre jóvenes es preocupante. ¿Acaso nos encontramos en
distintos escenarios pero con los problemas de siempre?
Realmente han
cambiado los medios, pero el problema de base sigue siendo el mismo. Es
cierto que con las nuevas tecnologías la gente joven reproduce el
sexismo de forma diferente, porque también tienen otras formas de
comunicarse y de relacionarse. Ellas no se sienten identificadas con la
violencia de género de generaciones más adultas. “No tienen nada que
ver con nosotros”, “nosotros somos diferentes”, dicen… Pero creo que es
la misma raíz y la misma violencia aunque ahora se reproduce de maneras
más sutiles. A través de las nuevas tecnologías, vemos como se están
formando nuevas violencias pero siguen siendo los mismos celos los que
están detrás. Lo único que cambia son los medios. En ese sentido, por
ejemplo, hace poco salió una noticia que decía “Whatsapp rompe
parejas”, pero Whatsapp como aplicación no crea nada. Los celos están
en el celoso, en la persona que necesita o que tiene esa idea de que la
pareja es una fusión y tiene que saber en todo momento con quien está o
que no puede hablar con otras personas. Muchas veces le echamos la
culpa a la tecnología y la culpable es la intención que hay detrás. De
alguna forma, con estas herramientas una chica se está haciendo más
visible, y eso la pone en riesgo, porque ofrece mucha más información
que de otra forma no tendríamos. Ahora puedes saber dónde está tu
pareja en todo momento y, si no contesta, puedes pensar que no contesta
porque no quiere, porque en realidad tiene que tener internet y tiene
que tener el móvil encendido… Contamos con aplicaciones muy intrusivas,
pero lo importante es lo que hay detrás, y es que todavía seguimos
manteniendo esa idea de la relación heterosexual y de pasión, fusión y
de dependencia. Esto es lo que tenemos que trabajar.
-WhatsApp, Facebook, Twitter… ¿Tiene entonces hoy en día el maltratador más herramientas a su alcance para ejercer su control?
Sí. Yo soy muy
defensora de las nuevas tecnologías porque creo que tienen cosas
buenísimas. El ciberactivismo, por ejemplo; pero también es cierto que
ofrecen más información, más herramientas y más posibilidades de
intromisión en cualquier momento. Démonos cuenta de que en realidad la
mayor parte de la gente joven tiene móvil, tiene conexión de datos y
eso significa que está conectada a internet en cualquier sitio; no es
necesario que este en casa, ni que esté delante de un ordenador. Las
nuevas tecnologías facilitan la intromisión en todos los momentos del
día y en cualquier lugar. Por eso, están favoreciendo que el control se
reproduzca a niveles mucho más grandes. Incluso tengo la sensación de
que se están perdiendo las ideas de los límites, de hasta dónde me
siento controlada. Hoy en día, con estas tecnologías, se están mandando
mensajes a las tres de la mañana sin ningún problema. Estamos entrando
en un aturullo de mensajes y de bombardeo, sin pensar si la otra
persona querrá, no querrá, o estará en una situación que pueda
responder. En este sentido creo que se nos está yendo un poco la
cabeza. Las redes también nos enredan un poco y podemos perder el
límite de cuándo nos sentimos acosadas y cuándo no. Es más complicado
también darnos cuenta de esa necesidad de espacio propio, y es
realmente difícil defenderlo.
-Supongo que también resultará más difícil desconectar…
Sí. Si
hablamos de mujeres que están intentando separarse o que están
intentando establecer una distancia con su maltratador, les está
resultando muy difícil, porque estos están usando las nuevas
tecnologías para acceder a ellas. Si cambia su número de teléfono, él
puede encontrarlo y, teniendo su número, ya puede saber cuándo se
conecta y cuándo no. Él también puede cambiar de número. Hay muchas
posibilidades. Simplemente, escribes el nombre de esa persona en Google
y la encuentras, o ves mogollón de contenidos de esa persona aunque
ella no quiera, porque hay amistades comunes. Hay profesionales de
casas de acogida que nos cuentan que en esas casas están “protegidas”
porque hay una separación, pero dicen que es muy difícil controlar las
redes sociales. Continúan contactándoles continuamente, y tampoco les
vamos a decir que no se metan en redes sociales, porque eso también
significa no tener libertad para poder estar en un sitio donde también
quieren estar. En ese sentido, las redes también pueden hacer que
seamos muy fáciles de contactar.
-Sin
embargo, al final, las redes sociales no son más que herramientas de
comunicación. Son las manos que están detrás las que deciden cómo
usarlas. ¿En qué estamos fallando para que en ese mundo virtual se
repitan los patrones?
Yo tengo la
sensación de que hemos vivido durante un tiempo en una especie de
espejismo pensando que la igualdad se había conseguido, pero lo único
que ha pasado es que el machismo ha mutado. Ya no es tan directo; ya no
escuchamos comentarios del tipo “eres una tía, vete a fregar”.
Pensábamos que estábamos en una especie de igualdad formal porque en el
cara a cara no se podían aceptar esos mensajes o no podías decir que
considerabas a las mujeres inferiores, pero esto se está destapando
gracias al anonimato. No es que estemos yendo hacia atrás sino que
realmente no hemos llegado a cambiar.
-¿Pero tiene la juventud conciencia de las desigualdades de género? ¿Sabe identificar comportamientos machistas?
Hay grupos de
chicas jóvenes feministas que tienen las cosas muy claras, pero en
general tienen la sensación de que viven en una sociedad en la que ya
son iguales. De hecho, no quieren que se las considere diferentes o
discriminadas porque no se sienten bien en el papel de victimas. “Yo no
quiero que se me trate diferente por ser mujer, ni que me ayuden; todo
lo contrario, a mí que me traten como persona”. Tienen también la idea
de que el feminismo es un monstruo que se quiere cargar a los hombres,
en vez de verlo como un movimiento social. Y no nos conocen. Vamos a la
universidad, que es un espacio donde el feminismo académico ha llegado
bastante, y nos encontramos con alumnas que no tienen ni idea de qué es
eso del feminismo. Estamos en una sociedad donde nos han vendido el
espejo de la igualdad y las chicas lo han llegado a admitir
completamente. Pero creo que hay dos puntos. De primeras, no lo
reconocen: ni reconocen las desigualdades, ni reconocen las formas de
violencia contra ellas; aunque luego son capaces de identificarlas,
porque son situaciones que han vivido. Cuando les planteas, por
ejemplo, realidades que se están dando, del tipo “¿vosotras habéis
vuelto a casa solas y no habéis sentido miedo?”, empiezan a
identificarlas y a pensar que también les ha pasado. Entonces empiezan
a reflexionar “esto que me ha pasado a mí y también a ti tenía relación
con ser mujer”, mientras que anteriormente pensaban que tenía que ver
ellas como personas, con algo que habían hecho ellas y no lo
identificaban como algo que tiene que ver con su sexo; que tiene que
ver con cómo estamos en el mundo las mujeres. Yo creo que solo hay que
enlazar un poco realidades que se que están viviendo y acercarlas a sus
vivencias paras engancharlas. Algunos discursos no son muy cercanos
para ellas, pero si hablamos de sexualidad, de relaciones, o del ámbito
de trabajo, donde siguen las discriminaciones, son más capaces de darse
cuenta de que todo tiene relación.
-Antes
mencionabas un ciberfeminismo muy activo en internet. ¿Qué opinas sobre
estas corrientes? ¿Pueden utilizarse para revertir la situación?
Creo que es
casi obligatorio que las activistas estemos cada vez más en la red,
porque una de las ideas que desde el feminismo muchas veces se lanza es
que no se ha sabido llegar a las jóvenes o que las jóvenes no se
involucran tanto en el feminismo como en otras generaciones. Se les ha
enviado mensajes muy contradictorios y demonizados sobre el feminismo.
Por eso tenemos que estar en la red, para que las más jóvenes sepan
realmente de qué estamos hablando. De lo contrario, sería como si toda
esta lucha se quedase en nada, que se quedará en la histori. Y, en
cierta manera, la historia también la tenemos que hacer presente, y si
el presente son las nuevas tecnologías, allí tenemos que estar para
poder lanzar esos mensajes. Además, si se están viviendo desigualdades
en estas nuevas tecnologías, también tenemos que atajarlas desde
dentro. Y como herramientas de comunicación tienen una gran
potencialidad. Siempre vemos los riesgos pero, ¿y lo que suponen como
herramientas de difusión de la información, como herramienta para
conectar con otras redes de mujeres? Son alucinantes. También para
convocar una actividad. Si queremos que los mensajes lleguen mucho más
lejos, hay que aprovecharlas. Además, estamos en internet, queramos
estar o no. Nuestro nombre, nuestra asociación, nuestra entidad puede
hablar de sí misma en internet o puede dejar que sean los demás los que
hablen de ella. Y siempre será mejor que sea yo misma quien hable de
mí, que sea yo la protagonista de lo que quiero decir. Porque al final,
lo que me da poder de alguna forma en la red, es el empoderamiento, el
tomar la palabra por mí misma. Es mucho mejor poder participar desde
dentro para poder defendernos, estar juntas y apoyarnos. Creo que las
feministas nos tenemos que poner un objetivo, estar cada vez un poco
más en la red y participar desde ella. Internet también se construye
entre todas y todos y, si nosotras no entramos, eso no cambia.
-¿Cómo ves el futuro? ¿Ves posibilidades de cambio?
Creo que si
nos acercamos más a las mujeres más jóvenes desde algo que les enganche
y que tenga que ver con sus realidades, son muy capaces de darse cuenta
y de generar cambios. Hace falta alguien que confíe en que somos
capaces, que nos de esa posibilidad, que nos abra un poquitín los ojos.
Además, he visto itinerarios de mujeres que se han ido dando cuenta
poquito a poco de cosas y, simplemente con eso, hay que darse por
satisfechas. Con que lleguemos a pocas y ellas identifiquen algo que
antes no habían identificado como violencia, yo creo que eso ya es muy
grande. Y si lo identifican en los primeros inicios, en esos primeros
signos, antes de que ese ciclo sea más perverso, muchísimo mejor.
Foto: archivo AmecoPress, cedida por Medicus Mundi Gipuzcua
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