11/27/2013

Águila y Sol



 Tomás Mojarro

           El peso, mis valedores, ¿lo recuerda alguno? ¿Lo habrán podido olvidar? Siempre perdiendo peso frente al peso del dólar, moneda nacional de nuestro estado libre asociado al que tras la fachada de una tilma guadalupana protege y castiga, todo a su hora, la matriz de Washington. In God We Trust.

            Por cuanto al pesito de México: ese aún suele utilizarse en el pago de salarios y la visita al tianguis, pero hubo un tiempo en que fue la moneda oficial, y esto las masas lo ignoran o lo han querido olvidar. Hoy miro al pesito en desgracia, rodando anémico entre manos menesterosas y por levantarle el ánimo le envío el presente mensaje, que de algo le ha de servir.

            Así que ante el dólar vuelve usted a perder peso y devaluarse una vez más, pesito mexicano. Y qué hacer, sino expresar el testimonio de aliento y solidaridad para usted, tan ruda y reiteradamente devaluado, hoy que una comunidad erosionada de frustración, desesperanza y desánimo ante el Sistema de Poder, ha acabado por mirar a usted con una mezcla de menosprecio y desdén, minimizándolo y denigrándolo (más de lo que esePoder me lo ha empequeñecido) sin percatarse de que con tal acción se denigra. Porque usted, valga poco o nada valga y apenas se distinga en la palma de mi mano, con su ánima de cuproníquel (que los sucesivos burócratas del aparato de gobierno van degenerando hasta dejárnoslo en coproníquel) es tuétano de lo nacional, sello e identidad que nos distingue como pueblo sobre la faz de la tierra. Sin peso el peso. Atroz.

            Pesito de mi país: lo observo rodar sin rumbo como sombra de usted mismo. Miro que manos que apenas ayer lo atesoraban hoy se desembarazan de usted como de algo contagiado de enfermedad pegadiza. Mirándolo por la calle del menosprecio medito en los tiempos, qué tiempos aquellos, en que pisaba fuerte con su empaque de señorón, del mandón que imponía condiciones.

            Lo que entonces pesaba su buena merced, lo que se le guardaba en la bolsa con verdadero amor. Por aquel entonces, ¿se acuerda? decíase con una filosofía no por cínica y convenenciera menos realista: “En este mundo no hay más amigo que un peso en la bolsa". Pero ahora, en un Estado libre yasociado, un entenado de Washington que  de divisa nacional tiene el dólar. Hoy, con la desidia de unas masas apáticas y los López de Santa Anna en  Los Pinos...

            Por eso ahora ya no; por eso hoy se le mira como ver un cachivache en desuso, o casi. Sin enjuncia, sin consistencia, sin peso -¡el peso!-, sin eso que hay que tener cuando se pretende ser. Más antes, tema de conversación entre los pesudos, que lo atesoraban; entre los fregados, que lo añoraban, entre un paisanaje que decía “un peso”, como decir Cuauhtémoc, Pancho Villa o la Virgen Morena. Pero ahora, con la prepotencia del dólar incrustado en los entresijos del águila y la serpiente... Patético.

            A usted, un peso tan venido a menos, lo veo entelerido, trasijadón, con el rabo entre las zancas, y pienso en su prosapia y blasones y en antepasados ilustres como aquel peso cero siete veinte, todo un peso nacional:  forma gallarda, sonido argentífero, potencia cabal y ley de la buena; un peso entero todavía, que dictaba condiciones aquí y en corral ajeno. ¿Pero ahora, con el dólar encima de usted? Ah, México...

            Que vuelva su real valía entre nosotros; que tornen Águila y Sol como signo de la vida y de la muerte. Que se retire la salación y vuelvan los pesos fuertes. ¿O nosotros ya nunca más habremos de merecer anidar en la bolsa un peso entero, todavía sin capar?

             (Sigo después.)

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