9/13/2014

El Tribunal de los Pueblos y el nudo de las violencias



Víctor M. Quintana S.
La Jornada

Pocos temas constituyen en sí mismos un nudo, un microcosmos donde concurren las violencias y los atropellos a los derechos de las personas como el que abordará el Tribunal Permanente de los Pueblos en la audiencia final sobre Feminicidio y violencia de género, del 21 al 23 de septiembre en la ciudad de Chihuahua.

Es en la violencia multiforme contra las mujeres donde se manifiesta más ilustrativamente el gran tema que trajo a México a este tribunal de conciencia: “libre comercio, guerra sucia, impunidad y derechos de los pueblos”. Sin simplificar, en este eje convergen los ejes de todas sus audiencias: devastación del maíz y de la vida rural; migración y desplazamiento forzado; violencia contra las y los trabajadores; destrucción de los jóvenes y de las generaciones futuras; devastación ambiental, desinformación, censura y violencia contra los comunicadores; agresiones a las defensoras y defensores de los derechos humanos. En todos los casos son las mujeres, en lo individual o en lo colectivo, las más vulneradas.

Es una muy buena decisión realizar la audiencia final de este eje en Chihuahua. Aquí se condensan las violencias de género de las que el feminicidio no es más que el terrible desemboque. Libre comercio, primero para la frontera y luego para todo México, es el régimen de las maquiladoras: reducción de las mujeres a fuerza de trabajo, prescindible, sustituible. Hostigamiento de jefes, supervisores, cónyuges, parejas. Triple jornada extendida por los extenuantes traslados, la falta de apoyos para el cuidado de los hijos, por la lejanía y precariedad de las viviendas, por los extras que hay que buscar para que el sustento no se siga enmagreciendo. Con el neoliberalismo las mujeres no sólo de Juárez, de la frontera, de todo México, trabajan más, se desgastan más, se enferman más. Libre comercio es devastación del campo, destrucción de comunidades, mujeres migrantes ultrajadas.

También las guerras sucias han golpeado mucho más a las mujeres mexicanas. Comenzando por las guerrilleras de los años 70, torturadas, desaparecidas, arrancadas de sus hijos. Continuando por la guerra que desató Calderón contra el crimen organizado. Han sido más los hombres ejecutados, pero precisamente por eso, más las mujeres que se quedan al frente de sus hogares, con la responsabilidad de sus hijos, de sus sobrinos, de sus nietos huérfanos. Pero también son muchas las mujeres asesinadas, torturadas, desaparecidas. Han sido botín de guerra para uno y otro bando. De Chihuahua han tenido que pedir asilo político en Estados Unidos más mujeres amenazadas por criminales, soldados y policías, que hombres. Son las mujeres también las que más sufren la situación de guerra y de ocupación de sus comunidades por parte del crimen organizado. Las que viven la pesadilla de poder ser objeto del deseo o del simple capricho de los narcos y sicarios que dominan las comunidades rurales.

Son mujeres quienes mejor han narrado y documentado estos años de muerte, estos años de horror y autoritarismo. Por eso los poderes institucionales y fácticos sin piedad han asesinado, amenazado y golpeado a las periodistas. También a las derechohumanistas que acompañan a las familias de las y los desaparecidos, los asesinados, los detenidos ilegalmente. La Comisión y la Corte Interamericana de los Derechos Humanos rebosan de este tipo de denuncias. A las que organizan la autodefensa de sus asoladas comunidades, como Nestora Salgado. Mujeres también han caído en defensa del territorio, del medio ambiente y de sus comunidades, como Manuelita Solís, asesinada junto con su esposo Ismael Solorio en octubre de 2012 por defender el territorio y el agua de su ejido contra la minera Mag Silver y los menonitas depredadores del río del Carmen.

Por eso no todo puede reducirse al feminicidio. Éste es más bien el desenlace de la cadena de las violencias, estructurales, físicas, mentales, institucionales, que acabamos de enumerar. “Nos matan en un presente perpetuo…” claman las feministas argentinas, refiriéndose al holocausto que comenzó en Juárez y ahora cunde por todo México. Detrás de este feminicidio multiplicado, prosiguen, están los circuitos protegidos por el Estado que hacen rodar el engranaje de toda la maquinaria, dirigidos por los señores del poder.

Esto nos lleva al otro tema de este tribunal: la impunidad: de violadores, de funcionarios omisos, de policías y burócratas sexistas, de empresarios explotadores, de maridos golpeadores, de tratantes, negociantes del sexo. Es lo que permite que las violencias se instalen, crezcan, se reproduzcan y nunca mueran. Violencia estructural, impunidad institucional.

Esto y mucho más va a ser denunciado en Chihuahua ante el TPP. Si sólo esta audiencia se hubiera dado, hubiera bastado para asomarse al horror de las violencias y atropellos a los derechos que vive este nuestro México.

El TPP es esfuerzo colectivo, de mucha gente. Pero es muy justo reconocer el compromiso, la entrega y la pasión puesta en él por una persona: Emilia González Tercero. Luchadora de toda la vida, cristiana de convicción, pionera de las luchas por los derechos humanos y de la democracia en Chihuahua y en México, cofundadora de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos. Denunciante con valentía de los abusos del Ejército en la sierra Tarahumara en los años 80 y 90; de las desapariciones forzadas, que también involucran a las fuerzas armadas en años recientes. Sin su tesón, la audiencia inicial del TPP en Ciudad Juárez, y varias otras, así como la audiencia final del feminicidio en Chihuahua no hubieran sido posibles. La celebración de este tribunal de conciencia ha sido el gran acicate para sacar vida en medio de la enfermedad que la aqueja.

Con esto Emilia nos muestra que el Tribunal Permanente de los Pueblos no sólo es un llamado a la conciencia. Es también un llamado a la vida, a vivir intensamente para que defendamos la vida de las personas, de las comunidades, de la naturaleza, contra esa muerte que nos quiere hacer omnipresente el mundo del lucro, de la exclusión, de la violencia.
Vale, Emilia.

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