Por Natalia Castro Gómez
En
el proceso de apropiación de sus derechos, Alika atravesó diferentes
instancias, no todas positivas. La justicia le negó la condición de
víctima de trata y explotación con el argumento de que había consentido
la situación y fue demandada por desalojo de vivienda por el gobierno
de la provincia de Tierra del Fuego. “Yo fui rescatada en el año
2012 y estoy en una casa con mis chicos, sin gas, sin trabajo, en
tratamiento psicológico; si no tuviera fuerza de voluntad y un
compañero que me contiene emocional y económicamente, me daría lo mismo
ir al psicólogo que decir ‘¿Sabes qué?, esta noche vuelvo a trabajar’” afirma sobre la necesidad de un mayor apoyo del estado para las víctimas de trata y explotación sexual.
“A través del contacto con la Campaña Abolicionista y el
programa de atención a las víctimas de trata y explotación, descubrí
que el abolicionismo significa mucho más que prohibir,
se habla de prohibición porque la prostitución es un delito donde se
vulneran todos los derechos de las mujeres y hay una responsabilidad
por parte de diversos organismos del Estado.”
Y entonces comenzó el periplo para la restauración de sus derechos.
Alika Kinán se presentó ante el Ministerio de Desarrollo
Social y la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Tierra
del Fuego; solicitó asistencia en materia de trabajo, vivienda, salud,
apoyo psicológico y protección a su familia, tal cual lo dictaminan la actual Ley de prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas y el Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños.
Le entregaron las llaves de una casa donde podía vivir un mes y
veinte días, y se comprometieron a resolver muchas cosas que jamás
tuvieron respuesta. La casa estaba vacía, no tenía colchón, mesa, ni
calefacción. Alfredo tenía dos trabajos y hacía horas extra, así pudieron comprar una cama para los chicos y un calefactor.
La pareja pagó la factura del gas que adeudaba la vivienda y
advirtieron que no funcionaba el calefón; Alika fue a buscar a la
ministra y le explicó lo que estaba pasando, pero la mandataria se negó
a ayudarla. Una tarde, sus hijxs –cuatro niñas y un niño- comenzaron a
caer como moscas; había un escape de gas y tuvieron que reaccionar
rápidamente.
Al no cumplirse lo previsto por la ley, interpuso una acción de
amparo ante la justicia provincial que fue rechazada, negándole el
acceso a los derechos correspondientes, a la vez que desestimaban su condición de víctima por tratarse de un caso de explotación sexual consentida. Tiempo
después, la Cámara de Apelaciones de la Sala Civil del Poder Judicial
de Tierra del Fuego, admitió que pudo haber sido víctima de trata, pero
sólo en el momento de ser rescatada, por lo cual, si no había reclamado los derechos en ese instante, no podía hacerlo después.
“Una no se reconoce como víctima de un día para el otro,
las víctimas no saben que son víctimas porque nadie les explicó qué es
ser víctima. No saben que existe un protocolo de actuación porque nadie les acompaña en el proceso de restitución de sus derechos. Nos
pusieron muchos palos en la bicicleta, reclamé muchas veces, transité
el camino de la burocracia en condiciones muy duras, sin un peso en el
bolsillo, embarazada, con un bebé de un lado y otro nene del otro, sin
zapatillas y medio metro de nieve en la calle. Iba de un lado para el otro, hacía lo que me recomendaban.”
Y todo fue en vano. Revictimizada por las instituciones que debían
brindarle amparo, Alika comprobó que la justicia provincial se negaba a
otorgarle los derechos que le correspondían para no generar un
precedente que le obligara a brindar verdadera asistencia a las
víctimas del crimen de trata.
Tiempo después, el Estado provincial promovió una demanda en su contra solicitando el desalojo de la vivienda,
aduciendo que le darían recursos para alquilar una pensión durante seis
meses y que tenía instrucción para generar ingresos propios.
Actualmente, Alika es sobreviviente del delito de trata, y mantiene
una causa penal contra lxs tratantes donde es querellante, a la vez que
se conforma como parte actora civil. Es la primera vez que una
víctima se presenta como querellante y demanda al Estado provincial por
los daños y perjuicios ocasionados por su ineficacia en la lucha contra
la trata de personas.
El caso de Alika Kinán, además de ser uno de los más reconocidos a
nivel nacional, representa el debate vigente sobre la prostitución y la
trata de personas con fines de explotación sexual. De acuerdo a la
Constitución, Argentina es un país abolicionista que se ajusta a la Ley
12.331de 1937, la cual dictamina la prohibición de establecimientos
donde se ejerza o incite el ejercicio de la prostitución como cabarets,
whiskerías o lugares de alterne.
“Esta ley, amplia y sistemáticamente violada a lo largo y ancho del país, no penaliza la prostitución, pero tampoco la regula” explica Alika. Los lugares son encubiertos con otra razón social y la explotación sexual se esconde bajo el eufemismo del “alterne”.
En el año 2008, se sancionó la Ley 26.364 para la Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas. Cuatro
años después, el fallo que concedió la libertad de los trece imputados
en el reconocido caso de Marita Verón, propició que dicha ley fuera
ampliada, para dar paso a la Ley Nacional 26.842.
“La Ley de Trata es una ley perfectamente diseñada, lo que falla es su articulación con los gobiernos provinciales” ratifica con convicción.
Su propia experiencia le permite afirmar, que no existe ningún
organismo que articule como corresponde para que las víctimas sean
realmente rescatadas a través del acceso a sus derechos. “No existe
articulación con los ministerios de salud para asistir al sinnúmero de
mujeres que sufren adicciones. No se está poniendo en práctica el
Protocolo de Actuación y Contención a las Víctimas de Trata con Fines
de Explotación Sexual, firmado por el Ministerio de Desarrollo Social
de la Provincia de Tierra del Fuego, y hay muchísimas herramientas para
hacerlo: la gestión de micro emprendimientos a través de economía
social, la contención psicológica que puede durar uno o dos años
mientras la chica va y vuelve.”
Lo cierto es que después de los allanamientos, las víctimas
van a otro lugar del cual son rescatadas nuevamente; situación que
cuestiona la veracidad de los rescates.
“Tampoco debería contarse como rescate sacar a una mujer de un boliche. Yo
fui rescatada en el año 2012 y estoy en una casa con mis chicos, sin
gas, sin trabajo, en tratamiento psicológico; si no tuviera fuerza de
voluntad y un compañero que me contiene emocional y económicamente, me
daría lo mismo ir al psicólogo que decir ‘¿Sabes qué?, esta noche
vuelvo a trabajar’. Muchas mujeres no cuentan con esa contención.”
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