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La estructura programática del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2016, es la confirmación plena de que el “gobierno” de Enrique Peña Nieto obedece instrucciones de intereses ajenos a los nacionales; de ser aprobado por la Cámara de Diputados tal como fue propuesto por la Secretaría de Hacienda, los graves problemas que padece la economía mexicana se habrán de magnificar y se entrará de lleno a una etapa de recesión de la que será muy difícil salir. Tal realidad se complicará aún más por un entorno internacional muy complejo, de acelerado estancamiento en la mayor parte del mundo, menos por supuesto en los países del llamado Grupo de los Siete, aunque sus pueblos están resintiendo ya los efectos de una desigualdad inducida por la injusta distribución de la riqueza.
Se pretende compactar el 25
por ciento de programas en áreas fundamentales para el desarrollo, como
son el agro, la educación, la cultura y la salud. Esto con la finalidad
de invertir menos recursos públicos, con base en la metodología
hacendaria de “presupuesto base cero”, que finalmente sólo beneficiaría
al sector financiero y a las grandes empresas monopólicas, que son las
que tienen recursos suficientes para soportar los recortes
presupuestales en sectores productivos. Así se comprueba que la
política económica neoliberal no se guía por una lógica elemental que
favorezca resultados positivos, sino que busca fortalecer condiciones
favorables a los grupos oligárquicos, y particularmente los que
controlan el capital financiero.
En la actualidad, luego de
poco más de tres décadas de nulo crecimiento real, México requiere un
nuevo rumbo económico que reduzca los riesgos de ingobernabilidad, cada
vez más claros y dramáticos. Urge la implantación de políticas
anticíclicas, es decir contrarias a las neoliberales, tal como las
llevan a cabo, ellos sí sin ninguna restricción, los países del llamado
Grupo de los Siete. En ellos es impensable la austeridad, el retiro de
subsidios a la agricultura, a la educación y a la salud, porque saben
perfectamente que son básicos para generar confianza, crecimiento y
desarrollo. Entonces, ¿por qué se oponen firmemente a que los pueblos
de la mayor parte del mundo puedan aspirar a un nivel de vida digno?
La respuesta es muy simple y
a la vez difícil de comprender: el llamado Grupo de los Siete pretende
la instauración de un Nuevo Orden Mundial basado en una división
internacional del trabajo muy simple: ellos como beneficiarios y los
demás países, principalmente los del llamado tercer mundo, como
proveedores de materias primas y de mano de obra esclava. Para lograrlo
necesitan crear condiciones específicas, con la complicidad de
gobernantes espurios, inescrupulosos y corruptos, como así ha estado
sucediendo desde que se puso en marcha el llamado Consenso de
Washington, en el que se fijaron las nuevas reglas establecidas para
alcanzar lo más pronto posible el sueño de apoderarse del mundo.
De ahí que, al paso de los
años, la humanidad esté caminando en una cuerda floja cada vez más
tensa, hasta desencadenar la nueva “guerra fría” en la que actualmente
está metido el mundo. A este escenario obedece la crisis de Grecia y
las duras presiones a México para que se siga hundiendo en el pantano
creado por las políticas neoliberales. Cabe puntualizar que el Grupo de
los Siete no pretende que Grecia salga de la crisis, sino apuntalar
condiciones objetivas para que no vuelva a surgir un gobierno que se
crea con derecho a buscar el bienestar de su pueblo y afianzar una
soberanía que le permita tomar sus propias decisiones.
De eso se trata finalmente el conflicto
con el gobierno de Alexis Tsipras, y de eso se trata también la firmeza
con la que el régimen oligárquico mexicano impone políticas públicas
infames y criminales al pueblo mexicano. Lo que importa a Washington es
que México siga hundiéndose en la ciénaga del descrédito y que se
profundice el divorcio entre gobernantes y gobernados. El camino más
directo y rápido es el que ha seguido con firme convicción reaccionaria
Peña Nieto, mismo que se resiste a seguir el primer ministro griego.
Sin embargo, aun ganando el referendo del domingo, Tsipras será forzado
a obedecer al Grupo de los Siete, o atenerse a las consecuencias. La
única salida a esta terrible realidad contemporánea está en la alianza
estratégica entre China y Rusia. No hay otra en el corto plazo.
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