La digna voz
Con
frecuencia los analistas omiten la conexión entre las transformaciones
del Estado y el escenario de guerra en México. Un hecho es
insoslayable: la guerra y la militarización de la vida pública avanzan
a la par de otro proceso no menos sustantivo: a saber, el ciclo de
reformas neoliberales que arranca en la década de los 80’s, y que sigue
su curso en el presente. La globalización, que no es otra cosa que la
sombra obscena de la neoliberalización, coincidentemente está
atravesada por dos fenómenos particularmente notorios: la
desnacionalización de la economía y la militarización de los Estados.
La politóloga Pilar Calveiro especula acerca de esta correlación: “El
poder militar ‘abre’ las condiciones para una nueva hegemonía; por eso
guerra y globalización han sido, hasta el presente, procesos
inseparables”.
Bien podría argüirse, basándonos en firmes
asideros empíricos, que la guerra contra el narcotráfico es un anexo
del proceso de neoliberalización. Si se admite la tesis de Calveiro, la
guerra respondería a la necesidad de un recurso contra la cerrazón de
ciertas áreas económicas estratégicas, especialmente en países cuyas
políticas restringen el usufructo privado, principalmente foráneo. El
régimen posrevolucionario en México se caracterizó por altos contenidos
nacionales-estatistas, claramente adversos para las inversiones
extranjeras.
También cercana a esta lectura, la periodista
Dawn Paley observa que la guerra contra las drogas es una tecnología
del poder para abrir “grietas en realidades y territorios sociales
alguna vez inaccesibles para el capitalismo global”. En “La doctrina
del shock”, Naomi Klein defiende una idea sugerentemente similar acerca
de las guerras y otros conflictos en el siglo XX:
“Algunas de
las violaciones a los derechos humanos más despreciables de este siglo,
que hasta ahora se consideraban actos de sadismo fruto de regímenes
antidemocráticos, fueron de hecho un intento deliberado de aterrorizar
al pueblo, y se articularon activamente para preparar el terreno e
introducir las ‘reformas’ radicales (neoliberales) que habrían de traer
ese ansiado libre mercado”.
De hecho la guerra contra el
narcotráfico contribuye a alimentar el predominio de una clase: la alta
finanza –clase dominante e impulsora entusiasta de la
neoliberalización–, a través del lavado de caudales dinerarios
provenientes de los circuitos ilícitos de la economía:
“En
esta guerra [contra el narcotráfico], lo que no se quiere ver y tampoco
se investiga es la ruta del dinero sucio… Las utilidades de los
cárteles mexicanos oscilan entre 18 mil millones y 39 mil millones de
dólares al año sólo por ventas de narcóticos ilegales en Estados
Unidos… La primera cifra implicaría el blanqueo de 81 mil millones de
dólares durante cuatro años y seis meses de esta ‘guerra’. En el
segundo caso, el dinero lavado ascendería a 175 500 millones de
dólares” (Nancy Flores 2012)
Una característica del período
neoliberal es el encumbramiento de un poder anónimo sin freno e
incontestado; eso que Calveiro define como un “dispositivo
económico-financiero que ninguna instancia internacional está en
posición de regular”. Es precisamente esa desregulación o incapacidad
de regulación lo que permite que los grandes beneficiarios de los
circuitos de “dinero sucio” conserven un relativo anonimato y una
impunidad a prueba de “fuego”.
Algunos bancos como Wachovia,
Bank of America, JP Morgan Chase, HSBC, Citigroup, entre otros, han
sido señalados por lavar miles de millones de dólares de los cárteles
de la droga, principalmente mexicanos. Pero ningún banquero o ejecutivo
bancario enfrentó nunca un proceso penal. El Estado no tiene el poder
ni la voluntad política para frenar esos dineros ilícitos. En dos de
los casos más controvertidos mediáticamente, en los que están envueltos
el Banco Wachovia y HSBC, la acción sancionadora del gobierno
estadounidense se redujo a multas por concepto de 160 millones y 1.9
mil millones de dólares, respectivamente, que no es más que una ínfima
fracción de los ingresos totales de esas casas bancarias. Este es sólo
un ejemplo del alcance de ese dispositivo financiero “que ninguna
instancia internacional está en posición de regular”. Para esa
actividad onerosa y criminal la guerra contra el narcotráfico no tiene
estrategia.
Neoliberalización es financiarización de la
economía, que consiste básicamente en la desregulación ex profeso de
las transacciones dinerarias. En este sentido, la neoliberalización de
los Estados implica la omisión concertada de las operaciones que
involucran recursos de procedencia ilícita. La guerra contra el
narcotráfico no puede atacar esos negocios extralegales o criminales
sin atacar la totalidad de esa economía a la que debe su existencia: la
extractiva neoliberal.
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