7/08/2015

Porfirio Díaz y su rehabilitación

Al cumplirse cien años de su muerte el 2 de julio comenzó un proceso, digamos, de reivindicación de aquel oaxaqueño que pasó de héroe a villano.


lasillarota.com



En Oaxaca muchos no lo ven como a un villano. No en tantos años desde la mañana del 31 de mayo de 1911 cuando abordó en Veracruz el buque alemán Ypiranga para su exilio político. De hecho, en la colonia Reforma de la capital el estado hay un gran monumento al militar y presidente de México en el que cada año se le rinde culto civil…

… Allá mismo, una de las calles principalísimas se llama como él; en la ciudad de México –y en otras del país- hay calles que llevan su nombre aunque se cuidan de agregarle ‘Coronel Porfirio Díaz’, por aquello de sus valores militares, anti-intervención francesa y su Plan de La Noria (1871) y luego el Plan de Tuxtepec (1876) en contra de Sebastián Lerdo de Tejada…  

Desde La Noria prometió respetar la Constitución de 1857 y ofrecía la garantía de "que ningún mexicano se perpetúe en el poder y ésta será la última revolución", y bajo el lema de "Sufragio efectivo; No reelección" su movimiento triunfó: Ganó su primer periodo presidencial y luego se mantuvo en el poder por más de treinta años…

Con todo, muchos años después, ya se debate en México traer sus restos mortales desde Francia para depositarlos en su tierra oaxaqueña, como él quiso siempre y la que era su cantaleta durante sus últimos años parisinos cuando ya viejo y cansado miraba hacia el Atlántico para atravesarlo y depositar la vista en su tierra.

Y eso de traerlo está en veremos: Jean Meyer ha de saber algo porque escribió apenas: “Por eso ha sido imposible hasta la fecha, oficialmente a lo menos, satisfacer las últimas voluntades del ‘tirano’ que pidió ser enterrado en su Oaxaca natal. Digo ‘oficialmente’ porque a lo mejor su tumba parisina en el panteón de Montparnasse, siempre florida, está vacía. Puede que unas almas piadosas hayan llevado discretamente los restos del ‘héroe del 2 de abril a Oaxaca”. Hay quienes aseguran que los restos de Díaz descansan hace mucho en la iglesia de La Soledad, en Oaxaca.

En todo caso al cumplirse cien años de su muerte el 2 de julio comenzó un proceso, digamos, de reivindicación de aquel oaxaqueño que  pasó de héroe a villano, aunque siempre patriota, en el sentido histórico del término (Patria-padre-patriota); el mismo concepto que para muchos ahora suena de modé, cursi y ‘chabacano’. Son los tiempos que ya anulan al ‘ancient regime’.

A don Luis González y González, nuestro historiador emblema, le disgustaba aquello de la “Historia de Bronce”, la que construye héroes epónimos, a la altura del arte y a los que se les hacen monumentos que pueblan avenidas, parques y jardines nacionales. Es una historia útil que enseña que los héroes del pasado fueron almas purísimas, sin pecado concebidas, alejadas de toda pasión mundana y llenos de virtudes y amor mexicano.

No se da paso, en esa ‘Historia de Bronce’, al ser humano en claroscuros, con cornamenta y cola. No se da paso a la ‘Historia crítica’ que el mismo historiador escrituró como aquella que analiza y desglosa, para su crítica, hechos y actitudes, personajes y circunstancias, para darles el tono de verdad humana que merece el pasado…

Así que estamos en un tris de volcar a Porfirio Díaz en el molde de la Historia de Bronce  y por eso se le encuentran más virtudes que defectos, más voluntad constructiva que destructiva, más   
Modernizador que atrabiliario enemigo de las libertades; más un hombre hecho de Estado que amante del poder a toda costa.

Muerta la Revolución Mexicana por inanición desde el gobierno de Miguel de la Madrid, buscan espacio, ya, para reivindicar al ‘villano’ que esa misma revolución institucionalizada creo. El monstruo que representaba las viejas estructuras por las cuales miles de mexicanos hicieron una revolución, aunque esa revolución terminó por ser agua de borrajas, como ya se sabe. No importa. Si importa. Y toda revolución tiene a sus propios héroes y a sus villanos. Díaz fue el favorito de 1911 a 1982; luego fue olvidado y renacido por estos días con el pretexto de su centenario natal…  

¿Fue un héroe? Sí lo fue. En el sentido de luchar por su país y enfrentar más que con fortaleza militar si por astucia militar al enemigo nacional ya extranjero o nacional; militar o político. ¿Qué apaciguó y construyó la modernidad física y económica del nuevo México después de años de desasosiego y asonadas militares y de luchas por el poder político? Sí. También. Y más.

Pero también fue el villano de “¡Mátalos en caliente!” (1979); el del abuso de autoridad, el de la ostentación, el de la contracción de las libertades sociales, el enemigo de la libertad de expresión, el del exterminio como forma de control y gobierno; el ‘Tirano Banderas’ de Blasco Ibáñez; el de la corrupción campante, el de la ‘justa-injusticia’; el de ‘Poca política. Más administración’. Sí. Todo esto y más.

Así que oficiosos historiadores han decidido que hay que rehabilitar a Porfirio Díaz vista su parte ilustre y buena. Conservadores historiadores que no hacen caso a las enseñanzas de nuestros mensajeros del pasado: “La historia es maestra de la vida” (Cicerón), “El saber histórico  prepara para el gobierno de los estados” (Polibio), “Si los hombres conocen la historia, la historia no se repetirá” (Brunschvigg) y hasta “Quienes no recuerdan su pasado, están condenados a repetirlo”.

Fue Díaz un hombre de claroscuros; de aciertos evidentes y errores fatales. Sesgar su imagen en tiempos revueltos suena más a reivindicación de errores presentes que históricos. Usar a Clío para desviar la atención de lo central de nuestros días a lo periférico es bochornoso y absurdo.

Que Díaz descanse en su lecho histórico. De hecho él ya no existe para muchos aquí. Aun así, apenas vale su recuerdo para recuperar aciertos patrióticos, pero para no para permitir que se repitan sus errores, nunca jamás. Díaz ya no pide nada. Nosotros sí.

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