7/08/2015

El cambio en México se dará cuando se enjuicie a la alta delincuencia de cuello blanco: Astorga




 (08 de julio, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).-  El gobierno de Felipe Calderón quedó marcado por el inicio de la llamada guerra contra el narcotráfico, misma que a nueve años de su implementación ha sido criticada por la violencia desatada y los altos niveles de homicidios y violaciones a los derechos humanos.
¿Qué Querían Que hiciera? Es el título del nuevo libro del investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Luis Astorga, en donde somete a análisis esta etapa de la vida de México, en particular la política que el panista estableció en el ámbito de seguridad.
El doctor en sociología por la Universidad de París I, habló con Revolución TRESPUNTOCERO sobre el texto y comentó algunos aspectos de lo que fue y lo que dejó esta estrategia asumida por el segundo presidente de extracción blanquiazul.
En primera instancia, Astorga reiteró que a nueve años el balance que se obtiene al analizar esta medida es negativo, pues al considerar el número de muertos, desplazados, y desaparecidos de manera forzada “el balance no puede ser más negativo”.
“Cualquier política debe ser evaluada en función de sus resultados, no en función de los discursos políticos. Al iniciar el mandato, el discurso de promesa usado en la campaña (el presidente del empleo) se diluyó inmediatamente y todo el sexenio estuvo marcado por el asunto de seguridad”, dijo.
El investigador recordó que en aquellos momentos, Calderón tuvo el apoyo a su política de seguridad, en primera instancia, de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conaago), integrada por mandatarios estatales de diversos partidos. “Recordemos en primer lugar la Conago, donde están representados todos los gobernadores. También dirigentes de los principales partidos políticos, dirigentes empresariales, varios países extranjeros, entre ellos EU”, manifestó.
De igual forma comentó que durante esta etapa, Calderón tuvo las mismas opciones que tiene y ha tenido la clase política en su conjunto en materia de combate al crimen, es decir quedarse sin hacer nada o establecer acuerdos en donde ambas partes salieran ganando.
“Calderón tenía las mismas opciones que tiene y que ha tenido la clase política en su conjunto en la alternancia en el poder: o no hacer nada, es decir quienes están en posiciones de poder no hacen nada frente a la delincuencia organizada o establecen acuerdos de beneficio mutuo con los grupos que operan ahí en donde ellos gobiernan, a cambio de no ser objeto de la violencia y a cambio de una repartición del pastel”, expuso.
En lo referente manifestó que ambas opciones no contribuyen para la consolidación de la democracia y por el contrario permite entrar en una dinámica autoritaria.
“Ojo, esas dos posibilidades lo que reproducen son relaciones autoritarias, con eso no se construye democracia. La tercera opción sería que las fuerzas políticas del país, en conjunto con la sociedad civil diseñen una política de seguridad de Estado y qué significa una política de seguridad de Estado, que va haber colaboración, coordinación y que va haber corresponsabilidad en la política de seguridad. Ya sea que se decida poner a los militares o no ponerlos (…) se tendría que dar unos acuerdos de esta naturaleza para no estar tirando la pelota única y exclusivamente al gobierno federal (…) entonces de qué se trata o asumes la responsabilidad  como gobierno local o no la asumes; entonces para evitar ese tipo de juegos tendría que haber reglas muy claras, conjuntamente de los partidos con la sociedad civil para decir basta, ya no se puede seguir jugando con la seguridad de los habitantes del país”, manifestó.
Por otro lado, Astorga habló sobre la relación que se estableció entre el poder político y el crimen organizado a partir de la alternancia en el poder. Explicó que en los años de la hegemonía priísta el crimen era subordinado, y con el cambio en el poder los grupos delincuenciales lograron una libertad parcial.
“En la época de hegemonía del PRI de subordinación del campo criminal al campo de la política. Esa subordinación fue estructural, ¿Qué significó en la práctica? Que en su relación con la política, los criminales si no aceptaban las pruebas del juego impuestas por el poder político, tenían tres opciones: o salían del negocio, o se iban a la cárcel o se morían. En la época de la transición, esta relación se modifica y lo que hay es una mayor autonomía relativa de parte de los grupos criminales respecto del poder político”, dijo.
Aunado a lo anterior manifestó que hoy en día no es correcto hacer referencia a una “penetración” del crimen en el poder político, ya que, expuso, este término hace pensar que el crimen y el campo de la política surgieron separados.
“Yo no hablo de penetración, por una sencilla razón, hablar de penetración significa que el campo de la política y el campo criminal nacieron separados y que por lo tanto en un momento determinado, así como la humedad, los delincuentes se empiezan a infiltrar en el campo político. Esta es la visión favorita de la clase política, y por qué, porque los exime de responsabilidad histórica (…) no es lo mismo hablar de infiltración que de una mayor autonomía relativa; no hay una autonomía completa, porque los grupos criminales no tienen cuadros políticos propios, el oligopolio político es el que tiene los cuadros políticos, y los grupos criminales no le están disputando la formación de cuadros políticos, lo que hacen es establecer relaciones de corrupción, con los cuadros que ya existen”, manifestó.
En este sentido reiteró que uno de los principales intereses del crimen organizado es establecer relación con los personajes que ocupan posición de poder dentro de la estructura política, “quien los pueda proteger o con quien puedan negociar”.
“Entonces si los presidentes municipales o gobernadores tienen control sobre sus policías, para los grupos criminales va a ser necesario establecer cierto tipo de relación, de redes de corrupción con esa gente que está en puestos de poder y tienen nombre y apellido, y pertenecen o fueron electos en las planillas de ciertos partidos y por lo tanto esos partidos deben asumir esa responsabilidad. No es de que: “tú ya fuiste electo, yo partido ya no soy responsable”. Ejemplo de estos: caso Abarca, “ya fuiste electo y quien sabe cómo llegaste ahí”. Entonces es un cinismo, lo que ha mostrado la clase política es una falta de visión de Estado y un cinismo a prueba de todo”, dijo.
Asimismo, afirmó que hoy en día todas las organizaciones criminales tienen algún tipo de nexo con partidos políticos que tengan individuos en posiciones de poder y “obviamente con instituciones policiales y con ciertos sectores empresariales y con ciertos sectores de la sociedad civil que forman parte de su base social. Entonces no hay ninguno que sea puro (el crimen) y que por sus propias habilidades criminales hayan logrado una posición alta”, señaló.
El académico hizo referencia a los señalamientos que pone a Calderón como el responsable de esta “guerra” que ha costado muchas vidas al país. Dijo que si bien hay una responsabilidad política  de Calderón por la decisión, todo el peso de la responsabilidad no sólo recae sobre él.
Por ultimo habló sobre los puntos clave para cambiar la dinámica y establecer un nuevo panorama en el país. Indicó que en el contexto actual el vencer la impunidad y llevar a juicio a los “delincuentes de cuello blanco” que tienen relación con el crimen organizado será necesario para crear confianza y dar un giro en el país.
“México no es una democracia avanzada, tiene grupos criminales muy poderosos, una clase política sin visión de estado y una sociedad civil muy poco organizada. Entonces ¿cuál es el escenario? Si no hay ese pacto político para la transición exitosa, que implica una política de seguridad de Estado, una procuración de justicia, es difícil. En Italia y Colombia una de las diferencias la ha hecho el sistema judicial porque ha logrado llevar a juicio no sólo a miembros de la ‘delincuencia organizada tradicional’, sino a la alta delincuencia de cuello blanco y a políticos, a grupos económicos fuertes vinculados al negocio de lavado de dinero, delincuencia organizada y a políticos que han tenido negocio y tienen negocio con la delincuencia organizada. Eso hace una gran diferencia porque eso crea confianza en las instituciones y muestra un cierto grado de madurez y de solidez de esos contrapesos institucionales que son necesarios”, dijo.

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