Formada en la izquierda no
contaminada de priísmo y muy apreciada en sus momentos de mayor
congruencia, Rosario Robles Berlanga pasó en poco tiempo a estelarizar
páginas oscuras del álbum político nacional, en compañía de personajes
que la han marcado, como el empresario argentino Carlos Ahumada, el ex
presidente Carlos Salinas de Gortari y el también ocupante de la silla
presidencial Enrique Peña Nieto.
En ese contexto, ha sido de larga duración la guerra de acusaciones y
maniobras: desde que Andrés Manuel López Obrador llegó a la jefatura
del gobierno de la capital del país (en relevo de Robles, quien a la vez
había entrado al cargo como sustituta de Cuauhtémoc Cárdenas, que a su
vez había dejado dicha jefatura para ser candidato presidencial en
2000), hasta el arribo de la ex presidenta del Partido de la Revolución
Democrática (PRD) al gobierno federal encabezado por Enrique Peña Nieto,
en el cual encabezó dos secretarías de Estado, siempre entre
tempestades políticas y acusaciones de irregularidades o franca
corrupción.
Economista por la Universidad Nacional Autónoma de México, Robles
Berlanga fue depositaria de las primeras acometidas fuertes del
obradorismo contra un adversario interno. Rosario había sido secretaria
de Gobierno con Cuauhtémoc Cárdenas como primer gobernante capitalino
democráticamente electo y luego lo sustituyó en el cargo. Personajes
cercanos a quien luego sería presidenta del PRD aseguran que ella se
quejaba por el maltrato y la abierta beligerancia de López Obrador,
cuando apenas había rendido protesta este como gobernante chilango.
Ella, según las voces de su primer círculo, había ayudado en todo
(recursos económicos y argucias electorales) para que ganara López
Obrador. Recuérdese que, en aquella elección, el panista Santiago Creel
estuvo cerca del triunfo, con un millón 460 mil 931 votos (el 34.29% del
total), frente a un millón 608 mil 372 (37.75%) de López Obrador. En
aquel año, Vicente Fox Quesada fue gran triunfador en el resto del país,
pero en la capital no pudo transferir su imán electoral al nada
carismático Creel. El tercer lugar lo tuvo el priísta Jesús Silva-Herzog
Flores, con casi un millón de votos (998 mil 109, representantes de
23.43 por ciento del total).
El choque entre el rosarismo y el andresismo tuvo momentos muy
fuertes en el episodio de los videoescándalos que mostraron al
empresario Ahumada entregando fajos de billetes al entonces perredista
René Bejarano, sumamente cercano a López Obrador aunque ya no era su
secretario particular. Ahumada, quien hacía pareja política y
sentimental con Robles, propició el compló mediático y político contra
López Obrador.
Luego de muy difíciles horas políticas y personales, Robles Berlanga
(quien se había refugiado políticamente en Carlos Salinas de Gortari)
encontró un camino de reinserción pública por la vía de Enrique Peña
Nieto, a quien terminó sirviendo en dos secretarías, la de Desarrollo
Social (Sedesol) y la de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano
(Sedatu). Famosa es la frase de exoneración a título personal que Peña
Nieto dedicó a Robles cuando ella enfrentaba acusaciones fundadas de
usar recursos asistenciales para favorecer electoralmente al Partido
Revolucionario Institucional:
no te preocupes, Rosario.
Sin embargo, la hora de las preocupaciones ha llegado. Al menos en
una fase de audiencia inicial y con secuencias que están por definirse.
La clave del asunto se llama estafa maestra y proviene de
señalamientos hechos años atrás por la Auditoría Superior de la
Federación y luego retomados y ahondados por un equipo de periodismo de
investigación integrado por Nayeli Roldán, Miriam Castillo y Manuel
Ureste, desde el portal Animal Político en asociación con Mexicanos
contra la Corrupción y la Impunidad.
Habrá de verse hasta dónde se llega en este caso, pues Rosario Robles
es una pieza importante, mas no la única, de un proceso sistemático de
corrupción que abarca a más ex funcionarios de alto nivel y a
universidades de varias partes del país.-
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
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