Gustavo Esteva
Primero los pobreses el lema más popular del nuevo gobierno. Refleja una posición ética y política muy apreciada y reconocida, especialmente valiosa en circunstancias como las actuales. Hasta el director general interino del FMI, la fábrica de pobres que el propio Presidente denunció, acaba de subrayar la importancia de
corregir el rumbodel capitalismo, por
el auge de desigualdades excesivas, a pesar de que las tasas de pobreza se han reducido en todo el mundo desde 1980. ( La Jornada, 17/07/19).
La
pobrezase presenta como una condición realmente existente. Hay instituciones que la miden, académicos que dedican su vida a estudiarla y gobiernos e instituciones que se proponen acabar con ella o, al menos, reducirla. Se le asocia con una serie de
carencias: se llama
pobresa quienes carecen de ciertos bienes o servicios.
La
pobreza, por tanto, es mera comparación subjetiva que descalifica a quienes están
debajode una norma de vida arbitraria.
Por un tiempo se usó el nivel de ingreso como patrón: eran
pobrespersonas y países que no tuvieran lo que se consideraba mínimo aceptable. El monto ha ido cambiando y se combina ahora con un paquete de bienes y servicios que definiría la condición mínima de un ciudadano
normal. Quien no tenga acceso a ellos será considerado
pobre.
Con las
guerras contra la pobrezalos gobiernos han buscado atenuar la inestabilidad social y consolidar el desarrollo capitalista.
En la era neoliberal, el Banco Mundial diseñó programas que individualizaron a los
pobres, fragmentando sus comunidades y colectivos y enchufándolos en el consumo mediante transferencias financieras directas que ampliaron el mercado interno. Estos diseños fueron empleados con entusiasmo por gobiernos
progresistas, como el de Luiz Inácio Lula da Silva, igual que por gobiernos conservadores. Nunca actuaron contra los ricos ni contra la estructura de la desigualdad.
Fueron adoptados en México desde tiempos de Carlos Salinas, quien usó
parte de los recursos de la privatización en forma clientelista. Se
siguen aplicando hasta ahora.
Los cambios introducidos por la nueva administración buscan eliminar la intermediación corrupta de los
apoyosy lleva más lejos el principio de individualización de las transferencias, como en el conocido caso de las guarderías. El esquema puede provocar, como he denunciado en este espacio, la prosperidad de cantinas y table dance o la mayor venta de celulares.
Las
guerras contra la pobrezanunca han enfrentado las raíces de lo que pretenden atender y agravan el problema en vez de resolverlo. La condición miserable a que condenamos a muchas y muchos, la
pobreza modernizadaen que se encuentran quienes han sido despojados de sus capacidades de subsistencia autónoma, como otras muchas condiciones insoportables de nuestra sociedad, no son castigos divinos o desgracias accidentales. Son consecuencia inevitable de un régimen injusto y destructor.
Contra éste ha de ser la guerra, no contra sus víctimas. Ha de combatirse también la complicidad de quienes están arriba de la
línea de pobrezay adoptan un patrón consumista insensato y depredador, en el que se quiere insertar a los
pobres.
Puede tener algún sentido convertir a algunos miserables en
pobres; su situación desesperada no puede continuar hasta el momento en que se produzcan las transformaciones que hacen falta. Pero sólo si hacerlo forma parte de una guerra contra el régimen que causa todos estos problemas, con plena conciencia de sus dañinas implicaciones ecológicas y sociales.
El nuevo gobierno todavía está a tiempo de corregir el dispositivo
atroz que heredó y ha extendido, porque estabiliza en forma
individualizada y dependiente una condición humillante e insoportable
que ahonda desigualdades e injusticia. No puede ni quiere militar contra
el capitalismo, como muchos quisiéramos. Pero al menos podría escuchar a
los pueblos que le están diciendo a gritos que no quieren sus
megaproyectos desarrollistas y exigen mejores servicios públicos y
apoyos comunales y colectivos que protejan la subsistencia autónoma.
Suprimir apoyos clientelistas y corruptos así como intermediaciones
manipuladoras no debe cancelar la relación con sujetos colectivos
reales.
Hay sabiduría y compasión en la riqueza vernácula del lenguaje que
aborda la condición de personas que enfrentan dificultades especiales.
En la lengua persa, más de 30 palabras nombran a quienes hoy se acomodan en la ciega categoría de
pobres.
Por siglos, en Europa, ser pobre era una virtud; era lo opuesto a
poderoso, más que a rico. Quizás, ante los colapsos actuales del clima,
la sociedad y la cultura, la esperanza principal se encuentra en
recuperar esa virtud.
Hemos de renunciar radicalmente al consumismo atroz que nos hace
cómplices de la destrucción continua que nos abruma, al tiempo que
luchamos para resistirla y disolverla, combatiendo a quienes la
producen, tanto gobiernos como corporaciones.
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