Javier Flores
La Jornada
Algunas de las publicaciones científicas
más prestigiadas del planeta se han ocupado recientemente de lo que
ocurre con la ciencia en México. El 8 de junio, la revista médica
británica The Lancet publicó un texto en el que presenta un
panorama lamentable en el sector salud y la ciencia mexicanos derivado
de las políticas emprendidas durante los primeros meses del gobierno del
presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). También la influyente
revista Science se refiere en su número más reciente al mismo
tema. Lo anterior muestra que el debate que se da en México en este
sector ya rebasó las fronteras de nuestro país y es materia de atención
en el mundo entero.
David Agren describe en The Lancet el panorama provocado por
los ajustes en el sector salud –mal concebidos y ejecutados con prisa,
de acuerdo con los especialistas consultados por la publicación– que
produjo la reducción de 30 por ciento de los procedimientos quirúrgicos
en algunos hospitales, lo que luego fue subsanado por la inconformidad
pública de varios especialistas. Agren hace un recorrido que va del
desabasto de medicamentos hasta la renuncia de Germán Martínez a la
dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social, pasando por la
afectación de los programas de prevención del VIH por la cancelación de
apoyos a organizaciones civiles, las críticas del Presidente al Seguro
Popular y la promesa de AMLO de que México contará con servicios
sanitarios equivalentes a los de los países nórdicos o Canadá.
El autor se refiere también a los efectos de la política de
austeridad en la investigación científica, destacando el penoso episodio
en el que los investigadores requerían del permiso presidencial para
poder salir del país, así como a los recortes a la Academia Nacional de
Medicina de México que ponen en riesgo el cumplimiento de sus funciones,
a pesar de que por ley juega un papel consultivo del gobierno federal
en materia de salud.
Por otra parte, Lizzie Wade, corresponsal en América Latina de Science, da
cuenta también de las afectaciones a la ciencia mexicana provocadas por
los recortes. En un breve reportaje recoge los testimonios de varias
investigadoras e investigadores como Marcia Hiriart, quien señala que la
situación actual para la ciencia puede ser fatal; Edna Suárez Díaz,
quien impulsó la iniciativa que reunió 7 mil firmas y contribuyó a
frenar el desatino de la autorización presidencial para los viajes de
los científicos; José Luis Morán, presidente de la Academia Mexicana de
Ciencias, quien describió el ambiente de pesimismo que han provocado las
políticas actuales, y Fernando Rosales Ortega, del Instituto Nacional
de Astrofísica Óptica y Electrónica, quien dijo que hay investigadores
que buscan participar en la transformación del país pero necesitan
recursos para realizar su trabajo.
Wade también registra comentarios de la controvertida –así la llama–
directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), cuyo
enfoque, dice, es cuestionado por muchos investigadores. María Elena
Álvarez-Buylla defiende ahí las medidas de austeridad pues, según ella,
no pretenden obstaculizar el trabajo de los científicos, sino enfrentar
las ineficiencias en el sistema y los privilegios.
En ese mismo número el editorial de Science, uno de los
espacios más codiciados y leídos en esa publicación, quedó a cargo de
Antonio Lazcano Araujo, miembro de El Colegio Nacional, quien forma
parte del grupo de científicos que lideró la carta dirigida al
Presidente que recabó más de 11 mil firmas, la cual, de acuerdo con el
autor, fue para protestar por el
desmantelamiento de la cienciapor parte del gobierno mexicano.
Lazcano sostiene que el combate a la pobreza y la corrupción no tiene
por qué estar reñido con la inversión en ciencia y tecnología. Destaca
los recortes en el presupuesto al Conacyt y el reforzamiento de las
medidas de austeridad del memorándum presiden-cial del 3 de mayo y sus
efectos adversos sobre la educación y la investigación científica. Su
texto también incluye severas críticas a la actual directora general del
Conacyt, a quien entre otros temas acusa de atentar contra la libertad
de investigación.
No sólo publicaciones especializadas como las citadas se han ocupado
de este tema. La prensa internacional también lo ha hecho, como en la
nota distribuida por la agencia Ap que aborda de forma parcial el mismo
problema y fue difundida el 17 de julio por el Wha-shington Post.
De este modo, el estado actual de la ciencia en México y el debate que
se desarrollaba a escala local se han convertido en temas de interés
mundial y ha quedado ahora bajo la mirada y escrutinio internacionales. Y
esto es apenas el principio, pues parecería obligatoria una respuesta
del gobierno de México en el mismo plano, aunque se corre el riesgo de
subrayar lo que ya es evidente: el divorcio entre la comunidad
científica y las autoridades, algo que no es aceptable en ningún lugar
del mundo.
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