7/30/2019

Bajo la mirada del mundo



La Jornada 

Algunas de las publicaciones científicas más prestigiadas del planeta se han ocupado recientemente de lo que ocurre con la ciencia en México. El 8 de junio, la revista médica británica The Lancet publicó un texto en el que presenta un panorama lamentable en el sector salud y la ciencia mexicanos derivado de las políticas emprendidas durante los primeros meses del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). También la influyente revista Science se refiere en su número más reciente al mismo tema. Lo anterior muestra que el debate que se da en México en este sector ya rebasó las fronteras de nuestro país y es materia de atención en el mundo entero.
David Agren describe en The Lancet el panorama provocado por los ajustes en el sector salud –mal concebidos y ejecutados con prisa, de acuerdo con los especialistas consultados por la publicación– que produjo la reducción de 30 por ciento de los procedimientos quirúrgicos en algunos hospitales, lo que luego fue subsanado por la inconformidad pública de varios especialistas. Agren hace un recorrido que va del desabasto de medicamentos hasta la renuncia de Germán Martínez a la dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social, pasando por la afectación de los programas de prevención del VIH por la cancelación de apoyos a organizaciones civiles, las críticas del Presidente al Seguro Popular y la promesa de AMLO de que México contará con servicios sanitarios equivalentes a los de los países nórdicos o Canadá.
El autor se refiere también a los efectos de la política de austeridad en la investigación científica, destacando el penoso episodio en el que los investigadores requerían del permiso presidencial para poder salir del país, así como a los recortes a la Academia Nacional de Medicina de México que ponen en riesgo el cumplimiento de sus funciones, a pesar de que por ley juega un papel consultivo del gobierno federal en materia de salud.
Por otra parte, Lizzie Wade, corresponsal en América Latina de Science, da cuenta también de las afectaciones a la ciencia mexicana provocadas por los recortes. En un breve reportaje recoge los testimonios de varias investigadoras e investigadores como Marcia Hiriart, quien señala que la situación actual para la ciencia puede ser fatal; Edna Suárez Díaz, quien impulsó la iniciativa que reunió 7 mil firmas y contribuyó a frenar el desatino de la autorización presidencial para los viajes de los científicos; José Luis Morán, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, quien describió el ambiente de pesimismo que han provocado las políticas actuales, y Fernando Rosales Ortega, del Instituto Nacional de Astrofísica Óptica y Electrónica, quien dijo que hay investigadores que buscan participar en la transformación del país pero necesitan recursos para realizar su trabajo.
Wade también registra comentarios de la controvertida –así la llama– directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), cuyo enfoque, dice, es cuestionado por muchos investigadores. María Elena Álvarez-Buylla defiende ahí las medidas de austeridad pues, según ella, no pretenden obstaculizar el trabajo de los científicos, sino enfrentar las ineficiencias en el sistema y los privilegios.
En ese mismo número el editorial de Science, uno de los espacios más codiciados y leídos en esa publicación, quedó a cargo de Antonio Lazcano Araujo, miembro de El Colegio Nacional, quien forma parte del grupo de científicos que lideró la carta dirigida al Presidente que recabó más de 11 mil firmas, la cual, de acuerdo con el autor, fue para protestar por el desmantelamiento de la ciencia por parte del gobierno mexicano.
Lazcano sostiene que el combate a la pobreza y la corrupción no tiene por qué estar reñido con la inversión en ciencia y tecnología. Destaca los recortes en el presupuesto al Conacyt y el reforzamiento de las medidas de austeridad del memorándum presiden-cial del 3 de mayo y sus efectos adversos sobre la educación y la investigación científica. Su texto también incluye severas críticas a la actual directora general del Conacyt, a quien entre otros temas acusa de atentar contra la libertad de investigación.
No sólo publicaciones especializadas como las citadas se han ocupado de este tema. La prensa internacional también lo ha hecho, como en la nota distribuida por la agencia Ap que aborda de forma parcial el mismo problema y fue difundida el 17 de julio por el Wha-shington Post. De este modo, el estado actual de la ciencia en México y el debate que se desarrollaba a escala local se han convertido en temas de interés mundial y ha quedado ahora bajo la mirada y escrutinio internacionales. Y esto es apenas el principio, pues parecería obligatoria una respuesta del gobierno de México en el mismo plano, aunque se corre el riesgo de subrayar lo que ya es evidente: el divorcio entre la comunidad científica y las autoridades, algo que no es aceptable en ningún lugar del mundo.

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