4/15/2020

Epidemia de falsedades

Editorial La Jornada


El secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, alertó ayer que a la par de la pandemia causada por el coronavirus SARS-Cov-2 se extiende por el mundo una peligrosa epidemia de desinformación y noticias falsas. Según denunció el funcionario, cuando el mundo debería vivir el momento de la ciencia y la solidaridad proliferan los consejos de salud perjudiciales y los falsos tratamientos médicos; las ondas radiales se llenan de falsedades; las descabelladas teorías conspirativas contaminan Internet; el odio se vuelve viral, estigmatizando y vilipendiando a personas y grupos, por lo que llamó a vacunarnos mediante una confianza sustentada en un gobierno y un liderazgo receptivo, responsable y basado en evidencias.
Esta epidemia se presenta en distintos países pero ha cobrado un cariz particularmente intenso y sistemático en España y México. En la nación europea los medios y la derecha que va del Partido Popular al fascista Vox han lanzado virulentos ataques contra el presidente Pedro Sánchez en un intento por descarrilar a su gobierno; en México hay en curso una campaña sin precedente en la que se mezclan los rumores para sembrar pánico, las falsedades dirigidas en contra de la autoridad sanitaria y, con una frecuencia cada vez más inquietante, los llamados a desconocer al Poder Ejecutivo federal. Campañas como las referidas pueden distinguirse con facilidad de la crítica racional y ciudadana –la cual es saludable e incluso necesaria en cualquier contexto democrático– por su manifiesta adulteración de la verdad con propósitos desestabilizadores. Si tales prácticas son éticamente cuestionables en toda circunstancia, engañar y confundir a la opinión pública en el transcurso de una emergencia sanitaria como la actual no hace sino crear condiciones para un desastre; el golpeteo catastrofista aspira a convertirse en una profecía autocumplida.
Los intentos de desestabilización operan con millones de cuentas falsas ( bots) en las redes sociales y tienen por responsables a medios informativos, articulistas, académicos y opinadores, así como cúpulas empresariales y actores extranjeros como las agencias calificadoras o medios estrechamente ligados a los grandes capitales globales. En este rubro se encuentra el diario londinense The Financial Times, el cual publicó ayer un editorial en el que llama a la alteración del orden institucional mexicano al azuzar de manera explícita a opositores, gobernadores y líderes empresariales a unirse para imponer su agenda sobre la autoridad legalmente constituida. En sí mismo, el texto referido es un ejemplo de las falsedades o fake news ante las que alerta la ONU, pues combina lecturas sesgadas de la realidad, comparaciones carentes de sustento, afirmaciones aventuradas, esgrimidas sin más propósito aparente que el golpeteo, e incitaciones a la ruptura del cauce constitucional.
Lo que deja patente el Financial Times es un desprecio por la democracia y por la soberanía popular: en sus llamados a que las élites atropellen al poder público se olvida de que éste es resultado de un ejercicio democrático que dotó al actual gobierno de una legitimidad sin precedentes y de un mandato claro para cambiar el rumbo económico, reorientar las prioridades del Estado y abandonar el modelo neoliberal para embarcarse en la construcción de un Estado de bienestar. Así, con ese editorial el rotativo se coloca en las antípodas de los principios democráticos.
Es necesario llamar a quienes en México se han embarcado en esta aventura de deses-tabilización a que recuperen la sensatez, cesen en sus intentos por desacreditar a las autoridades sanitarias y desistan de pregonar la lógica del sálvese quien pueda mediante la siembra del miedo y el odio, pues lo cierto es que parten de un cálculo equivocado: a contrapelo de su discurso catastrofista, y sin desconocer errores y tropiezos, sociedad y gobierno trabajan en la superación de la crisis y en ese esfuerzo participan los actores más relevantes del sector privado. Cabe esperar, pues, que sin renunciar a su legítimo posicionamiento como opositores a la 4T piensen en el bien del país y lo antepongan a sus inconformidades.

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