12/03/2013

"Defensores de la vida"


Tomás Mojarro

            El SIDA, mis valedores. Meritoria toda campaña que promueva el condón,   por más que indignen a sus críticos:  "¡Lo que hasta hoy han logrado es alentar la actividad sexual precoz, las prácticas promiscuas y las conductas de riesgo!".

            Las misioneras del Corazón de Cristo Resucitado, en el albergue Beata María de Jesús, del Guadalajara de hace años maltrataban a los enfermos, porque “las personas infectadas están recibiendo un castigo por sus pecados sexuales”.

            Jerónimo Prigione, nuncio apostólico: "Me indignan las promociones que se han hecho para el uso del condón. Es darle medios a los jóvenes para que se sigan revolcando en el lodo".

             La voz de sotanas y capas pluviales. "¿El condón? ¿Para qué el condón?  ¿Para seguir buscando el placer por el placer mismo? ¿No está fuera de las enseñanzas de Cristo? ¡La Iglesia rechaza el uso del condón, pues esto lo que hace es hundir en el fango a la juventud, en lugar de darle la mano a los jóvenes para que salgan del lodo! ¡Continencia! ¡Castidad! ¡Fidelidad matrimonial! ¡Estas tres virtudes propuestas por la Iglesia son el mejor remedio para el contagio, porque son las propuestas del Evangelio para combatir el SIDA!

            ¡La grave amenaza del SIDA viene del abuso de la sexualidad! ¡Es una equivocación buscar el placer por el placer. El recto camino debe ser el uso legítimo del placer! ¡El placer sexual no debe verse como un fin, sino sólo como  un medio hacia la paternidad o la maternidad!”

            “Contra el SIDA, castidad es el mejor remedio. ¿El condón? Mucha gente lo usa, ¿pero está permitido de acuerdo con la doctrina católica? No. Definitivamente: el condón no es éticamente permisible. Para la Iglesia, bloquear artificialmente la transmisión de la vida no es moral. La vida producida en una relación sexual no pertenece al hombre, sino a Dios”. Además, el condón no sirve de gran cosa. La solución es la castidad en el matrimonio, aun si parece que va contra la corriente en una sociedad como la de hoy, que resulta pansexual“.

             "¡Para la Iglesia, el sida es un gravísimo problema de moralidad pública, y esto es lo que nuestro gobierno no quiere reconocer, y limita el problema al ámbito de salud, imagínese!"

            El SIDA (Mark Platts, filósofo) no es un asunto de moral, sino de salud pública. ¿Y? ¿Qué hacen esas autoridades para detener la propagación del SIDA? Pero, sobre todo, ¿qué hacemos nosotros para no ir a dar de cabeza en la mortal pandemia? Hace unos años la ONU solicitaba a la Iglesia Católica de nuestro país, dueña de un descomunal ascendiente sobre la mayoría de los mexicanos, que se sumara a la lucha contra del SIDA. La respuesta de El Vaticano:

            “La espectacular ceremonia presidida por el cardenal Otunga, que quemó preservativos en público, sigue siendo símbolo de la actitud general de la Iglesia Católica, hasta este método profiláctico, confirmada por el criterio de los obispos del mundo entero”. En México, los obispos:

            ¡Usar preservativos y seguir haciendo el amor! Esto continúa siendo el método de nuestras autoridades. ¡Es una barbaridad! Intentan proteger la salud promoviendo el vicio. El amor, para ellos, es el gozo del placer, y no buscar el bien de la persona amada El abuso del sexo es el que ha convertido en un problema de moralidad pública no de salud! Los enfermos de SIDA no deben convertirse en héroes, no lo merecen. Son seres enfermos. La homosexualidad es un verdadero crimen, y la Iglesia Católica rechaza a los homosexuales así como el uso del condón, fuente de prostitución.

             ¡Dios! (El suyo.)

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