Gerardo Fernández Casanova
(especial para ARGENPRESS.info)
El infarto sufrido por Andrés Manuel en el momento más álgido del debate por los intentos de modificar la Constitución en materia de energéticos, resulta ser también un gran golpe a la movilización popular en defensa del patrimonio y la soberanía nacionales. Nadie es indispensable, pero algunos lo son más que otros; López Obrador es uno de ellos. Por fortuna su mal ha sido oportuna y atinadamente atendido y pronto estará nuevamente en la trinchera en la lucha por México; lo deseamos de todo corazón para él y su familia, pero especialmente para toda la Nación.
No sé si ello haya sido la causa, pero es como para infartarse el cúmulo de agresiones de que el país ha sido objeto, todas ellas producto de la virulencia con que los tecnócratas vende patrias, encabezados por Peña Nieto, pretenden implantar reformas constitucionales que transforman a México de ser una Patria Soberana en una simple colonia de propiedad privada. El divorcio entre lo que traman y deciden en la cima respecto de lo que se piensa, se siente y se quiere en el llano es absoluto; pareciera que se trata de dos países diferentes. Peña Nieto no escucha razones, mas que las que se exponen en los centros de inversiones del exterior. De lo que en México se argumenta por los expertos que fincan su interés en el del país, con toda clase de detalles económicos, técnicos, políticos y sociales, ni siquiera quiere enterarse, no lo entiende, se le enreda la pita y, como escuincle caprichoso reza: “voy derecho y no me quito”. Así no podrá esclarecerse el mejor rumbo para el patrimonio de todos los mexicanos ni podrá funcionar un estado eficaz, basado en el derecho y en la voluntad popular. El estado fallido se reproduce en la falla.
Para abundar en la condición de estado fallido se aprueba una reforma política electoral, la más profunda -dicen sus promotores- que no es otra cosa que un conjunto de parches y pegotes sobre algo que, de origen, está mal. Es como si a un auto desbielado se le practicara hojalatería y pintura para que funcione; estará muy bonito, pero seguirá parado. Entre otras linduras, lo aprobado establece que si se rebasa el tope de gastos de campaña, (por algún candidato debe entenderse) en más de un 5% se anulará la elección; en vez de castigar al infractor se castiga al conjunto. Finalmente se aprueba la reelección de legisladores, tan anhelada por el PAN, que lo único que aportará será mayor inutilidad a las cámaras repletas de senadores y diputados bonitos para ganar campañas, pero incapaces para legislar. Al IFE le dan mate y crean el Instituto Nacional Electoral, con facultades para organizar elecciones estatales y municipales, pero el nombramiento de sus consejeros se mantiene como reparto de cuotas entre los partidos, lejos del afán primigenio de su carácter ciudadano apartidista.
Una aportación positiva parcial es la exigencia de paridad en la distribución de candidaturas por género; se asegura que de los doscientos plurinominales la mitad serán mujeres, es un avance, pero entre los trescientos de mayoría relativa se mantendrá la disparidad porque los partidos mandarán a las mujeres a competir en los distritos que se saben de antemano perdidos, reservándose los seguros para los meros chipocludos. Lo importante es que las cámaras tengan una composición cercana a la de la sociedad, mitad y mitad para mujeres y hombres. Desde ahora auguro una composición 35-65% a favor del sector masculino.
Se aumenta a un 5% la votación mínima para mantener un registro de partido con lo que se refuerza el estado actual de cosas, que la gente ha llamado “partidocracia” y que tanto ha inhibido la participación política de la sociedad. Se anunció que habría una nueva ley de partidos políticos y ni sus luces. Si hoy son los factores del divorcio entre pueblo y gobierno, en adelante se recrudecerá; el erario público seguirá siendo la ubre del dispendio de politicastros incapaces de desarrollar una actividad profesional propia, expresión clara de la institucionalización de la corrupción y el medro como motivación política.
Cumplió Peña Nieto un año en el gobierno y la desilusión ataca a tirios y troyanos. Confieso que supuse que, por lo menos, habría mayor capacidad para gobernar, comparada con los nefastos panistas, pero me equivoqué rotundamente. La sordera para escuchar la voz del pueblo; la tozudez para imponer sus caprichos y la corrupción como forma de gobierno, caracterizan al régimen. ¡No hay derecho, carajo!.
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