12/03/2013

Nauseabundo



  
 Tomás Mojarro

            Espejo fiel del humano es el perro, lástima que el hombre no sea el espejo del animal. Y qué de similitudes y semejanzas  entre el hombre y el perro, o al revés. Diversas clases de perros:

            Existen los de las regiones nevadas, perros que nacieron con un perro destino: para allá y para acá jalar el trineo, con el chicote en los lomos y tan bien trabajados como mal comidos. ¿A quién se parecen tales pobrines, si no al obrero de este país? Privaciones, pobreza y jalar el trineo que enriquece a los Slim, el chicotazo salarial en los lomos y jalar desde la mañana hasta la muerte del día y hasta el día de la muerte. Y cómo remediar su situación, si el perraco no tiene el don de pensar, y a ese don ha renunciado el obrero y se constriñe al reclamo, la exigencia, la toma de la vía pública...

            El benemérito San Bernardo. Grande, grave, pacífico, servicial, misericordioso. Deambula por el mundo del desastre con su barril de vida al cuello para entibiar esa vida que se congela en las nieves. Valedor de desvalidos como el humanista,  el luchador social, el médico que cura nomás por curar, no el que cura nomás por cobrar. Por contras:

            El horror de esas fieras entrenadas por los represores para morder, desgarrar, triturar, arrancar a la viva fuerza tarascadas de sangre viva. Perros represores, los doberman son la lanceta del campo de concentración, la cárcel clandestina, la celda de tortura. Rodweiler, pitbull, sicarios, paramilitares asesinos de Acteal...

            Los perros cautivos, desdichados a los que unos amos desaprensivos sepultan en jaulas y azotehuelas de este tamaño, miren. Nacidos para la libertad, se encanijan y agostan, y miden la jaula en un ir y venir obsesivo. A lo lastimero ladran a la luna, qué más...

            Ah, perros impúdicos los de casa rica, de viuda rica, de solterona. Mantenidos en el lujo, la molicie, el salón de estética canina y la intimidad de sedas y encajes en el secreto de la recámara, padrotillos son, vividores complaciente de los desahogos de dueñas crepusculares. ¿Alguno ha presenciado el beso de unos labios femeninos y los lengueteos de placer al unísono de unos belfos helados?

            Los pobres perros de casa pobre. Tan mala vida es la suya que comen lo que sus dueños y viven como ellos. Parte son de la familia y tanta familiaridad comparten, que el chucho llega a cobrar rasgos de humano y el dueño los del animal. Y no fallezca uno de ellos, porque el sobreviviente, el duelo...

            Los perros callejeros: duelo sin dueño ni hogar, nombre ni alias; anónimos cuerpos sarnosos y cuera tachonada de úlceras y mataduras, mapa vivo del áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada. De calle a calle y de este a aquel callejón van y vienen  acezando su ternura a la vil intemperie, su amor desdeñado por los que a lo desalado se alejan rumbo a qué rumbos. Allá va el chucho callejero, en los ojos la pitaña y en la boca el corazón. Y ese impulso de llorar, y ese acabar gruñendo. El,  allá afuera; yo, como él, pero acá adentro, encuevado en mi rincón. Pujando, gruñendo por no llorar...

            Perros íntegros son, y honestos, no como esos chuchos mercachifles del trafique politiquero que en plan de huele-cuescos de Peña se la viven babeando por la pitanza,  acezando y lengueteando tras su ración de unas menudencias como estas: "La corriente dominante del PRD que comandan Ortega y Zambrano emerge como ganadora del Congreso Nal. Los Chuchos tienen la mesa puesta para conservar el control de las principales posiciones del partido. En el PRD pasará lo que los Chuchos quieran". (¡Guau!)

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