Denuncian activistas que abanderan la lucha contra la violencia de género
Los feminicidios en Brasil alcanzan cifras comparables con una guerra civil
Fabíola Ortiz
Río
de Janeiro – Brasil, 01 dic. 13. AmecoPress/IPS.- Una madre de una
joven asesinada en Pernambuco, cuando estaba embarazada, reivindica en
una protesta el derecho de las brasileñas a vivir libres de violencia.
(Emanuela Castro/IPS).
Cada
año, entre el 25 de este mes y el 10 de diciembre, la comunidad
internacional y las organizaciones de defensa de los derechos de las
mujeres impulsan 16 Días de Activismo contra la Violencia hacia las
Mujeres.
Las
dos semanas de lucha fueron una iniciativa del Centro para el Liderazgo
Global de las Mujeres, que en 1991 pidió dedicar a este problema el
intervalo entre el Día Mundial de la Lucha contra la Violencia hacia la
Mujer y el Día Mundial de los Derechos Humanos.
Este año, en
Brasil las jornadas adquieren mayor relevancia porque el 3 y 4 de
diciembre se realizará en la sureña ciudad de Porto Alegre un encuentro
para elaborar el Informe Alternativo de la Sociedad Civil para
presentar ante el Comité de la Convención para la Eliminación de todas
las formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), que se reunirá en
febrero en Ginebra.
El llamado
“informe sombra” está destinado a apoyar el análisis del Comité de la
Cedaw sobre las acciones del gobierno brasileño para enfrentar la trata
y mejorar la salud de las mujeres. “Estos días de activismo dan mayor
visibilidad a las agendas de los derechos de género. La violencia
contra las mujeres salió de debajo de la mesa, y la sociedad asume que
es una realidad y no una invención”, dijo la coordinadora en Brasil del
Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de
la Mujer (Cladem), Ingrid Leão.
Un estudio
realizado por el Instituto Avante Brasil arrojó como resultado que
entre 2001 y 2010 fueron asesinadas 40.000 mujeres. Solo en 2010 hubo
un feminicidio cada una hora, 57 minutos y 43 segundos, lo que se
tradujo en que ese año se cometieran 4,5 homicidios por cada 100.000
mujeres.
Para este año, la proyección en Brasil es de 4.717 feminicidios
Pero la
violencia contra la mujer es mucho más, recordó Leão, que citó otras
expresiones como la simbólica, la psicológica, la económica o la
sexual. Contra todas ellas existe desde 2006 una ley que tipificó este
tipo de delitos y estableció sus penas.
Se la conoce
como la Ley Maria da Penha, en reconocimiento a esta farmacéutica
maltratada por su marido, quien en 1983 intentó asesinarla dos veces,
la primera con disparos que le causaron una paraplejia irreversible.
Con apoyo de
Cladem, Penha interpuso una denuncia ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, que funciona en el marco de la Organización de
Estados Americanos. Fue el primer caso de violencia de género tratado
por esta instancia y concluyó en 2001 con el Estado brasileño
responsabilizado de negligencia.
Además de la
Cedaw, adoptada en 1979 por los miembros de la Organización de las
Naciones Unidas, el país también suscribió en 1994 la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra
la Mujer, conocida como la Convención de Belém do Pará, aprobada en esa
ciudad amazónica brasileña.
“¿Cómo podemos
convivir todavía con ese nivel de violencia contra las mujeres, pese a
casi 40 años de denuncias?”, se preguntó la especialista Télia Negrão,
de la Red Nacional Feminista de Salud, Derechos Sexuales y Derechos
Reproductivos.
A su juico, no
es posible establecer un perfil de las mujeres maltratadas, porque el
problema involucra a todas las clases sociales, razas y edades. “Todas
las mujeres, solo por su condición de género, son vulnerables y son
objeto de violencia”, explicó.
Pero Negrão,
también coordinadora del Colectivo Femenino Plural, destacó que el
grado de vulnerabilidad aumenta cuando se suma la desigualdad social,
la pobreza, la baja escolaridad, las menores oportunidades laborales,
los bajos ingresos y la residencia en zonas con elevada violencia.
“Esas mujeres
tienen pocos instrumentos sociales a los que recurrir. Sin algún grado
de autonomía, a la mujer le es más difícil salir de su situación de
violencia”, admitió. En agosto de 2013, la presidenta Dilma Rousseff
sancionó una ley que penaliza la violencia sexual. La norma obliga a
todos los centros de salud a atender a las víctimas y brindarles
tratamiento contra las enfermedades de transmisión sexual y el virus de
inmunodeficiencia humana.
También debe
proveerse a las víctimas de la píldora anticonceptiva de emergencia y,
en casos de embarazo, las víctimas tienen derecho a que se les realice
un aborto.
“La ciudadanía
es la realización de los derechos humanos. Logramos mucho, pero todavía
es poco”, argumentó Negrão, quien desde 1985 participa en el monitoreo
del cumplimiento brasileño de las convenciones internacionales.
En el informe
sombra para la Cedaw, “incluiremos hechos concretos (de discriminación)
que el Estado brasileño no va a incorporar, porque a ningún gobierno le
interesa exponerse en el plano internacional”, comentó Negrão.
En su reunión
de 2012, el Comité de la Cedaw hizo hincapié en dos puntos: la trata de
mujeres, para la que demandó medidas concretas, y la necesidad de una
legislación unificada en cuanto a la salud de las mujeres.
En un balance
divulgado a comienzos de octubre, la Secretaría de Políticas para las
Mujeres de la Presidencia destacó que las denuncias de trata aumentaron
en 1.547 por ciento durante el primer semestre del año, en comparación
con el mismo periodo de 2012.
Entre enero y
junio la línea 180 de atención a las víctimas recibió 263 denuncias, de
las cuales 173 se refirieron a casos internacionales y el resto a
locales. En 34 por ciento de ellos, había riesgo de muerte para la
víctima.
“La velocidad
de las medidas relacionadas con la trata son muy lentas y las
respuestas también. No tenemos actualmente capacidad de medir la
magnitud del problema”, denunció Negrão.
Estela
Scandola, quien integra el Comité Nacional de Lucha contra la Trata de
Personas como representante de la sociedad civil, dijo que el país no
ha conseguido poner en práctica una política de Estado para enfrentar
este delito.
“Contamos con
una política del gobierno mediante un decreto. Necesitamos la presión
externa. La trata de personas es en sí misma una denuncia sobre las
fallas del proceso de desarrollo de un país”, afirmó.
A su juicio,
la sociedad civil tiene el papel de “denunciar esas fracturas” del
Estado brasileño en la instrumentación de políticas apropiadas contra
el delito.
“La impresión
es que hay lentitud para que las cosas pasen. La burocracia no tiene
fin”, criticó al referirse a la demora en la implementación del Segundo
Plan Nacional de Lucha contra la Trata de Personas y de la propia
creación del Comité Nacional para atender el problema, estancada por
falta de fondos.
Scandola
adelantó que el informe que la sociedad civil presentará ante el Comité
de la Cedaw señalará la ausencia de una política adecuada.
A su juicio,
las autoridades tienen cómo anticiparse y prevenir la trata allá donde
haya mayores posibilidades de que el delito se propague, como en las
grandes obras de infraestructura que se desarrollan en el país y que
atraen a grandes contingentes de personas trabajadoras.
Foto: Archivo AmecoPress.
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