Hace 24 años, 14 mujeres fueron asesinadas por un hombre que odiaba al género y especialmente a las feministas. La matanza de Montreal actualizó varios dilemas, especialmente el de la violencia hacia las mujeres. No mucho tiempo después de esta sangría, dos psicólogas, Esperanza Bosch y Victoria Ferrer (Universitat de les Iles Balars) confirmaban, luego de años de investigación, el origen ideológico del comportamiento violento contra las mujeres.
Hannah Arendt propone en su libro Los orígenes del totalitarismo un camino de lectura. Para “comprender”, dice, hay que responder a tres preguntas: ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué sucedió? y ¿Cómo ha podido suceder?
¿Qué sucedió el 6 de diciembre de 1989 en la Universidad Politécnica de Montreal?
Un joven de 25 años, Marc Lépine, tomó una escopeta, fue a la Universidad y mató a 14 mujeres estudiantes (de entre 20 y 31 años), hirió a 9 más y a 4 hombres. Luego de consumada la masacre se suicidó. Entre sus manos encontraron una carta en la que explicaba por qué lo había hecho. Marc Lépine odiaba a las mujeres, y a las feministas en especial. En su misiva había una lista de 19 mujeres destacadas de su comunidad, casi todas dedicadas a ocupaciones no tradicionales, incluidas la primera mujer bombero y la capitana de la policía de Montreal. Pensaba matarlas a todas. Adujo que no pudo hacerlo por falta de tiempo. “La falta de tiempo, puesto que he empezado muy tarde -explicó-, ha permitido a estas feministas radicales sobrevivir”. Fue así que se ocupó de eliminar a quienes tenía a mano y estaban más indefensas: a las mujeres que le refrescaban su reciente fracaso como ingresante en la Politécnica de Montreal, todas alumnas de la carrera de ingeniería.
Efectivamente, Marc Lépine no había sido admitido como estudiante de este centro académico. Era su segundo fracaso puesto que, tiempo antes, tampoco había sido admitido en las filas de las Fuerzas Armadas Canadienses.
Culpó de sus fracasos a las mujeres. Si él no estaba “adentro” era porque alguna mujer lo había desplazado. Su punto ciego le dictaba que ellas eran el principio y el fin de su infelicidad. Y el 6 de diciembre fue el paroxismo de su ira.
“Por favor- decía en su carta-, tomen nota de que si estoy cometiendo suicidio no es por razones económicas... sino por razones políticas. Por eso he decidido matar Ad Patres ( a los padres), las feministas que han arruinado mi vida... las feministas siempre han tenido el talento de irritarme. Ellas quieren retener las ventajas de ser mujer.... mientras tratan de arrebatar aquellas de los hombres... Son muy oportunistas ya que descuidan el provecho del conocimiento acumulado por los hombres a través de los siglos...” Hablaba de su suicidio, no de su matanza.
Luego del estupor, siguió un conmovedor y multitudinario entierro de las víctimas en la catedral de la Universidad. Luego del estupor, el análisis.
¿Por qué sucedió?
En toda la historia oficial de Canadá no había ocurrido hecho semejante. Es una de las peores tragedias que registra ese país desarrollado, esa ciudad bella, cosmopolita y sofisticada. Esta cualidad de lo inédito atravesaba la información y entraba y salía de los hechos con una invariable perplejidad. ¿Por qué sucedió? ¿Cómo fue posible en este tiempo y este espacio?
Desde la Revolución Silenciosa de Québec en los ‘60, las mujeres que vivían en Canadá acumulaban importantes conquistas en sus derechos. En 30 años era evidente que habían ocupado espacios tradicionalmente destindos a los hombres, como en la Êcole Polythecnique du Montreal. Este país contaba con lo más avanzado de la legislación sobre género y su sociedad no podía salir de su asombro por lo que había ocurrido allí. Justamente allí.
Pero ocurrió...
Y a la perplejidad siguieron las dudas: ¿Se trataba de un acto irracional perpetrado por un loco? O bien ¿Se trataba de un feminicidio? ¿De un acto de rebosante lógica siniestra y oscura racionalidad?
La razón busca comprender, ensaya respuestas. Primero fue en busca de la biografía del asesino. Sin dudas se trataba de una persona con algún problema mental. Había sufrido abusos cuando niño, pero además era un adicto a películas bélicas (este dato sacó el foco de su individualidad y lo colocó fuera, en la influencia de los medios masivos de comunicación sobre personalidades complejas)
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