Por Emilio Godoy
El procesamiento del néctar del maguey permite a indígenas de San Andrés Daboxtha aumentar sus ingresos. Crédito: Emilio Godoy/IPS | |
"Tiene que hervir mucho, para que se consuma el agua y quede el jarabe", explicó a Tierramérica la otomí Rómulo, de 45 años edad, sobre la conversión del aguamiel o néctar del maguey (Agave atrovirens) en jarabe, similar a la miel.
Rómulo es una de las fundadoras de la cooperativa Milpa de Maguey Tierno de la Mujer, integrada por 22 mujeres y un hombre que cosechan esta cactácea en la comunidad de San Andrés Daboxtha sobre una extensión de 73 hectáreas en esta localidad, ubicada unos 120 kilómetros al nordeste de la capital de México.
El cultivo del maguey y la obtención de sus derivados se han convertido en la principal fuente de ingresos de los indígenas otomíes en el central estado de Hidalgo, que los complementan con la cosecha de maíz, la crianza de ovinos y proyectos de turismo ecológico.
"Ha sido un proceso muy largo, han aprendido en muchos campos. Se han capacitado y han fortalecido la organización. Ellas mismas realizan la comercialización", explicó a Tierramérica Jocelyne Soto, delegada de la organización no gubernamental Enlace Rural Regional (Errac), surgida en 1988 para impulsar iniciativas productivas en zonas marginales.
Errac, que también tiene presencia en los estados de Querétaro, en el centro de México, y Oaxaca, en el sur, ha apoyado a la cooperativa desde 1989, cuando empezaron a reforestar con maguey y lechuguilla (Agave lechuguilla) la zona, caracterizada por la carencia de agua.
El maguey, que no necesita mucho líquido para crecer, se siembra mayoritariamente en Hidalgo y en el vecino estado central de Tlaxcala, sobre una superficie de unas 6.000 hectáreas con unos 12 millones de plantas, según cifras de la Secretaría (ministerio) de Agricultura y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
El jarabe de agave, elaborado con el aguamiel extraído de la planta, es un endulzante 1,4 veces más efectivo que el azúcar refinado, rico en fibra y proteínas. Además, la fructosa que contiene no estimula la secreción de insulina digestiva como otros edulcorantes.
El néctar citado fue el más consumido por los pueblos originarios previamente al arribo de los conquistadores españoles al territorio que hoy ocupa México, por considerársele también un remedio energético.
Los indígenas usaban la mayor parte del aguamiel para fabricar la bebida, sustituido luego por los españoles por el azúcar de caña.
"Desde hace muchos años, el maguey es una fuente importante de ingresos", indicó a Tierramérica el académico Francisco Luna, de la estatal Universidad Tecnológica del Valle del Mezquital.
En México hay aproximadamente cinco millones de familias que se desempeñan en la economía campesina, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Hacia 1995, las sembradoras buscaron mejores opciones productivas, debido a que el pulque, una bebida tradicional proveniente de la fermentación del jugo extraído de raspar el corazón del maguey, había sido desplazado por otros elíxires. Así se capacitaron para a aprender a sacar el aguamiel y elaborar el jarabe.
Con personalidad jurídica desde 2000 y un sello ecológico de la alemana Certification of Environmental Standards, las mujeres operan una planta con una capacidad instalada de una tonelada semanal y cuyas estufas se alimentan con espejos solares y gas. Su principal destino de venta es la zona centro del país y el norteño estado de Sonora.
El jugo puede ser extraído a partir de que la planta llega a los 10 años de vida y se raspa dos veces al día. El néctar de la mañana se transforma en el jarabe y el de la tarde se destina a la producción de pulque.
De cada 10 litros de aguamiel se obtiene uno de jarabe. Diariamente, las cooperativistas cuecen entre 400 y 500 litros de la materia prima.
"Estos días no hemos tenido pedidos, pero ya tenemos producto embodegado para enviar en cuanto nos avisen", informó Rómulo, quien también siembra maíz, avena y fríjol.
En Hidalgo han surgido varias cooperativas de cultivadores de maguey, que se han enfocado en la generación de valor agregado y en aprovechar un mercado creciente.
La ventaja del maguey es que se aprovecha en su totalidad, desde las largas hojas, conocidas como pencas, hasta el aguamiel.
"Necesitamos más infraestructura. A pesar de los esfuerzos, el proyecto aún no es sostenible", señaló Soto. Este año que comienza, la cooperativa quiere ampliar la planta, para lo cual necesitan unos 13.000 dólares.
La organización suiza Globosol les concedió un crédito blando en 2006 por 15.000 euros (unos 20.130 dólares actuales) para instalar espejos solares, con los cuales se convirtieron en el primer emprendimiento en usar energía de esta fuente para el proceso alimentario.
"Las iniciativas industriales son pocas. El apoyo gubernamental es insuficiente y se puede aprovechar mejor el mercado", apuntó Luna.
* Este artículo fue publicado originalmente el 29 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
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