Ilustración: Pe Aguilar / @elesepe1
La crisis generalizada que está viviendo el país se habrá de profundizar por la terquedad del “gobierno” de Enrique Peña Nieto en continuar una estrategia que va al fracaso, como lo patentiza la marcha atrás en la reforma educativa, medida atinada si tomamos en cuenta que más que orientada al sector educativo, se trata de una contrarreforma laboral que atenta contra los legítimos derechos de los profesores. Es un hecho que de mantener el fundamentalismo del mercado como eje de las políticas públicas, lo único que habrá de lograr el régimen será agravar los problemas de todo tipo que tienen a los mexicanos al borde de la desesperación y de la pérdida de confianza en el futuro.
Según Peña Nieto, los empresarios son el “motor del desarrollo económico y social de México”, cuando en realidad son quienes se han aprovechado de un modelo antidemocrático que ha incrementado la pobreza y la desigualdad, como en ningún otro país de América Latina. En su particular visión de México, el inquilino de Los Pinos afirma que en los últimos 30 años el país experimentó transformaciones políticas y democráticas, pero en este lapso la economía no generó los empleos y oportunidades que demandaban las familias mexicanas. Pero llegó él y la situación empezó a cambiar, aunque no nos damos cuenta porque “por la cotidianidad se pierden visión y perspectiva”.
Considera como signo de recuperación y desarrollo la apertura de centros comerciales en el país, cuando en realidad es la demostración concreta del proceso de monopolización del sector comercio que está acabando con las pequeñas y medianas empresas. Así lo demuestra el extraordinario documento elaborado por el Consejo Nacional de Universitarios por una Nueva Estrategia de Desarrollo, el cual fue hecho público el jueves 28 de abril. Es oportuno citarlo para una mejor comprensión de la realidad: “Después de la adhesión de México al GATT (hoy OMC), el gobierno mexicano emprendió una carrera negociadora de tratados de libre comercio, comenzando por el TLCAN… Pero esto no trajo consigo mayor desarrollo económico sino al contrario: en 1990 México ocupaba el lugar 45 entre 189 países del mundo según su PIB per cápita medido a paridad de poder adquisitivo; en 2013 descendió al lugar 66”.
Más adelante indica que hasta los primeros años del siglo pasado, los países europeos hoy desarrollados tenían elevados niveles de desigualdad, “pero en el transcurso de dos décadas lograron reducir drásticamente la desigualdad mediante el establecimiento de generosos estados de bienestar basados en impuestos progresivos sobre el ingreso”. Recuerda que todavía en 1960, el PIB per cápita medido en dólares constantes de 1990, corregidos a paridad de poder adquisitivo, era similar al que México tiene actualmente: 7 mil 979 dólares (2008). El de Francia era de 7 mil 398 dólares; el de Alemania de 7 mil 705 dólares; el del Reino Unido de 8 mil 645 dólares.
¿Qué fue lo que ocurrió? La respuesta es que “rompieron las trampas de inequidad y abrieron los cauces de un desarrollo económico más acelerado mediante un mercado interno más dinámico, una población con mayor escolaridad, más saludable y socialmente cohesionada. Lo mismo han hecho los demás países hoy desarrollados, incluidos los de nueva industrialización, como Corea del Sur que logró romper su trampa de inequidad a través de una singular coalición de fuerzas políticas y sociales pro-bienestar que se montó en la ola de la democratización”.
En cambio, en México el régimen tecnocrático neoliberal está montado en el potro de hierro de una inequidad cada día más terrible, al extremo de que ahora somos el país más desigual de América Latina, junto con Honduras y Haití. Pero Peña Nieto sigue creyendo que con semejante modelo los mexicanos vamos a salir del pantano en el que nos sumieron las políticas públicas basadas en el fundamentalismo del mercado. Es obvio que así como vamos nuestro país no tiene futuro, porque muy pronto sería tragado por el lodazal de la corrupción, la violencia y la inequidad galopante.
Según Peña Nieto, “nos ocupa asegurarnos que esas reformas (las estructurales) se materialicen plenamente, que se traduzcan en lo que buscamos: escenarios de bienestar y de oportunidad para más mexicanos”. Lo único que habrá de conseguir con su fundamentalismo reaccionario será amacizar las condiciones para un gran estallido social. Lo paradójico es que aún las hay para salir de la trampa en que nos metieron los tecnócratas hace tres décadas, como aseguran los miembros del Consejo Nacional de Universitarios. Pero eso es tema de otra colaboración.
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