Gabriela Rodríguez
La
mitad de los embarazos en México no son planeados, la mayoría terminan
en aborto, una tercera parte en nacimientos no planeados y cerca de 10
por ciento en abortos espontáneos; estas son algunas de las
conclusiones del estudio realizado por la demógrafa Fátima Juárez ( Embarazo no planeado y aborto inducido en México, Guttmacher
Institute y El Colegio de México, 2013). La tasa de abortos se calcula
en más de un millón cada año, un dato paralelo a la baja reciente de
prácticas preventivas entre adolescentes: después de haberse duplicado
el uso de anticonceptivos de 1976 a 1992, en las últimas décadas se
acusa un estancamiento en todo el país vinculado a la falta de campañas
e insumos.
Con excepción del Distrito Federal, donde el uso de
anticonceptivos aumentó en los grupos de 15 a 19 años, es también el
único territorio donde es libre el acceso a la interrupción del
embarazo por decisión de la mujer, antes de la 12 semana de gestación.
En el resto del país la legislación es restrictiva: en todos los
estados está despenalizado por violación, en 25 para salvar la vida de
la embarazada, en 12 cuando el embarazo pone en riesgo su salud, en 13
por anomalías fetales y en Yucatán por razones económicas. Pero en el
interior del país las mujeres que cumplen las causales enfrentan
dificultades y barreras que les impiden conseguir un procedimiento
legal, permanece el estigma y faltan protocolos que obliguen a los
funcionarios a garantizar el derecho a la interrupción legal del
embarazo (ILE). Restringir el aborto no evita que suceda: muchas
mujeres recurren a servicios clandestinos, las tasas de aborto son más
altas, casi el doble que en regiones desarrolladas y el grupo de edad
con mayor recurrencia es el de 20-24 años. Una cuarta parte de las
mujeres rurales no reciben atención hospitalaria adecuada, contra 10
por ciento de las mujeres urbanas no pobres. Las ILE practicadas en el
DF casi no presentan complicaciones.
Otro estudio de Catherine Menkes y
Leticia Suárez confirma que conforme mejoran las condiciones
socioeconómicas existe mayor posibilidad de que el embarazo sea no
deseado y de que se interrumpa. Las mujeres pobres reproducen y
naturalizan el patrón de embarazos tempranos porque no tienen
oportunidades de continuar su desarrollo personal, ser madre es la
única valoración que reciben en su medio social, muchas de las cuales
ya están unidas a los 16 o 17 años, por eso no es fácil afirmar si en
tales casos estamos frente a
embarazos deseados; aun dentro de estos estratos, casi la mitad de los embarazos se declaran como no deseados. En este estrato muchas llevarán su embarazo a término y experimentan una maternidad involuntaria (
El embarazo de los adolescentes en México: ¿es deseado?, Coyuntura Demográfica número 14, julio 2013). La mayoría de las embarazadas menores de 15 años han sido víctimas de violación, abuso sexual o matrimonio forzado.
Hace falta difundir los efectos del aborto y de la maternidad
involuntaria en la salud mental. Desde 1989, la American Psychological
Association y la American Psychiatric Association concluyeron que el
aborto legal no crea daño sicológico. Algunos efectos emocionales del
aborto son relativamente benignos: para algunas mujeres representa una
experiencia de maduración, la mayoría tendrá hijos más tarde. Quienes
acceden a un aborto suelen tener mayor autoestima que las que se niegan
a terminar un embarazo no deseado, la depresión post aborto es menor,
se presenta en 20 por ciento de casos, mientras que la depresión post
parto ocurre en 70 por ciento de las madres.
Seis meses después del
aborto o del parto la experiencia se asimila. El efecto más severo se
observa en quienes dan en adopción: 95 por ciento de quienes dieron en
adopción un hijo no deseado presentan angustia y sentimientos de
pérdida, hasta 15 años después de haberlo hecho. Los factores
relacionados con efectos severos son cuando el aborto es forzado ante
un embarazo deseado, por retraso al solicitar el aborto, cuando hay
problemas siquiátricos pre existentes, y si la mujer tiene una
percepción conflictiva hacia el aborto o ante la situación de
ilegalidad. Es importante también revisar qué pasa con la maternidad
involuntaria. La depresión post parto puede tener efectos adversos en
madres que no deseaban serlo: estudios longitudinales reportan efectos
negativos en el desarrollo del hijo no deseado, incluyendo baja calidad
de relación a lo largo del ciclo de vida, efectos negativos en el
desarrollo, incluyendo deterioro en el desarrollo motor y baja
autoestima (Wisner et al.,
Postpartum depression: a major public health problem, JAMA, 296 (21), 2006.
Una
política de población integral tendría que tomar en cuenta la necesidad
de impulsar trabajos conjuntos entre los sectores educativo y de salud:
crear además de campañas de prevención del embarazo no deseado, de
difusión de los derechos reproductivos, incluyendo las causales del
derecho al aborto en los libros de texto; fortalecer la formación en
educación sexual de docentes y de personal de salud, además de
articular los programas de salud sexual y reproductiva con los de
ampliación de cobertura de la educación media y superior, con los del
derecho a la vivienda, a la capacitación y al trabajo, e inclusive con
los programas contra la violencia y la delincuencia.
Habría que preguntarse si el número de 1.6 millones de casos de
niños abandonados en México es producto de esos embarazos no planeados
o no deseados, y si no lo es también el de los 1.5 millones de niños
desnutridos de 0 a 5 años, si ese 7 por ciento de niños que reportan
maltrato en su casa (Consulta Infantil del IFE 2012) son explotados por
la familia, si no son víctimas de trata, o reclutados en la
delincuencia y en el crimen organizado.
Twitter: @Gabrielarodr108
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