Carlos Bonfil
Escena de la película de Ulrich SeidlFoto cortesía de la Cineteca Nacional
Días perros. Conclusión de una trilogía llamada Paraíso, suerte de disección inclemente de los prejuicios morales y comportamientos extremos en la sociedad austriaca, Paraíso: esperanza, de Ulrich Seidl, sorprende por un tono mucho más mesurado que el de las entregas anteriores.
La sátira social y la crudeza visual de Paraíso: amor y Paraíso: fe,
ceden el paso, al menos en apariencia, a una mirada más generosa y
benevolente, como si luego de la desolación antes descrita hubiese hoy
un espacio mínimo para la esperanza.
Seidl ha tomado a una familia como microcosmos social, y a algunos
de sus miembros como figuras emblemáticas de una nación atrapada en
viejas obsesiones y manías, y en prejuicios difíciles de erradicar.
Teresa era en Paraíso: amor la rubicunda turista en Kenia
enfrentada a la miseria de una explotación sexual, de la que era
primero beneficiaria y después víctima perpleja.
Anne Marie, a su vez,
era en Paraíso: fe, una fanática religiosa obsesionada con la
flagelación de la carne como una vía para la redención de pecados jamás
cometidos y una improbable salvación eterna. En Paraíso: esperanza, la radiografía de las perversiones se ha modificado: en un campamento de dietas, suerte de weight watchers juvenil, un grupo de adolescentes con sobrepeso libran la batalla contra la obesidad.
El
realizador explora ahí la pasión desafortunada de Melanie, de 13 años,
por su atractivo doctor quincuagenario, ya no desde el habitual esquema
del abuso sexual de un adulto a una adolescente, sino desde el obsesivo
acoso de esta última a un adulto cada vez más a la defensiva.
La noción de una baja autoestima evidente y de un despertar sexual
por lo menos angustiante, propician el clima favorable no para una
perversión manifiesta, sino para algo más insidioso aún, el desasosiego
moral de la adolescente que posiblemente llegará a la edad adulta con
los trastornos síquicos y emocionales de su madre y tía en las primeras
dos partes de la trilogía.
Así, la cinta cierra su periplo con un final elocuentemente abierto.
La aparente conmiseración del cineasta es sólo una malicia más
refinada. En los paraísos del director austriaco no hay nunca un lugar
bien definido para la esperanza.
Se exhibe en la Cineteca Nacional, sala 1, a las 12:00, 16:30 y 21:00 horas.
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