Begum, de 47 años y madre de dos hijos, las intenta convencer de que, si los hombres pueden cultivar y hacer dinero, ellas también.
Begum lidera uno de los Grupos de Interés Común (GIC), que reúnen a mujeres interesadas en la agricultura en este país de Asia meridional, en el que aún pocas de las que viven en el campo trabajan fuera de sus hogares y, cuando lo hacen, suele ser como jornaleras.
Ella se especializa en la capacitación sobre el uso de fertilizantes naturales para maximizar cultivos. Begum y otras nueve agricultoras visitaron Vietnam el año pasado, un país conocido por su eficiencia en las cosechas.
“Es un sentimiento maravilloso”, dijo sonriente a IPS en el patio de su hogar en la aldea de Islampur, en el norteño distrito bangladesí de Rangpur.
Este año capacitó a una decena de integrantes de los GIC en el área de Pairabond, en Rangpur, a 255 kilómetros de Dacca, y asegura que cada vez mujeres muestran interés en las nuevas prácticas de cultivo.
Los GIC, formados con la ayuda de oficinas agrícolas locales, son parte del Proyecto Nacional de Tecnología y Agricultura, destinado a mejorar la productividad y la seguridad alimentaria de Bangladesh.
El Proyecto, por 82,6 millones de dólares, fue diseñado y financiado en forma conjunta por el Banco Mundial, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el gobierno bangladesí.
“Es absolutamente increíble”, dijo el jefe de evaluación y supervisión del Proyecto, Mizanur Rahman. “Más de dos millones de agricultores, 30 por ciento de los cuales son mujeres, están adoptando ahora nuevas técnicas en áreas piloto de los distritos noroccidentales”.
Rangpur es conocida por la buena calidad de sus cereales y vegetales, gracias a la calidad del suelo. Todo el país depende de los granos producidos en esa región.
Tradicionalmente, las mujeres de este país han estado más dedicadas al trabajo en el hogar que a la agricultura.
Un estudio titulado “Economic contribution of women in Bangladesh” (Contribución económica de las mujeres en Bangladesh), realizado en 2008 por la Oficina de Estadísticas, señala que apenas 21 por ciento de las bangladesíes participaban de actividades agrícolas, contra 78 por ciento de los hombres.
Esta nueva capacitación gratuita también procura promover el emprendimiento.
“Al comienzo tuvimos dificultades para convencer a las mujeres de que invirtieran más en agricultura. Nosotros les demostramos que podían adoptar nuevas tecnologías y así tener beneficios”, dijo Sarwarul Haque, funcionario agrícola en el subdistrito de Mithapukur.
En los CIG, las mujeres aprenden nuevas técnicas que incluyen el uso de arroz aromático resistente a sequías y de gran rendimiento, de compost en base a lombrices y de semillas de tomates para toda temporada que mantienen al cultivo libre del virus amarillo.
Rowshan Ara, una exitosa productora en Pairabond, dijo a IPS: “Cuando comenzaron las demostraciones en la aldea de Islampur, casi no había mujeres interesadas en la agricultura”.
“Hoy, de los alrededor de 5.500 habitantes de Islampur, 1.200 son campesinos, y más de 40 por ciento mujeres”, añadió.
Antes de integrarse a los GIC, muchas bangladesíes eran jornaleras, y ganaban apenas unos 50 takas (88 centavos de dólar) por 10 horas diarias de trabajo físico, plantando y cosechando arroz.
Una jornalera puede ganar un máximo de 1.500 takas (20 dólares) al mes.
Pero la mayor participación femenina en la agricultura ha cambiado las reglas. Una mujer ahora puede ganar entre 54 y 100 dólares al mes cultivando cereales de calidad, que tienen una gran demanda en el exterior.
La campesina Momena Begum, de 42 años, explicó: “Yo elegí (capacitarme en la elaboración de) compost en base a lombrices, y para fines del año pasado hice ventas por 4.500 dólares. Logré una ganancia de casi 30 por ciento”.
El compost de lombrices se hizo muy popular, ya que es más barato que los químicos (menos de 25 centavos de dólar el kilo). Otra práctica muy popular es la producción de semillas resistentes a las plagas.
“Yo aprendí cómo producir fertilizantes naturales en base a jacintos de agua descompuestos. Esas plantas son abundantes, así que no se necesitan hacer grandes inversiones”, explicó Parul Sarkar, vecina de Momenta Begum en Pairabond.
Este fertilizante asegura un rendimiento 150 por ciento superior al de los químicos. “Con una pequeña inversión pude comenzar a proveer al mercado local”, señaló.
Sarkar ganó más de 380 dólares con la venta de fertilizantes naturales en el primer trimestre de este año. Su esposo, en cambio, obtuvo 90 dólares trabajando en las cosechas.
Cada vez más mujeres se integran a los GIC. En 2009 había menos de 20 grupos en Mithapukur, y ahora son más de 240.
La adopción de nuevas técnicas agrícolas tiene un enorme impacto. Los comerciantes e intermediarios prefieren vender los fertilizantes naturales.
“Las papas y los tomates cultivados con fertilizantes naturales se ven más saludables y brillantes”, dijo Raja Miha, mayorista en el distrito de Bogra. “Uno puede notar la diferencia”.
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