Toda imagen es pornográfica
Fredic Jameson
Teniendo como fondo imágenes surgidas de filmes post-porno, Diana J. Torres, mejor conocida como Diana Pornoterrorista sube
al escenario con una serie de catéteres atravesando la parte superior
de sus cejas, se desnuda e invita a quien lo desee a quitarse la ropa y
tomar asiento en el suelo y así dar inicio a su último performance de
pornoterrorismo en la Ciudad de México, realizado el pasado 15 de
noviembre en el Foro Alicia.
Heredera del activismo político y artístico de Annie Sprinkle, Lydia
Lunch, Wendy O. Williams, Virginie Despentes, la teoría queer, el punk,
y todas aquellas propuestas surgidas de la marginalidad que buscan
reapropiarse del cuerpo, la artista madrileña, Diana Pornoterrorista,
acuñó el término de pornoterrorismo para hablar de las sexualidades
subversivas, y denunciar las prácticas normativas impuestas de la
sexualidad en la sociedad.
Con un discurso feminista que tiene como fin reapropiarse del
cuerpo, especialmente el femenino, cooptado por los discursos
represivos de la ciencia médica, el Estado, la Iglesia y los medios de
comunicación, el accionar político de Diana es una respuesta al sistema
machista, capitalista, homófobo y heterosexista contemporáneo.
Sin duda la sola mezcla de los conceptos porno y terrorismo ya causa
desconcierto, aunado a la genitalidad expuesta de la artista en su
performance, lo que es una afrenta hacia las convenciones sociales.
Pero a todo esto ¿qué es el post-porno? Y de qué manera se inscribe en
él, el pornoterrorismo del que habla Diana.
El concepto de post-porno fue utilizado en 1990 por primera vez por
la ex artista porno y ahora educadora sexual Annie Sprinkle, al titular
su performance “Post-Porn Modernist”, y cuestionar la representación
del sexo y el placer. El post-porno se resiste a reproducir en las
prácticas sexuales, los roles y representaciones tradicionales de lo
que se supone deben ser hombres y mujeres.
Sus producciones son autogestionadas, invita a tod@s a participar y
no excluye por forma de cuerpo, género, y/o prácticas sexuales,
deconstruye la división binaria femenino/masculino, buscando los
intersticios donde las categorías se deshagan, en contraposición con la
pornografía comercial heterosexual en que el hombre es activo y la
mujer sumisa y tan sólo se repiten los estereotipos.
De las acciones más polémicas de Diana y que le valieran ser
conocida ampliamente fuera del Estado español, fue cuando en la Navidad
de 2008 en la Basílica de San Pedro del Vaticano, junto con el
colectivo VideoArmsIdea colocaron grabadoras con sonidos de gritos,
gemidos y jadeos, detrás del altar de la Virgen del Santo Socorro y en
la tumba del Papa Pio XII, lo que generó sorpresa entre los turistas
ante el aparente milagro de escuchar gemir a los santos.
El atentado fue una respuesta artística a la represión que hace la
Iglesia católica a la sexualidad. “La sexualidad es una puerta
liberadora del pensamiento y la Iglesia la reprime”, señaló Diana en
ese entonces.
Es de esta manera que el pornoterrorismo del que habla en su libro
Pornoterrorismo, Diana busca hacer reflexionar sobre los cuerpos a
través de la sátira ya que como dijera en una entrevista: “Yo no creo
en las revoluciones carentes de humor”.
Sin embargo este tipo de acciones tan sólo es una de las varias
caras de las manifestaciones del pornoterrorismo a favor de expandir
las libertades sexuales, donde la imagen del sexo y la violencia
mezclado en su cuerpo femenino resulta subversivo.
A lo largo de los cerca de 30 minutos que duró la acción de Diana a
la cual asistí, invitó al público a preguntarse cuáles eran las partes
de su cuerpo que menos les agradaban, cuestionar al sistema que impone
que tal o cual cuerpo es más o menos atractivo, leyó poesía en que
denuncia el maltrato contra los cuerpos que se salen de la norma, tal y
como sucede con los transexuales.
En suma y lo más sorprendente fueron el squirting, eyaculación femenina, de Diana después de un prolongado fisting, introducción de la mano en la vagina para provocar el orgasmo, mientras leía un poema de su autoría, sumado al posterior spanking,
golpear con fines eróticos el cuerpo, en este caso causando sonidos al
convertir su cuerpo en un instrumento de percusión tras introducir un
micrófono en su vagina.
El trabajo de Diana es con su cuerpo y desde el cuerpo, lo que la
lleva a cuestionar la apropiación que ha hecho el sistema de los
cuerpos femeninos y masculinos, abriendo distintas posibilidades a la
construcción y apertura a distintas prácticas sexuales y
representaciones corporales que deconstruyen la versión clásica de la
pornografía.
Ante un performance de Diana Pornoterrorista. nadie queda indiferente.
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