El escenario que enfrentará Bachelet en el país no es el mismo de los años en que gobernó
Nada más llegar a la presidencia en 2006, sus credenciales no pudieron ser más claras: “Soy mujer, socialista, divorciada y agnóstica”
Santiago
de Chile, 20 nov. 13. AmecoPress/SEMlac.- Tras el triunfo de Michelle
Bachelet en las elecciones presidenciales chilenas el pasado domingo,
17 de noviembre, por segunda vez en la historia del país la autoridad
máxima será una mujer. ¿Implicará esto cambios concretos que mejoren la
vida de las mujeres en Chile?
Bachelet
en la presidencia se traduce en sacar a la derecha del poder y gobernar
con un apoyo más amplio que en su anterior gobierno, pues ahora es
respaldada por la Nueva Mayoría. Este nuevo pacto agrupa a los partidos
de la otrora Concertación, a los que se suma el Partido Comunista, la
Izquierda Ciudadana, el Movimiento Amplio Social e independientes de
izquierda, si bien en términos parlamentarios estas organizaciones
tienen un porcentaje muy bajo de incidencia.
El comando de
la Nueva Mayoría planteó sus propuestas, las mujeres esperan más que
hace siete años —cuando comenzó el primer gobierno de Bachelet— y las
feministas opinan respecto a lo que le falta al programa para que este
periodo sea de avances reales.
El escenario
que enfrentará Bachelet en el país no es el mismo de los años en que
gobernó: el movimiento estudiantil de 2011 fue el icono de la
transformación política de Chile y puntal de una serie de
movilizaciones sociales que demandan un modelo social, político y
económico más justo, y la necesidad de tener una constitución
democrática, ya que la actual es heredada de la dictadura pinochetista.
Las otrora tranquilas calles se han vuelto espacio de marchas y
protestas que exigen cambios urgentes. Y para las mujeres sucede lo
mismo.
Demandas de las mujeres
La Encuesta
Nacional "Percepción de las Mujeres sobre su situación y condiciones de
vida en Chile 2013?, realizada por la Corporación Humanas, reveló la
pasada semana que las mujeres cada vez más están de acuerdo en derechos
como el aborto, la sexualidad libre y la paridad en cargos de
representación política.
Ante la
pregunta ¿cuáles son las medidas más urgentes que debería tomar el
próximo gobierno?, los resultados principales fueron: mejorar la salud
(70%); entregar mejores pensiones (63%) y asegurar educación gratuita y
de calidad para todos los niveles (53%).
Esos tres
temas se transformaron, radicalmente, con la imposición del modelo
neoliberal en la dictadura pinochetista (1973-1990), cuando la salud y
la educación se privatizaron, se le quitaron recursos al sistema
público y las pensiones dejaron de ser recursos puestos de manera
solidaria y tripartita, entre Estado, empleador y personas empleadas.
Todo ello ha resultado en un sistema de pensiones ostensiblemente bajas
que, en muchos casos, se acaban en plena vejez.
Entre otras
medidas urgentes para el próximo gobierno, las entrevistadas
identificaron las de generar más y mejores empleos (32%), prevenir la
violencia (23%), una nueva Constitución (15%), nacionalizar recursos
naturales (14%) y legalizar el aborto (10%).
El estudio
indicó que 84 por ciento de las mujeres está de acuerdo con legalizar
el aborto cuando corre riesgo la vida de la madre y 80 por ciento en
caso de violación y de malformaciones fetales incompatibles con la
vida; mientras un tercio cree que el aborto debe ser legal en cualquier
circunstancia. Estas cifras se han incrementado respecto a las
opiniones vertidas ante esta misma encuesta en 2011.
Sobre derechos
sexuales y reproductivos en general, siete de cada 10 encuestadas
opinan que las mujeres pueden hacer lo que quieran con su vida sexual y
no están de acuerdo con el mito que las mujeres deben llegar vírgenes
al matrimonio; en tanto, seis de cada 10 manifiestan que pueden tener
sexo sin estar enamoradas y que la mujer es la que decide cuándo tener
hijos y cuántos.
Respecto a la
píldora del día después, ocho de cada 10 dicen que los consultorios
debieran entregar este fármaco cuando las mujeres lo soliciten. La
píldora ha causado gran debate en el país puesto que, a pesar de
poderse obtener de manera privada, cuando el sistema público la puso al
alcance de todas las mujeres, se alzaron voces en contra por
considerarla abortista.
Aunque la
pastilla del día después se aprobó legalmente en Chile, en la práctica
se entrega solo en los consultorios que pertenecen a comunas con
alcaldes que, en términos morales, están de acuerdo con este método
anticonceptivo.
En cuanto a la
paridad política, la encuesta de Humanas indica que 83 por ciento de
las chilenas está a favor de una ley que obligue a igual número de
hombres y mujeres en los cargos públicos y, sobre los derechos de las
personas homosexuales, 47 por ciento aboga por la posibilidad del
casamiento para parejas del mismo sexo y 40 por ciento cree que
debieran poder adoptar hijos.
Las propuestas
A las
expectativas de las chilenas, Bachelet respondió con un programa de
género en el que uno de los cambios más relevantes es una nueva
Constitución que incluya precisiones sobre equidad de sexo y género.
Sin embargo, no se ha pronunciado públicamente, de manera clara, sobre
la formulación de esta nueva carta fundamental, pese a las presiones de
la izquierda, que ha propuesto la necesidad de una Asamblea
Constituyente como paso previo para una Constitución verdaderamente
democrática.
Esta nueva
carta fundamental establecería el derecho de las mujeres a una "vida
libre de violencia física, psicológica, moral y sexual, tanto en el
ámbito público como privado" e indicaría que "es deber del Estado
adoptar las medidas necesarias para prevenir, eliminar y sancionar toda
forma de violencia de género, en especial la ejercida contra mujeres y
niñas".
De manera más
específica, propone duplicar el número actual de casas de acogida —48
actualmente-para proteger a mujeres víctimas de violencia grave y a sus
hijos e hijas, aumentar los centros de la mujer en las comunas con
mayores índices de violencia, reforzar el programa de atención
inmediata para cubrir los casos denunciados en un plazo de 48 horas y
capacitar a quienes trabajan en las estaciones de policía, el Poder
Judicial y la salud.
Respecto a la
paridad, con la cual cuatro de cada cinco mujeres estuvieron de acuerdo
según la encuesta de Humanas, la Nueva Mayoría ha propuesto que la
nueva Constitución incluya que le corresponde "al Estado favorecer el
igual acceso de mujeres y hombres a cargos de elección popular, así
como a puestos de responsabilidad profesional y social".
Para ello, aboga por reglamentar medidas de acción positiva, pero no especifica la manera en la que esta paridad se concretaría.
Otra propuesta
de Bachelet habla de avanzar desde el Acuerdo de Vida en Pareja,
propuesto por el actual gobierno para las parejas del mismo sexo, hasta
una regulación alternativa de estas relaciones, mientras se convocaría
a un debate abierto para la creación de un proyecto de ley de
matrimonio igualitario. Emplear el término matrimonio, y no otro, abre
posibilidad a futuras adopciones, lo que implicaría una real equidad
entre parejas hetero y homosexuales.
Otro punto
importante del programa de la Nueva Mayoría es garantizar el acceso a
sala cuna, jardín infantil y educación parvularia de jornada extendida
a todo hijo e hija de madre trabajadora. Actualmente, a las empresas
solo se les exige derecho a sala cuna si cuentan con más de 20 mujeres
empleadas, norma que transgreden las grandes empresas recurriendo a las
subcontrataciones, con lo que incumplen en la práctica con este derecho
y obligan a las mujeres a resolver por cuenta propia el pago por el
cuidado de los infantes.
Las feministas
Si bien hay
feministas entre las mujeres que trabajan con Bachelet, las que están
fuera de su círculo reciben con escepticismo y críticas las propuestas
de la líder de la Nueva Mayoría.
Para Soledad
Acevedo, de la Articulación Feminista por el Derecho a Decidir, el
programa no evidencia la diversidad de mujeres existentes, refuerza
estereotipos y se queda en enunciados al señalar lo que hará, pero no
de qué manera.
María Stella
Toro, activista de las Feministas Re-sueltas, señala como debilidad del
programa que siga restringiendo a las mujeres al espacio familiar y
doméstico, lo que les impide autonomía.
"Se sigue
reforzando los roles tradicionales, la sobrecarga en las
responsabilidades domésticas de cuidado y crianza, con énfasis en la
"mujer-madre-trabajadora", que somos la gran mayoría de las mujeres, y
sigue poniendo a ’la familia’ como núcleo principal asociado a las
mujeres", concuerda Acevedo.
Ambas
entrevistadas coinciden en que falta voluntad explícita para convocar a
una Asamblea Constituyente de la que surja una nueva Constitución y
creen que la ubicación de la violencia contra las mujeres en el punto
"Seguridad Ciudadana" impide comprenderla en toda su magnitud.
Acevedo
insiste en que los derechos sexuales y reproductivos apenas son
mencionados de manera general "sin abordar la discriminación que viven
los adolescentes, especialmente las mujeres, en la atención en los
consultorios; la denegación de acceso a información segura, métodos
anticonceptivos y Anticoncepción de Emergencia; las diferenciales de
género en la atención en salud, o el costo desigual en la salud privada
para las mujeres".
Este último
aspecto se vincula con que, en los servicios privados de salud, las
mujeres en edad fértil deben pagar mucho más para tener cobertura que
los varones de las mismas edades.
Toro, por su
parte, indicó a SEMlac que algunos problemas de salud mental tienen más
incidencia en las mujeres que en los hombres, lo que se relaciona con
la doble y triple carga que tienen la mayoría de las mujeres.
"Mientras no
haya medidas tendientes a redistribuir las tareas domésticas y a que
las mujeres puedan reapropiarse del uso de sus tiempos, será difícil
enfrentar de manera integral estas problemáticas, a las que se suma la
falta de reconocimiento del trabajo doméstico no remunerado y la
valorización del aporte humano y económico que hacen las mujeres
mediante el sistema doméstico de cuidados de la salud", señaló.
Una de las
críticas más fuertes desde el feminismo al programa de la Nueva Mayoría
se refiere al aborto, puesto que las tres causales enunciadas por ese
comando representan un número ínfimo respecto a las mujeres que se
realizan abortos inseguros. Al mantenerse la penalización del aborto en
casi la totalidad de los casos, la gran mayoría de las mujeres
continuará siendo criminalizada, sostuvo Toro.
Para Acevedo,
la propuesta mantiene la subordinación de las mujeres, en primer lugar,
al tutelaje de la decisión médica, a la condena moral y social y
presenta como principal objetivo de las mujeres la reproducción y la
maternidad. "Por supuesto, invisibiliza la libertad y autonomía de las
mujeres para decidir", insiste.
Para ella, la
penalización resulta, finalmente, en discriminación económica, ya que
quienes tienen recursos se realizan las interrupciones sin problemas,
fuera o dentro del país, mientras quienes carecen de dinero seguirán
siendo criminalizadas por ello.
Acevedo
remarcó la ausencia en el programa de las Convenciones y Tratados
internacionales que Chile ha suscrito, y en las que tiene materias
pendientes por responder, como el caso de la CEDAW (Convención para la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer) y la
negación a firmar el Protocolo Facultativo que ratifique este acuerdo
por parte del Estado chileno.
El amargo final de su primer mandato
Michelle
Bachelet es una mujer pionera. Nada más llegar a la presidencia en
2006, sus credenciales no pudieron ser más claras: “Soy mujer,
socialista, divorciada y agnóstica”. En un país conservador y
tradicional como es Chile, se convirtió en la primera ministra de
Defensa, fue la mandataria que estableció el primer gobierno paritario
y destacó entre las primeras mujeres que lograron llegar a través de
las urnas a la presidencia de una nación latinoamericana.
Se fue con más
de un 80% de aprobación ciudadana y con el país aún temblando por el
devastador terremoto del 2010. Si recordamos eses momentos, se viene a
la memoria la imagen de Bachelet en las horas posteriores al seísmo:
pegada a un teléfono, rodeada de nerviosos funcionarios en la sede de
la ONEMI (“Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior”)
y recorriendo en helicóptero, ya compungida, las amplias zonas
devastadas por el tsunami.
En Chile,
aquella noche del 27 de febrero todo falló en un país acostumbrado a
los temblores. Ya no es que los sistemas de alerta temprana se
activaran tarde… es que no se activaron. Y sólo quien sabía lo que
había que hacer, lo hizo… por su cuenta.
La última
comisión (hubo varias) que investigó la sucesión de hechos terminó como
se esperaba: en nada, con oficialismo y oposición enfrentados. Unos
acusando a Bachelet de ocultar información. Otros, considerando que el
objetivo final era atacar sin razón a la exmandataria.
Todos, eso sí,
de acuerdo en que la ONEMI y el SHOA, el “Servicio Hidrográfico y
Oceanográfico de la Armada”, cometieron errores imperdonables. Es la
certeza con la que Michelle Bachelet abandonó el país que había
presidido (2006-2010).
Bachelet era,
en estos comicios, la favorita desde el principio. Incluso desde el
mismo momento que abandonó el Palacio de la Moneda y emprendió viaje a
Nueva York para –en concreto- hacerse cargo de la dirección ejecutiva
de ONU-Mujeres y –en general- alejarse.
Biografía y país íntimamente relacionados
Michelle
Bachelet Jeria nace en Santiago en el seno de una familia progresista
de origen francés. Tiene 62 años y 3 hijos. Por la profesión de su
padre –es militar- vive en diversos puntos de la geografía chielna.
También en Washington.
Con 22 años,
cursando Medicina y ya militando en la Juventud Socialista, ve a
Augusto Pinochet tomar el poder a la fuerza aquel trágico 11 de
septiembre chileno, el mismo día que el presidente Salvador Allende se
quita la vida en el interior del Palacio de la Moneda. Su padre, el
general de brigada aérea Alberto Bachelet, siempre leal a Allende, es
detenido inmediatamente. 6 meses después del golpe, muere en prisión
víctima de las torturas.
Años después,
Michelle Bachelet llegará a decir: “la política entró en mi vida
destrozando lo que más amaba. Porque fui víctima del odio, he
consagrado mi vida a revertir su garra y convertirlo en comprensión,
tolerancia y, por qué no decirlo, en amor”.
Ella y su
madre saben lo que es vivir en clandestinidad. Ambas acabarán siendo
detenidas por la dictadura para ser… “interrogadas”. En enero de 1975,
la DINA -la policía política pinochetista- las traslada a Villa
Grimaldi, uno de los lugares del terror que se vive entonces en el
país. Logran –a diferencia de otros- salir con vida de la trampa, pero
a Michelle le espera el exilio: primero Australia, luego Alemania.
Regresará a
Chile en 1979, donde finalmente se convierte en cirujana. Le impedirán
acceder a un puesto de trabajo público, aparentemente por razones
política porque no ha abandonado su activismo político, pero gracias a
una beca se especializa en pediatría y salud pública. Con la ONG
“PIDEE”, que protege a la infancia, se dedica por ejemplo a atender a
hijos de detenidos y de desaparecidos.
Vida pública en democracia
A partir del
90, ingresa como epidemióloga en el Servicio de Salud Metropolitano.
Posteriormente, se incorpora a la Comisión Nacional del SIDA, colabora
con la OMS y con la Organización Panamericana de Salud.
Desde 1995, ya
es miembro del Comité Central del Partido Socialista. Entre 1998 y
2000, integra la comisión política de la formación y asume un papel
relevante en la campaña electoral de Ricardo Lagos. Con él en la
presidencia, Bachelet se convierte en ministra de Sanidad (2000-2002).
Su empeño es reformar el sistema y mejorar la atención primaria. Logra
algunos avances. Facilita que los centros receten la “píldora del día
después”, pero no sólo se gana el rechazo de la Iglesia Católica
chilena. En 2001, la Corte Suprema dicta sentencia en contra de la
distribución del fármaco.
Lagos coloca a
Michelle Bachelet al frente del ministerio de Defensa (2002-2004) y
Bachelet marca otro precedente histórico. Convencida de que las
relaciones entre el mundo civil y militar se pueden normalizar,
comienza a dirigir las Fuerzas Armadas, las mismas bajo las que fue
torturada en los 70. Consigue estrechar lazos de entendimiento entre
los uniformes y las víctimas de la represión. Además, entre otras
medidas, sitúa la igualdad de género como primordial en las fuerzas de
seguridad. Y reforma el servicio militar obligatorio.
En ese tiempo,
durante un invierno de graves inundaciones, su imagen montada en tanque
para coordinar la intervención militar en ayuda de los damnificados
dispara su popularidad. En 2004, abandona Defensa para preparar su
carrera hacia la presidencia como candidata de la “Concertación”.
Bachelet se impone, entonces, en primera vuelta con casi un 46% de los
votos. El centro-izquierda logra la mayoría en el Congreso, pero además
–y por primera vez desde la instauración de la democracia- en el
Senado.
La segunda
vuelta de aquellas elecciones le otorgaron un 53,49% de las papeletas,
ganando a Sebastián Piñera, el mismo que le sucedería –en 2010- desde
las filas de la derecha.
La igualdad, uno de sus estandartes
Es su caballo
de batalla. En 2006, al asumir la presidencia, configuró –como había
prometido- el primer gabinete paritario del país. Este año, nada más
pisar tierra procedente de Nueva York, en su habitual cercanía, ya
planteó la principal línea de su discurso: "Quiero cambios
fundamentales para enfrentar decididamente la desigualdad".
Como cara
visible de “Nueva Mayoría”, que aglutina las 4 patas de la
“Concertación” –Partido Socialista, Demócrata Cristiano, Partido por la
Democracia y Radical-, ha prometido, a instancias del desencanto
social, reformar el sistema tributario -para acabar con el abismo
existente entre ricos y pobres- y redactar una nueva Constitución, ya
que la actual rige desde la dictadura (1981).
Quienes ya se
han posicionado en contra de establecer una Asamblea Constituyente,
como la candidata oficialista Evelyn Matthei, alegan que se ponen en
peligro los positivos datos macroeconómicos que registra el país (desde
el 2010, su PIB es del 5’5%).
Y los que,
especialmente desde el 2011, han tomado las calles para alzar su voz,
como los estudiantes, miran con recelo hacia los grandes anuncios. En
todo momento, recuerdan que precisamente la “Concertación” no logró en
2 décadas acabar con un sistema educativo que esclaviza económicamente
a las familias chilenas.
Fotos: Archivo AmecoPress.
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