Tomás Mojarro
La masacre deActeal, mis valedores, y por que no se nos muera la memoria histórica, aquí un esbozo de aquello, atroz, que se perpetró un 22 de diciembre de 1997 en la comunidad de Las Abejas, Acteal, municipio chiapaneco de Chenalhó, donde paramilitares priístas asesinaron a 9 varones, 15 niños y 21 mujeres, cuatro de ellas embarazadas.
Hablaban los noticieros de muertos a machetazos y pedradas, cosa de indios salvajes. “Falso, afirma el periodista Hermann Bellinghausen. El trabajo de exterminio fue eficiente, y a su manera, limpio”. Esa matanza no fue espontánea, que en la conciencia colectiva se vino preparando desde tiempo atrás, para que se aceptaran con naturalidad aberraciones como esta de un Luis Enrique Grajeda, entonces director del Centro Patronal de Nuevo León:
- En Chiapas deben ser desarmados los grupos paramilitares y zapatistas sin importar que mueran miles de personas, pues su presencia ha dañado seriamente el prestigio internacional de México y propiciado que se vaya un mundo de dinero de inversión extranjera a otros países. Si se van a morir miles de gentes, que se mueran. De adoptarse esa decisión no habrá ningún riesgo para la población civil. Que salgan de Chiapas los que así lo deseen, para que cuando se entre con todo el ejército en Chiapas se actúe contra quien se tenga que actuar. Si se van a morir ahí miles de gentes, pues que se mueran, pero están afectándonos muy seriamente en las relaciones internacionales, en nuestro prestigio internacional, en la cuestión de inversión extranjera. ¡Se está yendo un mundo de inversión extranjera a Venezuela y Brasil! (Delirante.)
Una vez perpetrada la carnicería, la organización Las Abejas, de la que formaban parte las víctimas, denunció que el presidente priísta de Chenalhó “se ha dedicado a organizar a los grupos paramilitares y obligan a las comunidades a cooperar económicamente para liberar a los presos y apoyar la cancelación de las órdenes de aprehensión liberadas contra los autores de la masacre. Así provoca más conflictos y división entre las comunidades, y luego nos culpa de lo que él mismo está provocando”.
Que la memoria histórica no se nos diluya: “En los lugares donde ha estado la muerte se siente su fuerte presencia. Aquí acaba de suceder la mayor masacre de mujeres y niños en la historia moderna de México. En esta hondonada rota, surcada de huipiles ensangrentados y toda la destrucción de una horda, apenas antier se asentaba un campamento de 350 refugiados. Sus casas, antes de ser destruidas, quedaban en Quextic, barrio de Chimix. Hasta hace un mes. Los hoy muertos y heridos se encontraban rezando a orillas de Acteal. Estaban orando. Así, de rodillas, desde cerros circundantes los tomaron por la espalda los disparos de armas de alto poder. Y así se fueron muriendo hasta sumar cuarenta y cinco.
Una mujer aprieta entre las dos manos el blanco rebozo ensangrentado de su hija Susana, muerta. Un hombre habla sollozante. Se murieron en la balacera todos sus hijos y un nieto. "Perdió 6 de su familia": el traductor.
Rosa Gómez estaba embarazada cuando cayó moribunda en la explanada del campamento. Sus asesinos llegaron hasta ella para rematarla. Y uno de ellos, “con un cuchillo –relata un testigo y hace un ademán de puñalada que inmediatamente reprime con un temblor-, le sacó su niño y lo tiró allí nomás”.
¿Sobre la masacre de feligreses qué dijo Norberto Rivera? ¿Qué el alto clero católico, que no, por cierto, cristiano? Dios...
Es Acteal. Es la justicia. Es México. (Este país.)
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