Por Mariana Fernández Camacho
en comunicarigualdad.com.ar
Dos historias de obstrucción del maternaje dan cuenta
de cómo a las mujeres se nos exige que seamos madres siempre y cuando
cumplamos ciertas normas: una mujer con discapacidad es considerada por
la justicia argentina incapaz de maternar aunque una convención
internacional diga lo contrario; y otra mujer quedó fuera del rol
materno porque su pareja, madre biológica, decidió que así fuera y
también la justicia le dio la razón.
COMUNICAR IGUALDAD– El feminismo lleva décadas rebelándose contra la natural vocación materna que nos achacan a las mujeres. Es que ser madre sigue siendo el papel que la sociedad nos asigna a priori… siempre y cuando cumplamos con ciertos requisitos.
Entonces, la lucha es doble: liberar de dedos acusadores a las que
optan por no procrear, y acusar a quienes niegan a otras su deseo (y
derecho) a maternar.
De eso se trata la historia de Marisa Ibáñez,
una joven que lleva dos años tratando de ejercer el rol de mamá que le
arrebató una Justicia emperrada en discriminarla por su discapacidad
intelectual. Porque Marisa siempre entendió que necesitaba ayuda para
hacerse cargo de su hijo. Por eso, durante el embarazo trabajó en la
escuela de formación laboral a la que asiste para fortalecer el vínculo
con su panza, adquirir hábitos de cuidado y aprender a amamantar. Pero
parece que no fue suficiente, porque cuando el varón nació, una orden del Juzgado de Primera Instancia en lo Civil N° 10 lo mandó a un hogar muy lejos de su entorno familiar.
La misma resolución también decidió que alcanza con que madre e hijo pasen juntos dos o tres horas, dos veces por semana. Hoy,
el nene reconoce a Marisa, le dice mamá, juegan, festejan cumpleaños,
ella le compra zapatillas, ropa y globos, y él llora desconsolado cada
vez que el reloj marca que terminó ese tiempito que algún otro cree
conveniente.
Mi mamá me ama, mi mamá me mima… si la dejan
En el año 2008, el Senado y la Cámara de Diputados sancionaron y promulgaron la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y
su protocolo facultativo —aprobados mediante resolución de la Asamblea
General de las Naciones Unidas el 13 de diciembre de 2006-. Así, con
fuerza de ley el artículo 23 (titulado “Respeto del hogar y de la
familia”) comanda a los
Estados Partes a prestar la asistencia apropiada a las personas con
discapacidad para el desempeño de sus responsabilidades en la crianza
de hijas e hijos. El punto 4 del mismo artículo plantea además que en
ningún caso se separará a un niño o niña de sus padres en razón de una
discapacidad del menor, de ambos padres o de uno de ellos.
El Congreso también consensuó que “discriminación por motivos de discapacidad”
incluye cualquier distinción, exclusión o restricción que tenga el
propósito de obstaculizar o dejar sin efecto el reconocimiento, goce o
ejercicio, en igualdad de condiciones, de todos los derechos humanos y
libertades fundamentales en los ámbitos político, económico, social,
cultural, civil o de otro tipo. Estado argentino… ¡hundido!
“El Juzgado debía proveer a Marisa de los apoyos
necesarios para que pudiera criar a su hijo, y entonces no hubieran
pasado estos dos años de institucionalización. En el resto de las
familias no se evalúa si la madre construyó un buen vínculo o si está
en condiciones de atenderlo. Acá se puso el ojo a raíz de la
discapacidad de Marisa, sumado a que es una mujer pobre, y todo esto
hizo que la Justicia considerara que debía apartar a la criatura en pos
de su interés superior, el cual hasta ahora en realidad fue conculcado
porque el niño vive desde que nació en un hogar lejos de los suyos”, explica a COMUNICAR IGUALDAD Graciela Fijtman, encargada de apelar el nuevo disparate: dar en adopción al nene y separarlo definitivamente de su mamá.
La abogada, junto con la Red por los Derechos de las Personas
con Discapacidad (REDI), trabajan en equipo para cumplir con el pedido
de la Sala B de la Cámara de Apelaciones en lo Civil: presentar en cinco días hábiles el plan de apoyos que Marisa necesita para poder llevar adelante su maternidad.
A pesar del esfuerzo que implica acatar una intimación tan abarcativa
en un plazo tan exiguo, Fijtman se propuso no perder la esperanza: “Si
logramos presentar el programa esta semana, esperamos que los
magistrados se iluminen y atiendan los derechos que aquí se están
soslayando: el derecho humano de Marisa a ejercer su rol materno, como de su hijo a ser criado por su propia madre en el entorno familiar”.
Eva tiene dos mamás
Distinta situación, mismo resultado, viven Mónica Burkiewicz y su hija Eva, separadas por una Justicia que no reconoce ni los derechos ni las obligaciones de una mamá no gestante.
“Estuve en pareja doce años. Cuando nació nuestra hija la
anotamos con el apellido de mi ex, como madre soltera, porque en ese
momento no había legislación que permitiese hacerlo de otra forma. Pero
nos separamos hace tres años y desde hace más de dos que no puedo tener
contacto con la nena”, cuenta Mónica, y al contarlo se desespera y se angustia porque el tiempo pasa y ella se lo sigue perdiendo.
“Fue de un día para el otro. Eva se había quedado a dormir
en mi casa y a la mañana temprano mi ex vino a buscarla y me dijo ‘No
la ves más’. Yo pensé que era un enojo momentáneo, pero no fue así y no
hubo ningún motivo. Ni siquiera me dejó saludarla en su acto de
egresada de jardín de infantes. Mi hija hoy tiene siete años y medio,
está en segundo grado. Ya me perdí todo su primer año en la primaria y
todo lo que va de este año. Todo eso me lo perdí”.
Ni bien la mamá biológica cortó el vínculo, Mónica empezó con las demandas. Se
hicieron tres mediaciones, pero la otra parte asistió sólo a una.
Además, la jueza se tomó diez meses para expedirse y rechazar el
reclamo basándose en que a los 18 años Eva será libre de decidir
cambiarse el apellido. “Pero para eso ya habrán pasado 13 años y la nena no va a tener ni idea de quién soy yo. Me está diciendo un delirio la jueza”. Hoy Mónica es representada por la Federación Argentina LGBT (FALGBT) que presentó un amicus curiae para asesorar al jurado sobre las nuevas leyes en que está encuadrado el caso. Abrió a la vez un grupo en FB para quienes quieran acompañarla en su lucha.
“Conviví con mi hija hasta sus cinco años y el vínculo fue
más que hermoso. Tenemos una relación muy fuerte, de mucha
identificación”, dice Mónica decidida a dar batalla contra la heteronorma que no la deja ser mamá.
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