MÉXICO,
D.F. (proceso.com.mx).- A los 87 años de edad, el periodista Jacobo
Zabludovsky falleció esta madrugada en la Ciudad de México. Durante
casi tres décadas, Zabludovsky fue el rostro, la voz y el conductor del
noticiario televisivo más importante del país, 24 Horas, de Televisa.
Previamente condujo los noticiarios Noticiero General Motors, Su Diario
Nescafé, 24 Horas de la tarde y la noche.
Zabludovsky, de ascendencia judío-polaca, fue periodista de todos
los medios posibles: fue reportero y columnista de medios impresos como
El Heraldo, Novedades y El Universal, conductor radiofónico y formador
de una generación de conductores en televisión. En sus últimos años,
fue conductor en Grupo Radio Centro de un espacio radiofónico De 1 a 3
que lo caracterizó por sus dos grandes pasiones: el Centro Histórico de
la Ciudad de México y el tango.
Zabludovsky fue un personaje de claros y oscuros. Representante
durante años de la docilidad frente al sistema gobierno, el periodista
protagonizó episodios muy oscuros de la censura, como al día siguiente
de la matanza del 2 de octubre de 1968, cuando evadió mencionar el
ataque a los estudiantes que se manifestaban pacíficamente en la plaza
de la Tres Culturas, en Tlatelolco. “Hoy fue un día soleado”,
editorializó aquella mañana trágica con su estilo críptico.
También censuró las protestas por el fraude electoral en Chihuahua,
en 1986, lo que orilló a que el PAN encabezara una protesta en contra
de Grupo Televisa, en la época de Emilio Azcárraga, Milmo.
Durante la campaña presidencial de 1988, Zabludovsky encabezó las
claras preferencias de la empresa Televisa a favor de Carlos Salinas.
Entrevistó a unos supuestos “medios hermanos” de Cuauhtémoc Cárdenas,
entonces candidato del Frente Democrático Nacional.
Por otro lado, Zabludovsky realizó uno de los trabajos de cobertura
periodística más memorable durante los sismos del 19 y 20 de septiembre
de 1985, hace casi treinta años.
Entrevistador pulcro de celebridades históricas como El Che Guevara,
o de artistas de la talla de Salvador Dalí, o de la actriz María Félix.
Tras el fallecimiento de Azcárraga Milmo, en 1997, Zabludovsky quedó
en una posición vulnerable frente al ascenso de Emilio Azcárraga Jean y
sus amigos, conocidos como Los Cuatro Fantásticos. Decidió renunciar a
la empresa para la que trabajó desde los tiempos de Azcárraga
Vidaurreta cuando su hijo Abraham Zabludovsky no se quedó al frente del
noticiario estelar de Televisa.
Icono Controvertido
Uno de los mejores perfiles de este periodista fue el siguiente,
escrito por Andrew Paxman y Claudia Fernández en su libro El Tigre,
Emilio Azcárraga y su Imperio Televisa:
“Una clave en la relación entre Emilio Azcárraga y el poder fue, sin
duda, Jacobo Zabludovsky. Un periodista sui generis que saltaba cando
olía una noticia, pero que al reportarla era incapaz de rebasar la
acotada línea editorial de su empresa, el acordado respeto a las
instituciones, o de cuestionar alguna política priista en pos de una
cobertura imparcial. Zabludovsky resultó para Azcárraga el perfecto
alfil político.
“Lo mismo vencía todos los obstáculos para entrevistar a los líderes
guerrilleros cuando triunfó la Revolución en La Habana, que cubría los
funerales de la princesa Diana en Londres, convaleciente de una
operación de cáncer. También polémico, en incontables ocasiones
Zabludovsky fue el eficiente operador de la propaganda gubernamental,
con la anuencia de su patrón. Irritaba a los partidos de oposición por
ignorar sus versiones sobre fraudes electorales del PRI, enardecía a
los maestros al reportar sus manifestaciones como causa del caos vial y
no escuchar sus protestas, encolerizaba a los intelectuales críticos
por su incondicional servilismo al sistema”.
A lo largo de la historia, Zabludovsky encajó como el perfecto periodista de la época autoritaria de México.
En una entrevista con el periódico Reforma, Zabludovsky justificó así su posición:
“Nuestro margen de maniobra era limitado. Era un problema
relacionado con la situación del país, con un presidencialismo
concentrado, con absoluta hegemonía del PRI. Además, había una
identificación entre las intenciones de las empresas y las políticas
del gobierno, lo cual se reflejaba dentro de las televisoras y la
radio. También había empresarios, como nuestro director Emilio
Azcárraga, que se declaró priista y soldado del presidente, y esto se
reflejaba dentro”.
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