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Aun cuando es incuestionable
que uno de los principales problemas del país es la desigualdad, el
grupo en el poder persiste en agravarlo. Así habrá de suceder por que
no hay impedimento para que dinero proveniente de diversas
Administradoras de Fondos para el Retiro, pueda ser utilizado en obras
de infraestructura una vez que empiece a operar la reforma energética.
El primero en hacerlo, curiosamente, fue el ex presidente de la
Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar), Mario
Gabriel Budebo, al presentar en la Bolsa Mexicana de Valores un fondo
de inversiones por un monto de 2 mil 300 millones de pesos.
El atraco es increíble, pues
se hace “legalmente” con dinero de los ahorradores, quienes nunca
verán un peso de las utilidades que se generen, pero en cambio les
dirán que no ha habido rendimientos de sus ahorros, como así ha
sucedido desde que Ernesto Zedillo reformó, en 1997, la Ley del
Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), con el fin de sustituir el
esquema de pensiones solidarias por el de cuentas individuales. Esto
permitió que los pensionados ya no tengan garantizado un nivel de
ingresos mínimo durante su jubilación, sino que sólo recibirán entre 25
y 30 por ciento del monto de su salario previo a su retiro.
Esta perversa maquinación
para despojar a los trabajadores de su derecho a una pensión digna,
formó parte de la estrategia globalizadora delineada por el Grupo de
los Siete, la cual ha favorecido una creciente acumulación de la
riqueza mundial en bloques monopólicos cada vez más fuertes, mientras
que los pueblos se hunden en la desigualdad y en la pérdida de
expectativas. No debe ser mera coincidencia que Enrique Peña Nieto haya
instado a los miembros de su gabinete a “redoblar esfuerzos para la
aplicación de las reformas estructurales”. Se les hace tarde para
empezar a recibir extraordinarios beneficios sin arriesgar nada, sobre
todo con la total privatización de Pemex, la joya de la corona para la
oligarquía.
Lo dramático de esta terrible
realidad, es que la élite oligárquica no se canse de acumular riquezas,
a pesar de los gravísimos problemas de todo tipo derivados de esta
voracidad sin límites. Más aún, parece que quieren seguir agravando la
desigualdad a propósito, con el fin de obligar a las clases
mayoritarias a cometer actos desesperados y así justificar la represión
que tienen proyectada, para de una buena vez instaurar un régimen
totalitario. No cabe otra explicación lógica.
Es de tal magnitud el
divorcio entre la cúpula oligárquica y las clases mayoritarias, que
hasta el gobierno de Barack Obama empieza a preocuparse por las
violaciones sistemáticas a los derechos humanos en México, como lo
demostró el informe anual del Departamento de Estado estadounidense. En
dicho documento se afirma que existen “significativos problemas en
materia de derechos humanos que incluyen a la policía y al Ejército
involucrados en abusos serios, como asesinatos extrajudiciales,
torturas, desapariciones forzosas y abusos físicos”. Esto, desde luego,
obedece a la estrategia de Washington de presionar al gobierno mexicano
cuando lo considera oportuno, con fines no favorables al país, sino al
imperativo de fortalecer su hegemonía.
Por supuesto, esto lo
permiten las condiciones objetivas porque obviamente, las
recriminaciones del Departamento de Estado de la nación vecina tienen
fundamento. Todo lo que afirma en su informe es irrefutable, como
también lo es que mucho de lo que sucede en México es propiciado por
una vecindad muy desfavorable a los mexicanos, y sobre todo por la
urgencia del Grupo de los Siete de consolidar su proyecto globalizador,
comparable al sueño de Hitler de dominación del orbe. Esto, aunque
parezca hiperbólico, es una realidad también incuestionable.
Sin embargo, los grandes intereses
trasnacionales controlados por el Grupo de los Siete parecen no darse
cuenta de que están llevando al mundo a una catástrofe de la que ni
ellos mismos podrán escapar, tal como sucedió con la Alemania nazi, que
al final de la guerra quedó destrozada y los sueños milenarios del
dictador se volvieron una pesadilla para el pueblo alemán. Esto tampoco
preocupa a la élite oligárquica mexicana, ni a la burocracia dorada a
su servicio, como lo demuestra que la prioridad para Peña Nieto sea
concretar la entrega del país a los monopolios hegemónicos
trasnacionales. ¡Vaya ceguera y estupidez producto de ambiciones
absurdas!
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