7/04/2015

“Soy una cineasta crítica de la cultura machista, hegemónica y patriarcal”


Por Laura Charro, desde La Habana

 

Marilyn Solaya es documentalista, actriz y cineasta cubana. Dirigió el tercer largometraje de ficción realizado en Cuba por una mujer desde la revolución, Vestido de Novia. La película, inspirada en la historia de la primera transexual que realizó cambio de sexo en ese país en la década del ’80, ganó el Premio a la Popularidad en el 36º Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, en diciembre del 2014.

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COMUNICAR IGUALDAD- En la cafetería de la escuela de inglés para niñxs del barrio El Vedado de La Habana, Marilyn presta su tiempo a periodistas, mientras espera que su hijo salga de la clase. Porque, además de ser la directora de cine más solicitada para entrevistas en los últimos meses, ya que su película ha ganado el Premio a la Popularidad en el 36º Festival del Nuevo Cine Latinoamericano 2014, la responsabilidad de la crianza, como a muchas otras mujeres, le sigue siendo tarea de día completo, también mientras promociona su trabajo.
La película Vestido de Novia narra una historia de amor entre Rosa Elena (Laura de la Uz) y Ernesto (Luis Alberto García), que entra en conflicto cuando se descubre la condición transexual de ella, quien se operó para cambiar de sexo años antes de comenzar a estar juntos. En la trama participan además Jorge Perugorría e Isabel Santos, con el inolvidable personaje de la amiga trans de la protagonista. Esta historia fue inspirada en las experiencias de Mavi Susel, primera transexual reasignada en Cuba en el año 1988, y con la cual Marilyn ya había trabajado en un documental previo titulado En el Cuerpo Equivocado.
La historia de Mavi, no contada en la película, se remonta a los años ochenta en la capital cubana. Mediante la intervención de la ya fallecida Vilma Espín Guillois, dirigente política de la Revolución y fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas, se autoriza la inédita operación de sexo para esta joven que sabía que se encontraba presa de un cuerpo que no la identificaba, víctima de violencias e incomprensión constantes.
Poner esta obra en la pantalla grande no fue tarea fácil. Marilyn Solaya tuvo que librar luchas y desafíos antes y después del estreno. En principio, el reto institucional, ya que es recién el tercer largometraje de ficción dirigido por una mujer en los 55 años del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), única productora oficial de la industria nacional de cine. “Eso es una mancha y producto del machismo. Este es un país con posibilidades y oportunidades. Me criaron con la idea de que yo podía hacer lo que quisiera porque tenía mis derechos ganados y yo fui por ellos. Tenemos las mismas posibilidades pero las mujeres estamos en desigualdad de condiciones. Esta película la logré desde la insistencia, presentándola una y otra vez en diversos lugares y espacios”, afirma Marilyn, no sin indignación.
Posteriormente, una vez finalizada la obra, le siguió lo más importante: enfrentarse al público cubano, el cual le concedió el reconocimiento y la aceptación a salas llenas.  “Poner en pantalla grande una película en Cuba es un reto, porque aquí hay mucha cultura cinematográfica y si les gusta se quedan y si no se levantan y se van. Interactúan mucho con la obra, en la sala hay gritos y opiniones de la gente. En esta película hay escenas dramáticas donde se escuchan risas del público y creo que es una risa nerviosa, de alguien que está  frente un tema del cual no tiene todas las respuestas”.
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Ambientada en la compleja cuba de los años noventa, se abordan temas como la doble moral, los conflictos sociales de la época, el machismo, las violencias de género, la homofobia, la violación de derechos, la incomprensión social y, sobre todo, la búsqueda de la felicidad desde la idiosincrasia cubana para resolver los problemas y la búsqueda del amor en todas sus formas. La cineasta agrega que “hay una columna vertebral de la película que también cuenta cómo luego de operarse, una mujer construye desde los roles tradicionales lo que ella creía que era ser una mujer, para poderse insertarse socialmente como tal. Y en el camino se da cuenta, como todas nosotras, que ahí hay algo que no funciona bien y debe recurrir  a vestirse nuevamente como varón para hacer algo que ella disfrutaba hacer en el pasado”.

La obra de Marilyn es valiosa, necesaria y comprometida con una postura crítica hacia la Cuba de ayer que interpela a la Cuba de hoy, aun en el camino de reconocer la existencia de las violencias de género y la homofobia, producto de una sociedad intrínsecamente patriarcal y machista. La isla cuenta con ley de aborto legal aprobada en el año 1965, leyes a favor de la equidad y organismos activos como el CENESEX (Centro Nacional de Educación Sexual), dirigido por Mariela Castro Espín, pero aún continúan en el camino de la toma de conciencia y la desnaturalización de las violencias cotidianas y las discriminaciones de género. De hecho, uno de los trabajos anteriores de Marilyn es un documental sobre el fenómeno cada vez más visible y habitual de los masturbadores públicos de La Habana, titulado Mírame Mi Amor.
Marilyn Solaya se confiesa feminista y aclara: “El feminismo aun se ve como contrario al machismo, se ve mal y raro. Yo soy feminista porque descubrí que si hubo un grupo de mujeres que lucharon por sus derechos como feministas entonces yo también lo era. Yo voy a pelear por los derechos que me corresponden, soy una cineasta formada con una mirada crítica de la cultura machista, hegemónica, patriarcal. La película puede ser analizada desde donde se desee mirar. Lo hice con toda la conciencia e intención para que sea de esa manera. Porque es necesario. Porque no podemos quedarnos como sociedad sólo en buenas intenciones. Consumo y disfruto un cine que me haga sentir cosas y me deje pensando, y ese es el cine que hago.

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