Por Laura Charro, desde La Habana
Marilyn Solaya es documentalista, actriz y cineasta cubana.
Dirigió el tercer largometraje de ficción realizado en Cuba por una
mujer desde la revolución, Vestido de Novia. La película,
inspirada en la historia de la primera transexual que realizó cambio de
sexo en ese país en la década del ’80, ganó el Premio a la Popularidad
en el 36º Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, en diciembre del
2014.
COMUNICAR IGUALDAD-
En la cafetería de la escuela de inglés para niñxs del barrio El Vedado
de La Habana, Marilyn presta su tiempo a periodistas, mientras espera
que su hijo salga de la clase. Porque, además de ser la directora de
cine más solicitada para entrevistas en los últimos meses, ya que su
película ha ganado el Premio a la Popularidad en el 36º Festival del
Nuevo Cine Latinoamericano 2014, la responsabilidad de la
crianza, como a muchas otras mujeres, le sigue siendo tarea de día
completo, también mientras promociona su trabajo.
La película Vestido de Novia narra una historia de amor
entre Rosa Elena (Laura de la Uz) y Ernesto (Luis Alberto García), que
entra en conflicto cuando se descubre la condición transexual de ella,
quien se operó para cambiar de sexo años antes de comenzar a estar
juntos. En la trama participan además Jorge Perugorría e Isabel Santos,
con el inolvidable personaje de la amiga trans de la protagonista. Esta
historia fue inspirada en las experiencias de Mavi Susel, primera
transexual reasignada en Cuba en el año 1988, y con la cual Marilyn ya
había trabajado en un documental previo titulado En el Cuerpo Equivocado.
La historia de Mavi, no contada en la película, se remonta a los
años ochenta en la capital cubana. Mediante la intervención de la ya
fallecida Vilma Espín Guillois, dirigente política de la Revolución y
fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas, se autoriza la inédita operación de sexo para esta joven que sabía que se encontraba presa de un cuerpo que no la identificaba, víctima de violencias e incomprensión constantes.
Poner esta obra en la pantalla grande no fue tarea fácil. Marilyn
Solaya tuvo que librar luchas y desafíos antes y después del estreno.
En principio, el reto institucional, ya que es recién el
tercer largometraje de ficción dirigido por una mujer en los 55 años
del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), única productora oficial de la industria nacional de cine. “Eso es una mancha y producto del machismo. Este es un país con posibilidades y oportunidades. Me
criaron con la idea de que yo podía hacer lo que quisiera porque tenía
mis derechos ganados y yo fui por ellos. Tenemos las mismas
posibilidades pero las mujeres estamos en desigualdad de condiciones.
Esta película la logré desde la insistencia, presentándola una y otra vez en diversos lugares y espacios”, afirma Marilyn, no sin indignación.
Posteriormente, una vez finalizada la obra, le siguió lo más
importante: enfrentarse al público cubano, el cual le concedió el
reconocimiento y la aceptación a salas llenas. “Poner en pantalla
grande una película en Cuba es un reto, porque aquí hay mucha cultura
cinematográfica y si les gusta se quedan y si no se levantan y se van.
Interactúan mucho con la obra, en la sala hay gritos y opiniones de la
gente. En esta película hay escenas dramáticas donde se
escuchan risas del público y creo que es una risa nerviosa, de alguien
que está frente un tema del cual no tiene todas las respuestas”.
Ambientada en la compleja cuba de los años noventa, se
abordan temas como la doble moral, los conflictos sociales de la época,
el machismo, las violencias de género, la homofobia, la violación de
derechos, la incomprensión social y, sobre todo, la búsqueda de la
felicidad desde la idiosincrasia cubana para resolver los problemas y
la búsqueda del amor en todas sus formas. La cineasta agrega que “hay una columna vertebral de la película que también cuenta cómo luego de operarse, una mujer construye desde los roles tradicionales lo que ella creía que era ser una mujer,
para poderse insertarse socialmente como tal. Y en el camino se da
cuenta, como todas nosotras, que ahí hay algo que no funciona bien y
debe recurrir a vestirse nuevamente como varón para hacer algo que
ella disfrutaba hacer en el pasado”.
La obra de Marilyn es valiosa, necesaria y comprometida con una
postura crítica hacia la Cuba de ayer que interpela a la Cuba de hoy,
aun en el camino de
reconocer la existencia de las violencias de género y la homofobia,
producto de una sociedad intrínsecamente patriarcal y machista. La isla
cuenta con ley de aborto legal aprobada en el año 1965, leyes a favor
de la equidad y organismos activos como el CENESEX (Centro Nacional de
Educación Sexual), dirigido por Mariela Castro Espín, pero aún
continúan en el camino de la toma de conciencia y la desnaturalización
de las violencias cotidianas y las discriminaciones de género. De
hecho, uno de los trabajos anteriores de Marilyn es un documental sobre
el fenómeno cada vez más visible y habitual de los masturbadores públicos de La Habana, titulado Mírame Mi Amor.
Marilyn Solaya se confiesa feminista y aclara: “El feminismo aun
se ve como contrario al machismo, se ve mal y raro. Yo soy feminista
porque descubrí que si hubo un grupo de mujeres que lucharon por sus
derechos como feministas entonces yo también lo era. Yo voy a pelear
por los derechos que me corresponden, soy una cineasta formada con una
mirada crítica de la cultura machista, hegemónica, patriarcal. La
película puede ser analizada desde donde se desee mirar. Lo hice con
toda la conciencia e intención para que sea de esa manera. Porque es
necesario. Porque no podemos quedarnos como sociedad sólo en buenas
intenciones. Consumo y disfruto un cine que me haga sentir cosas y me
deje pensando, y ese es el cine que hago.”
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