Acaba de ser publicado el informe La igualdad de género
en la agenda internacional de desarrollo- Avances y desafíos para la
integración de un enfoque transformador de género, coordinado por Mónica Domínguez-Serrano y Julia Espinosa Fajardo, y editado por el Observatorio en Género, Economía, Política y Desarrollo. La
investigación destaca la importancia de que el género sea un área
central de la Agenda de Desarrollo Post 2015 que se aprobará en
septiembre durante la Asamblea General de las Naciones Unidas y que
regirá las políticas de desarrollo de las naciones durante las próximas
décadas. Aquí reproducimos algunos fragmentos del texto: el rescate de
la concepción del Buen Vivir de los pueblos indígenas; y el rol del
movimiento feminista en este debate. También puede descargarse el
informe completo y linkeamos a una campaña de organizaciones de la
sociedad civil sobre el tema.
COMUNICAR IGUALDAD- El buen vivir de las comunidades indígenas frente al mejor vivir capitalista
El Buen Vivir surge de las filosofías de los pueblos y las
sociedades originarias de América Latina desde antes de la
colonización española, aunque recientemente ha sido incluido en los
procesos constituyentes de Ecuador (2008) y Bolivia (2009).
En la actualidad se constituye como una propuesta/respuesta
al paradigma capitalista occidental que separa al ser humano de
la naturaleza y que parte de una racionalidad económica que provoca
deterioro ecológico y colapso social, pese a no haber nacido
con esta vocación. De hecho, dentro de las normas morales y políticas
que se manejan dentro de las sociedades indígenas no existe el
concepto de Desarrollo, no se concibe un proceso lineal y único en el
que existan estados más o menos evolucionados, ni se concibe la riqueza
y la pobreza en función de la tenencia de bienes materiales (Gudynas y
Acosta, 2011).
Como contrapartida, el mejoramiento social es visto como una
categoría en continua construcción y reproducción, al igual que
la satisfacción de las necesidades humanas, que es permanente, requiere
trabajos continuos para cubrirlas y abarca toda la vida. Por
otra parte, la visión de los pueblos andinos da prioridad a los valores
éticos para con otros seres humanos y la naturaleza, frente al valor de
los beneficios económicos y materiales otorgados por el paradigma
occidental.
La importancia de las propuestas indígenas a escala mundial
ha ido en aumento, puesto que se están reconociendo sus
potencialidades para reconfigurar las relaciones humanas con el
entorno, y el carácter emancipador y transformador de sus contenidos. Se reformulan conceptos como el de Naturaleza, Ciudadanía o Democracia.
Estos nuevos constitucionalismos sociales y ecológicos (Pisarello,
2012) se inspiran en un concepto profundo de la cultura de la
vida: “vivir en plenitud”. Sin embargo, como sostiene Escobar (2009), a
pesar de que el Buen Vivir está anclado a cosmovisiones
relacionales indígenas, no puede olvidarse que se plasma en un proyecto
político que acaba siendo dirigido por expertos. Por ello, en algunas
ocasiones, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos progresistas
persisten concepciones modernizantes heredadas del antiguo modelo y no
se ha logrado aún una reconversión significativa del modelo de sociedad.
Según Magdalena León (2009) el Buen Vivir busca transitar hacia
otros modelos más justos para las personas y para la naturaleza, y el
feminismo (y el ecofeminismo) también. Por esa razón, tienen puntos en
común en su recorrido crítico de reformulación de la economía y de
visibilización de los trabajos
necesarios para la vida.
(…)
El movimiento feminista internacional ante la Agenda de Desarrollo Post 2015
El movimiento global de mujeres y feminista ha venido promoviendo,
desde la I Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer
(México, 1975) con diferentes propuestas e intensidades, una
revisión de la agenda de desarrollo dirigiendo la mirada a la
discriminación contra las mujeres y la desigualdad de género. Su papel
fue clave en la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing y
diferentes han sido las iniciativas de coordinación y
posicionamiento en el proceso de debate de Agenda de Desarrollo Post
2015.
En concreto, su alianza en plataformas como la Coalición de Mujeres
Post 2015 (Post 2015 Women’s Coalition)2 o el Grupo Principal de
Mujeres (Women’s Major Group) y su participación activa en las
consultas nacionales, regionales y globales han contribuido a articular
un posicionamiento conjunto sobre la igualdad de género y
el empoderamiento de las mujeres de cara a la nueva agenda de
desarrollo. Igual relevancia han tenido a este respecto sus reuniones
con organismos de la ONU y responsables de la toma de decisiones como
el Grupo de Alto Nivel (GAN) (AWID, 2013a; Articulación Regional de
Organizaciones de la Sociedad Civil de América Latina y el Caribe
hacia Cairo+20, 2014a; Pajarín, 2015).
Por otro lado, el “Comunicado feminista para el Post 2015: Justicia
de género, económica, social y ecológica para el desarrollo”,
firmado por más de 340 OSC nacionales, regionales e internacionales de
143 países (JASS, 2014) o la publicación del informe “Igualdad de
género, derechos y prioridades de las mujeres: recomendaciones para los
Objetivos propuestos de Desarrollo Sostenible y el Agenda de Desarrollo
Post 2015” (WMG, 2013) son también ejemplos de la movilización de
la sociedad civil feminista para reclamar la inclusión de un enfoque
transformador de género en la Agenda Post 2015.
En efecto, “la tarea de comprender plenamente los procesos que
conducen a una nueva Agenda para el Desarrollo y ejercer una influencia
efectiva sobre ellos constituye un reto enorme para los movimientos
sociales feministas y femeninos. Al mismo tiempo, el propio hecho de
que esta revisión y redefinición de la Agenda esté teniendo lugar
constituye una oportunidad para que las y los titulares de derechos
aporten su punto de vista sobre la supervivencia de
futuras generaciones y al futuro de nuestro planeta” (WMG, 2013b: 6).
Ahora bien, ¿cuáles son las críticas y las propuestas del
movimiento feminista en plena definición de la Agenda de Desarrollo
Post 2015? A grandes rasgos, las diversas organizaciones y redes
feministas coinciden en alertar sobre la incoherencia entre el
discurso declarativo y los contenidos programáticos de la agenda. A
este respecto, coinciden en que, mientras se adopta un discurso que
reconoce la centralidad de la igualdad de género en la nueva agenda, la atención sigue poniéndose en el crecimiento económico en vez de en el desarrollo sostenible
(AWID, 2013b; Articulación Regional de Organizaciones de la Sociedad
Civil de América Latina y el Caribe hacia Cairo+20, 2014a; JASS, 2014).
En esta misma dirección, muchas organizaciones feministas y
de la sociedad civil denuncian la falta de voluntad política
para reformar el actual y dominante paradigma de desarrollo “que
prioriza el beneficio económico por encima de las personas y agrava las
desigualdades, propicia la guerra
y el conflicto, el militarismo, el patriarcado, la degradación
ambiental, acelera los efectos del cambio climático y no mitiga
sus consecuencias” (JASS, 2014). Subrayan, además, que “para
conseguir justicia de género, es esencial una transformación
fundamental de la economía de forma que ésta dé prioridad a los
derechos humanos” (IFP, Beyond 2015 y GCAP, 2014)4.
Por otra parte, desde las organizaciones y redes feministas se pone de manifiesto que muchas
cuestiones críticas de género siguen siendo ignoradas o bien carecen de
compromisos firmes o de recursos y estrategias concretas de
implementación. Entre estas cuestiones se destacan la violencia de
género, el trabajo de cuidado y la discriminación de
las mujeres en el mercado laboral, su presencia en puestos de toma de
decisiones y sus derechos sexuales y reproductivos (AWID,
2013a y 2014a; WMG, 2013; Articulación Regional de Organizaciones de la
Sociedad Civil de América Latina y el Caribe hacia Cairo+20, 2014 a y
b; Pajín, 2014; Pajarín, 2015).
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