7/01/2015

Al mero estilo de los sicarios, gobierno federal implementa estrategias de tortura en casas de seguridad


   
Por:  / 1 julio, 2015 


(01 de julio, 2015. Revolución TRESPUNTOCERO).- A Jesús Francisco Cabrera Ramos lo detuvo la Policía Estatal de Sonora, lo subieron a una patrulla y después lo trasladaron un cuarto oscuro, a lado de otros más, que se encuentran al fondo en la base de la Policía Estatal Investigadora.
Lo arrastraron por el piso, con las piernas esposadas a una larga cadena; cuatro agentes lo introdujeron a lo que nombraron, según Cabrera Ramos “cuarto de tortura”. Lo amenazaron con matarlo, a él y a sus hijos, que le provocarían el aborto a su esposa, que estaba embarazada. Que si no cooperaba, lo iban a matar y lo iban a dejar por ahí tirado.
Lo encadenaron y lo esposaron. Con vendas elásticas lo amarraron de los tobillos, rodillas y muñecas. Luego le vendaron toda la cabeza hasta casi provocarle asfixia. Un agente inició la tortura con agua, rociándosela en la cara hasta empapar las vendas que lo cubrían.
Según su esposa Concepción Montaño, en dicho cuarto, estuvieron presentes tres secretarios de la procuraduría, quienes se encargaron de redactar la supuesta declaración que obligaron a firmar a Juan Francisco.
“Si no firmaba, lo amenazaban con el arma de fuego y de quedarse en el cuarto de tortura. Los agentes le insistían ‘aquí vienes a declarar por las buenas o por las malas, aquí vas a declarar a huevo y si no a madrazos, pero  vas a declarar’”, asegura Montaño.
Cabrera Ramos, es abogado y trabajaba en el área jurídica del Centro de Readaptación Social I de Hermosillo, el día que fue detenido, acudió a rendir declaración como testigo a la Procuraduría General de Justicia del Estado de Sonora sobre tres casos relacionados con libertades a internos otorgadas ilícitamente. Su esposa afirma que al decir cómo fueron los hechos, los mandos tomaron represalias en su contra y lo inculparon. Cabrera Ramos negó las acusaciones que le imputaron y los agentes empezaron a echarle más agua en la cara cubierta con vendas, para asfixiarlo hasta casi perder el conocimiento.
Distintos testimonios han revelado una realidad distinta a la que presenta el gobierno federal y grave: la existencia de “casas de seguridad” o también llamados “cuartos de tortura”, generalmente en sótanos o espacios de las instituciones de procuración de justicia, extralegales para presionar y torturar a personas en detención. Lugares donde se pone en riesgo la seguridad, la integridad y la vida de las víctimas, violando el debido proceso y por consiguiente, dificultando el trabajo de documentación y de una defensa adecuada por parte de los organismos de derechos humanos.
“Los centros, cuartos o casas de tortura, han sido descubiertos por miles de civiles que tuvieron la mala suerte de ser elegidos para ser inculpados, en el norte del país la policía especializada y el Ministerio Público recurre a estas ‘oficinas extras’, que mantienen dentro de sus propias instalaciones, haciéndolas pasar muchas veces como bodegas”, asegura el activista y abogado criminalista Julio Segura.
Y comenta, “se caracterizan, por ser oscuros, sucios y por demás intimidatorios; en ese tipo de torturas están presentes varias personas, con frecuencia, quienes torturan, quien interroga, incluso personal administrativo para redactar las declaraciones falsas, personal de guardia, y dependiendo del delito, en caso de buscar una acusación dentro del tema del narco, hay militares que se encargan de transportar a los detenidos. En ciertas dependencias, donde hay detenidos dependiendo de la ‘calidad’ del sitio, se pueden escuchar, además de máquinas de escribir, teléfonos y copiadoras, los gritos de los torturados, mezclado con música, y en otros más sofisticados, se ha enviado a acallar los sonidos”.
Para el Centro de Derechos Humanos Frayba, “en el contexto de militarización de la vida civil, la práctica de la tortura ha sido y se prevee que será, recurrente al verse fomentada por el diseño mismo de las actuales políticas públicas en materia de seguridad pública. La participación de las fuerzas militares en la detención, retención e interrogación de civiles se enmarca en el patrón de ‘lucha contra el crimen organizado’, que comienza por una privación ilegal de la libertad y culmina en un proceso judicial donde se admiten declaraciones bajo tortura”.
En México, han surgido acciones encaminadas al fortalecimiento institucional respecto a la garantía de los derechos humanos, pero existe una diferencia entre la creación de mecanismos para la protección de éstos y la implementación, cuyo principal problema es la ineficacia.
Frayba, ha hecho del conocimiento, a las autoridades correspondientes, tanto en lo público, como en intervenciones privadas, de eventos de tortura perpetrados por agentes del Estado en estos sitios, pero “a pesar de los llamamientos enviados a las instancias de los gobiernos, en sus diferentes niveles, éstos han hecho caso omiso, para frenar este delito y sancionar a quien sea responsable”.
Margarita Gómez López, acudió en la Agencia del Ministerio Público en la ciudad de Teopisca, realizando trámites funerarios para la entrega del cuerpo de su hermano Juan Pérez Gómez, cuyo cadáver se había encontrado un día antes, poco después se traslado, junto con su hijo de un año y siete meses, al cementerio municipal, cuando fue detenida por elementos de la Policía Especializada quienes la subieron a una patrulla y la llevaron a las oficinas de la Agencia del Ministerio Público en donde se encontraba su esposo David Hernández Gómez.
Margarita afirmó que en aquel sitio, la agredieron verbalmente, por no poder callar a su hijo, quien lloraba porque tenía hambre. Asegura que a su esposo David, los elementos de la policía le pidieron que subiera al piso de arriba, a un cuarto donde lo sometieron, le dieron cachetadas y le dijeron que confesara cómo había matado al hermano de su esposa.
Después lo amordazaron y lo golpearon en el estómago, insistiendo que se autoinculpara del asesinato de Juan. Posteriormente lo amenazaron con tirarlo por la ventana y darle toques eléctricos. Le colocaron un costal de plástico en la cabeza y los policías continuaron golpeándolo en varias partes del cuerpo. Ante la negativa de David a responder las acusaciones de los policías, lo amenazaron con violar a Margarita.
Poco tiempo después trasladaron a David, Margarita y al hijo de ambos ha la Fiscalía de Distrito Altos en San Cristóbal de Las Casas. En el trayecto, las ofensas y amenazas continuaron, las cuales giraban en torno a la violación de la joven y aventar del vehículo a su hijo porque no dejaba de llorar.
Al llegar a la Fiscalía de Distrito Altos, mientras que a Margarita la siguieron amenazando y agrediendo verbalmente, nuevamente llevaron a David a un cuarto perteneciente a las oficinas, para golpearlo de manera reiterada con puños, lo tiraron al suelo y le dieron patadas, después le colocaron un trapo en la boca y nariz para asfixiarlo, insistiendo en que debía confesarse culpable y además contar cómo mató a Juan y quiénes le ayudaron.
Horas después, David y Margarita y el menor fueron trasladados a su domicilio en Teopisca, por el Ministerio Público y la Policía Especializada. Ahí les exigían que confesaran en dónde habían matado a Juan. Ante las negativas, fueron trasladados a la Agencia del Ministerio Público de San Cristóbal de Las Casas, donde los inculpados fueron obligados a firmar y poner sus huellas digitales en varios documentos, tanto David como Margarita no supieron qué contenían los papeles porque no saben leer ni escribir.
Asi fue como los recluyeron en el Centro Estatal de Reinserción Social de Sentenciados No. 5 (CERSS No. 5), en donde se encuentran actualmente procesados por el delito de homicidio. Según las valoraciones médicas y psicosociales, tanto Margarita como David presentan un cuadro de estrés postraumático por lo sucedido.
El grupo de activistas del Frayba, aseveran que, “el gobierno de Chiapas mantiene una práctica generalizada y sistémica de actos de tortura, tratos o penas crueles, inhumanos y degradantes y las privaciones arbitrarias de la libertad en contra de personas de manera indiscriminada; perpetradas principalmente por funcionarios de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) como método de investigación privilegiado”.
Y afirman que es una constante, la participación activa de las fuerzas policiales y ministeriales de casi todas las jurisdicciones y de las fuerzas armadas, pero también de la tolerancia, indiferencia o complicidad por parte de algunos médicos, defensores públicos, fiscales y jueces.
“De sur a norte, al mero estilo de los cárteles de la droga, de los sicarios y secuestradores, gobernadores y Gobieno Federal implementan y/o permiten estrategias de tortura, en cuartos y o casas de seguridad, idea propia de los deluncuentes. Las dependencias siempre han tenido este tipo de lugares especiales, para de ahí trasladarlos de inmediato, ya sea a los separos o directamente a un penal de máxima seguridad, gritando a todos los medios que han atrapado a un delincuente de alta peligrosidad. No se llama tortura, se llama rompimiento del tejido social, para fines particulares del gobierno en turno, quien obedece ordenes de un poder político hegemónico, que lo ha contratado como administrador”, asegura Segura

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