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La
pregunta clave es sencilla: ¿Cuántas mujeres burguesas o clase media
alta rentan sus úteros para que alguien más tenga un hijo?
No se han documentado casos significativos de mujeres de clase media
alta ilustradas, con economía y autonomía resueltas, que estén
dispuestas a pasar por los cambios hormonales, físicos y emocionales
del embarazo para luego entregar a la o el bebé a alguien más.
Seguramente sucede excepcionalmente en ámbitos familiares, pero no
debido a una necesidad económica. Esto nos lleva a las siguientes
preguntas: ¿Quiénes promueven rentar úteros/vientres? ¿Quiénes pueden
pagar al menos 30 mil dólares por ello? ¿Quiénes los rentan? ¿Quiénes
necesitan el dinero?
“Los vientres alquilados no son solamente un regalo para los otros,
sino un regalo para ti. Las madres portadoras de nuestro programa han
utilizado la suma ofrecida $27 mil dólares, como premio para pagarse
una casa o tomarse unas vacaciones”. Esto reza un anuncio de una
empresa de vientres de alquiler en una publicidad norteamericana.
Ahora mismo se lleva a cabo un debate importante sobre los
#VientresdeAlquiler y #StopSurrogacyNow (detengamos la maternidad
subrogada ahora).
Quienes promueven la industria de los úteros/vientres de alquiler o
gestación subrogada utilizan los mismos argumentos para promover la
legalización de la prostitución o la industria del sexo comercial.
Bajo la premisa de que las mujeres son propietarias de su cuerpo y de
su libertad y pueden elegir lo que les plazca, muchas (en su mayoría
mujeres y hombres con una economía estable y afectos a la filosofía del
libre mercado), promueven las leyes para liberalizar el mercado del
cuerpo humano.
Aseguran que lo que subyace detrás del movimiento mundial contra los vientres de alquiler es puro conservadurismo moralino.
En la mayoría de los casos las voceras más notables del movimiento
progestación subrogada son también líderes en la defensa del aborto y
están contra la violencia feminicida.
Cuando defienden el derecho al aborto argumentan que nadie tiene
derecho decidir o legislar sobre nuestros cuerpos, lo mismo que en la
defensa del trabajo sexual argumentan que los intermediarios son parte
de una decisión informada de las mujeres.
Promueven así que se legisle la renta de cuerpos de mujeres y se regule
la industria que la opera. La tremenda desigualdad de género queda
fuera del esquema.
Los intermediarios de la industria de úteros de alquiler son agencias
de mercadotecnia, médicos y abogados; todos cobran un porcentaje para
que se lleve a cabo la transacción y el bebé quede con quienes pueden
pagar por él.
Cuando el esperma y el óvulo son de terceras personas se dice que la
mujer es simplemente “la vasija” y no tiene incidencia genética en el
producto. El desgaste del proceso fisiológico del cuerpo de la mujer
tiene un precio, lo mismo que su libertad de movimiento y de decisión
durante los nueve meses.
La contraparte está compuesta también por feministas y defensoras de los Derechos Humanos.
Nicole Muchnic dice que con la comercialización del cuerpo femenino
todos los derechos fundamentales del ser humano son escarnecidos: libre
disposición del propio cuerpo, derecho a la integridad física y
psíquica, al libre desarrollo de la personalidad, a la salud y a la
vida.
De un lado hay una mujer o un hombre que paga y por el otro una mujer
mercancía “cosificada”. Estas defensoras aseguran que las mujeres
pobres son instrumentalizadas en beneficio de parejas ricas que
consideran que es adecuado que el cuerpo humano y su producto –bebé– se
venda.
La filósofa argumenta que no se puede esgrimir el principio de libertad
sin conjugarlo con otros principios del mismo rango como igualdad,
dignidad e integridad física-emocional.
Hasta el momento, el supuesto debate sobre la maternidad subrogada en México no es debate, sino monólogos encontrados.
Utilizar un par de ejemplos individuales de mujeres libres y con
bienestar para generalizar es tramposo. Lo cierto es que en el mundo la
gran mayoría de mujeres a quienes se alquila para gestar son pobres o
con grandes carencias.
Se debate si debe ser altruista (es decir, pedir a una mujer que
presente un embarazo por el bien de alguien más que no quiere adoptar a
una o uno de los millones de huérfanos del mundo), o si debe ser
mercantilizada.
El altruismo pone en riesgo el derecho de custodia de toda mujer
gestante: abre la puerta a un vacío legal para manipularlo. La
mercantilización abre la puerta a la regulación legal, pero también a
la trata de personas.
Los casos documentados de Nigeria, la India, Nepal y Guatemala
demuestran que miles de mujeres son utilizadas para gestar bebés que
serán vendidos en el mercado ilegal.
Tabasco, en México, reconoce sin regular las figuras de madre gestante,
sustituta, subrogada y madre contratante, por tanto es un paraíso
internacional de renta de úteros y explotación de mujeres jóvenes. El
contexto de discriminación, social y económico en que se regula no
puede ser excluido de esta discusión.
¿Legalizar evitaría la esclavitud? Con la prostitución se ha demostrado
el fracaso de esa premisa en los contextos de incumplimiento de leyes e
impunidad criminal.
El debate sigue, los argumentos deben ser éticos, jurídicos, bioéticos,
centrados en los Derechos Humanos y no en la filosofía de mercado y las
necesidades de las personas ricas.
Si te interesa este debate puedes conocer más de ambos lados en: Nosomosvasijas.org y en Gire.org.mx.
Twitter: @lydiacachosi
*Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que
siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy
probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
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