7/03/2015

La firmeza de EPN para obedecer a la oligarquía y el momento idóneo para repatriar al dictador


    
revoluciontrespuntocero.com

 El momento para repatriar los restos del general Porfirio Díaz es éste, cuando su modo de gobernar al país es imitado por el régimen oligárquico que lleva en el poder más de tres décadas, tiempo similar al que disfrutó el polémico mandatario que dirigió los destinos de los mexicanos con mano de hierro, con el fin avieso de garantizar altos niveles de bienestar y de privilegios a la élite de entonces.
No está en duda que fue un patriota antes de tomar las riendas del Estado mexicano, como tampoco debe estarlo el hecho de que fue un dictador que prolongó durante treinta y tres años una dura agonía para las clases mayoritarias, los peones esclavizados que estaban plenamente a merced de hacendados déspotas, quienes forzaron la permanencia de un régimen feudal en su exclusivo beneficio, como sucede en la actualidad. Por eso no es descabellado el anhelo de quienes desearían que los restos del polémico oaxaqueño, fueran traídos ahora con motivo del centenario de su fallecimiento en París, el 2 de julio de 1915.
Los hechos patentizan, con absoluta objetividad, la redición del régimen que encabezó el héroe de la batalla del 2 de abril de 1867, pero sin las luces que tuvo como estadista, mucho menos como mexicano honesto y visionario, que sin duda lo fue. El sistema político actual revivió lo peor del Porfiriato, a extremos aun más dramáticos, como lo patentiza la ausencia de un Estado de derecho capaz de eliminar los riesgos de una catástrofe social y económica sin parangón en la historia del país. Sin embargo, hay una gran diferencia: mientras Porfirio Díaz era el gran Tlatoani, idolatrado por los aristócratas que lo adulaban sin recato, en la actualidad el inquilino de Los Pinos no tiene más poder que el que le dejan ejercer los oligarcas que controlan  las instituciones para disfrutar de enormes privilegios.
La descomposición del Estado es terrible y avanza de manera acelerada, imparable mientras la ultra derecha siga ejerciendo el mando de las instituciones. La violencia contra los más pobres es cotidiana, como lo revelan hechos que no se han podido ocultar, como los asesinatos de periodistas, las matanzas de San Fernando, Tamaulipas; Tlatlaya, estado de México, e Iguala, en Guerrero. Asimismo, la esclavitud en pleno siglo veintiuno es una realidad, como lo ejemplifican los jornaleros que son explotados vilmente por los nuevos hacendados, como los del Valle de San Quintín, en Baja California Sur.
Esta realidad neoporfiriana, la confirman los datos que dio a conocer en días pasados la organización “Walk Free”, durante la Convención de la Red de Soluciones, promovida por el Centro Concertación, AC. Se informó que en  México más de 260 mil personas viven literalmente en condiciones de esclavitud, y que nuestro país ocupa el lugar 18 entre las naciones que más padecen este flagelo. Por otra parte, para nadie es un secreto que nos encontramos en la cresta de la ola de la crispación social producto de la galopante pobreza de dos terceras partes de la población, realidad que nos va emparejando con la que se vivía en el Porfiriato. Aunque no pasará mucho tiempo para que sea igual o peor la desigualdad social entre una y otra época, porque el régimen reaccionario encabezado ahora por el PRI se va a endurecer a medida que avance la miseria y cunda la desesperanza de la mayoría, incluidas las clases medias.
Así lo permite vislumbrar la terquedad de la élite oligárquica en que no haya marcha atrás en la puesta en marcha de las reformas educativa y energética, con las cuales quiere asegurar un futuro donde no tengan cabida las presiones de las clases populares, porque estarían firmemente atadas a los designios de la cúpula que rige la marcha de las instituciones nacionales. La firmeza de Peña Nieto para obedecerla es un pésimo aviso de que nos esperan días terribles.
Lo más dramático es que no estaremos solos los mexicanos en este maremágnum de exterminio, como lo demuestra la firmeza con la que el Grupo de los Siete quiere imponer sus condiciones a la humanidad. Esto explica que la élite oligárquica crea que no falta mucho tiempo para traer los restos de don Porfirio, con la pompa que suponen se merece como adalid de la reacción.

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