Entrevista a Yayo Herrero, activista y coordinara saliente de Ecologistas en Acción
La Marea
De
trabajar en una multinacional como Indra durante 17 años, Yayo Herrero
pasó a dedicar cada vez más tiempo al activismo, hasta llegar a la
coordinación de Ecologistas en Acción, cargo que ha desempeñado los
últimos nueve años, el periodo máximo. Ahora, con menos
responsabilidades, su nombre suena como posible cabeza de lista de
Ganemos para la alcaldía de Madrid, pero Herrero zanja contundente la
cuestión: “Yo no voy a entrar en política”. Se limitará a “ayudar” a
que proyectos como Ganemos salgan adelante. Con voz pausada, se explaya
sobre tres de sus pasiones: ecologismo, feminismo y cooperativismo.
¿Las cooperativas serán parte del cambio en España o consecuencia?
Van
a ser parte del cambio. Pienso poco en que unas causas determinan unas
consecuencias: La revolución es algo que se va construyendo con la
propia práctica. Un problema de la izquierda más ortodoxa es la de
incorporar las ideas de la modernidad de que había una victoria final,
un hombre nuevo. Al final, las personas son las de toda la vida. No te
vas a quitar el conflicto de delante. No hay una victoria final. El
socialismo, o como se quiera llamar a la utopía que tenga cada cual, es
el camino, el proceso de cómo se haga.
Por eso, la disputa de la
hegemonía económica es clave. No la haces sólo creando cooperativas,
hay que disputar también las instituciones económicas. Pero la
apropiación real de los medios de producción y la construcción de un
modelo que esté basado en la democracia dentro de las organizaciones
económicas es clave. Y el cooperativismo es un elemento central. El
modelo de cooperativas de trabajo asociado permite romper con esa
dicotomía que hay entre el espacio reproductivo y el productivo. La
persona que trabaja en una cooperativa tiene mucho más incorporada la
diferencia entre el trabajo que haces a cambio de dinero, asalariado, y
el resto de trabajo que haces ligado a la vida.
¿Todo el mundo está preparado para trabajar en una cooperativa?
Sí.
Pero hay que hacer una inversión previa de tiempo. Hay que invertir
mucho en pensar, debatir y deliberar sobre cómo lo vas a hacer. La
mayor parte de las cooperativas que se vienen abajo no es por falta de
dinero o de modelo de negocio, sino por problemas de relaciones entre
las personas cooperativistas. Hay que dedicar mucho tiempo a debatir
sobre el dinero, cómo entendemos el trabajo, qué prioridades queremos
tener dentro de la cooperativa…
Cuando estaba trabajando con
exdrogodependientes vi salir adelante cooperativas que cualquiera que
hubiese conocido a las personas con el drama que tenían detrás, el
sufrimiento que tenían a sus espaldas, la situación de exclusión, de
rechazo y de precariedad… habría pensado que esas cooperativas era
imposible que salieran. Trabajando bien ese periodo previo y colocando
las cooperativas, no aisladas, sino en red dentro de la economía
solidaria con iniciativas a las que se puedan parecer y en las que se
puedan apoyar, tienen posibilidades de salir adelante.
Pero no es lo mismo trabajar en una cooperativa que ser una persona cooperativista.
Para
una persona que haya puesto en el centro de su vida ganar dinero,
cuanto más mejor, el modelo cooperativista no es en el que va a
encontrar su mayor satisfacción. Pero para personas sueltas, que se
sienten aisladas, que no salen adelante… el modelo cooperativo es el de
más resistencia para hacer esfuerzos para ayudar a esa gente. Yo parto
del supuesto de pensar que prácticamente cualquier persona, a no ser
que seas un capitalista capaz de llevarte por delante lo que sea para
ganar cuanto más mejor, con un proceso de preparación, puede entrar en
una dinámica cooperativista.
De Ecologistas en Acción he
aprendido mucho para poner en marcha iniciativas cooperativistas,
democráticas, que pusieran el bienestar en el centro. También hemos
tenido mucha paciencia para la toma de decisiones. En los temas en los
que hemos encontrado resistencia, hemos intentado nunca forzar la
posición. Hemos esperado a tener la posición madura y con consenso. Es
muy importante darte un tiempo y paciencia. El punto al que llegar es
muy sólido porque incorpora mucha pluralidad. El tercer eje clave es la
incorporación de la ética del cuidado. Dedicamos mucho tiempo a la
resolución de conflictos. Y no porque haya muchos, sino porque se trata
de buscar soluciones donde no haya ganadores y perdedores. Normalmente,
cuando llegas a una solución en la que alguien tiene la sensación de
haber ganado y alguien de haber perdido, tienes una sensación de que,
en el fondo, han perdido todos. Aunque uno haya ganado, ha dejado una
organización dañada, dolida… y si no tienes ilusión en la propia
organización interna, es muy difícil seguir enfrentando una lucha tan
desigual como la que tenemos delante.
¿Qué balance hace de nueve años al frente de Ecologistas en Acción?
Hubo
un grupo de gente que, hace 16 años, fue visionaria, al darse cuenta de
que necesitábamos un movimiento ecologista fuerte. Se embarcaron en una
tarea larguísima. No existía una visión confederal. Estos nueve años
han sido de consolidación, somos mucho más que la suma de
individualidades. Como colectivo, un paraguas fuerte. Y las relaciones
de cohesión son muy potentes, juntos somos más que separados.
Muchos
de los procesos en los que empieza a saltar esta corrupción que apesta
en la administración, las empresas, la economía capitalista… habían
sido denunciadas por Ecologistas. A veces, con un rechazo muy fuerte de
los espacios de la izquierda más transformadora, que tenían
interiorizada la idea de que más infraestructuras y construcción
generaban más empleo y podían conducir a la emancipación. Ecologistas
ha sabido mostrar que todas esas infraestructuras, que atentaban contra
el territorio, atentaban también contra las posibilidades de tener
empleo y contra la vida de la gente. Por otra parte, siendo una
organización respetada, no hemos sido capaces todavía de llegar al
núcleo de la cultura y de los imaginarios que interioricen que vivimos
en un planeta con límites físicos y la necesidad de vivir con menos.
¿Su salida de Ecologistas en Acción podría coincidir con un salto a la política?
Yo
no voy a entrar en política. Yo estoy en Ecologistas en Acción y voy a
seguir. Donde quiero estar en este proceso de cambio es en los
movimientos sociales, que tienen que tener una línea divisoria clara
con las iniciativas políticas, aunque dialoguen y se retroalimenten
mutuamente. Quiero que procesos como Ganemos salgan adelante. Y
contribuir desde los movimientos sociales a que salga adelante. Es
importante que en las instituciones se produzca también un cambio de
arriba a abajo.
Necesitamos unas instituciones diferentes, que
dejen de imitar al mercado y miren más a la sociedad. Y adopten
prácticas orientadas al bienestar de la gente. Y los movimientos
sociales tienen que contribuir. Con el desequilibrio de poder tan
grande que hay, el partido que pueda llegar a la institución con ganas
de cambiarla va a necesitar un contrapoder en la calle muy potente que
reclame los cambios y que obligue a que se haga. Sin contrapoder en la
calle, tiene mucho riesgo de quedar aducido por ese agujero negro
empresarial y económico.
¿Qué riesgo hay de que se descapitalicen los movimientos sociales como ocurrió en los años 80 con el PSOE?
El
riesgo existe. Claramente. Es razonable y lógico que gente que ha
surgido de los movimientos sociales quiera dar el salto a la
institución. Me parece legítimo, normal y deseable. El problema es que
lo haga todo el mundo. Va a hacer falta mucha gente, si llegan a las
instituciones. Uno mira el organigrama municipal y hacen falta muchas
personas en las concejalías, en los distritos… y personas
comprometidas. Y miras alrededor, y es normal que gente de los
movimientos sociales se plantee dar el paso. Deberíamos de tener una
reflexión conjunta para no descapitalizar lo que hay debajo.
En
Bolivia, por ejemplo, cuando Evo Morales llegó a la institución, se
encuentró con las presiones y los lobbies de presión brutales contra la
nacionalización del gas. Y dio la sensación en un momento dado de que
reculaba. Y fueron todos los movimientos sociales que habían construido
el MAS los que salieron a la calle a exigirle.
Hay una idea
demasiado ingenua de que, ahora que hay tanta corrupción, basta con que
llegue gente no corrupta. Pero eso no es así: puede llegar gente
honesta, pero el problema es que hay una organización económica y
social construida de forma contraria a la organización de la
naturaleza, de los recursos que existen. Hay un problema estructural de
fondo que hay que resolver. Esa gente honrada va a poder hacer poco si
no se le da la vuelta a estas estructuras que sostienen el sistema.
Hace falta más reflexión.
Las propuestas de Podemos no son decrecentistas.
No he podido leer todavía a fondo el documento de Vicenç Navarro y Juan Torres.
Pero la idea de Pablo Iglesias es estimular el consumo.
Le
he oído alguna vez hablar de la demanda agregada. Cuando hablamos de
impulsar la demanda agregada, nos tenemos que plantear la demanda
agregada de qué. Evidentemente, un mecanismo económico sostenible
necesita también de un modelo productivo. El problema es qué
producimos, cómo lo producimos y cuánto producimos. Si a mí me dijeran
que hay que impulsar la demanda agregada de bienes que permitan que el
trabajo de cuidados sea entendido de forma repartida y democrática, de
agricultura ecológica, de placas solares… Sería una reorientación del
modelo productivo en muy buena dirección. Si el tema es impulsar la
demanda agregada de coches y productos de consumo que no son
socialmente necesarios, me parece que sería un error grave. La clave es
qué necesidades debemos satisfacer. No me sirve que hablemos de
impulsar la demanda agregada en abstracto, como si impulsar el consumo
de cualquier producto fuera bueno en sí mismo o posible. Tengo ganas de
leer el documento de propuestas a fondo.
¿Por qué el movimiento ecologista no ha conseguido crear hegemonía?
Viendo
la estrategia de Podemos, igual tendríamos que haber optado por otra
estrategia. Hay una parte de autocrítica, de no haberlo podido hacerlo
del todo bien o habernos refugiado en entornos de pureza. Pero lo que
plantea el ecologismo social choca con muchos de los imaginarios que
tenemos en la cabeza: de que cuanto más mejor, de que el crecimiento
económico era intrínsecamente bueno, de progreso, de riqueza… que son
los que le vienen muy bien al capitalismo. Han sido compartidos tanto
por las estructuras capitalistas como por buena parte de la izquierda y
del movimiento sindical.
Una parte de bienestar está ligada al
confort, la comodidad. Pero cuando te empiezas a plantear que es
imposible extender el coche privado a toda la población del planeta,
empiezas a plantearte que el coche privado, más que un derecho, es un
privilegio. O que comer carne 5 veces por semana es absolutamente
imposible extenderlo a todo el planeta porque físicamente es imposible
producir proteína animal en esas cantidades. Comer carne 5 veces por
semana es otro privilegio.
Buena parte de lo que ha sido la
izquierda se ha movido en las categorías de la clase obrera, de la
lucha final. Como persona no te sentías interpelada. Parecía que todo
lo relegábamos a ese momento de lucha final. Por eso el ecologismo y el
feminismo interpelan e incomodan a la persona: te llaman a hacer
cambios que en muchos casos van en contra de tus privilegios como
individuo.
¿Cómo define usted el ecofeminismo?
Es
tanto una corriente de pensamiento como un movimiento social. Lo que lo
caracteriza es que pone en diálogo los dos. Ninguno es hegemónico. Y
hay ecologismos que pueden ser profundamente patriarcales y
planteamientos feministas insostenibles. Ambos coinciden en hacer una
crítica radical al sistema: el capitalismo es un modelo económico y un
sistema social que oculta lo que es más importante para sostener la
vida humana, la dependencia de los recursos sociales y el ecosistema,
pero también que las relaciones entre las personas tienen una
importancia.
Un ser humano no puede sobrevivir en solitario y es
absolutamente dependiente de un trabajo enorme relacional que se
realiza en espacios ocultos a la economía como es el de los hogares.
Sin embargo, vivimos en sociedades en las que la naturaleza y esas
relaciones han quedado subordinadas a otros factores. Cuando planteas
propuestas que colocan a las personas en el centro, te das cuenta de
que ecologismo y feminismo se basan en la cercanía, en el bienestar de
la gente…
Los cuidados tiene un papel clave.
Todo lo
que tiene que ver con el cuidado de la vida tiene un aspecto
fundamental. Es un trabajo que tiene que estar compartido por igual
entre mujeres y hombres, del que se tiene que hacer cargo la sociedad,
que no puede quedar recluido ni escondido dentro de los hogares, que
son en muchas ocasiones las grandes corporaciones del patriarcado. Las
relaciones de interdependencia son tan importantes como las de
codependencia. Y ambas están ocultas en nuestra sociedad y nuestra
economía.
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