12/25/2014

2014: el año del portazo

Mario Campos
El ciclo que agoniza deberá ser recordado como el año en que cambió todo... y nada cambió.
Fue el año de la desaparición de 43 estudiantes a manos de policías municipales que —se nos dijo— obedecían a un alcalde y a su esposa coludidos con el narco. Diciembre se va sin que ninguno de los dos haya sido acusado formalmente por esos cargos y con muchas dudas sobre la versión oficial. 
En el año que está por terminar la violencia dejó de ser vista como algo normal y miles de ciudadanos decidieron hacer suyas las calles y las redes para decirle al gobierno y al mundo entero, que las cosas no iban bien en México. Tristemente también fue el tiempo en que diversos funcionarios se encargaron de decir que no cederían a la presión de la plaza, acusada de estar azuzada por los adversarios de sus reformas. 
El 2014 fue el año en que la opinión de analistas fue crítica y propositiva, al mismo tiempo que el gobierno dijo que no gobernaría para los columnistas. 
Este año fue el que vio nacer el escándalo de Higa, cuando supimos del contratista que financió las casas de la esposa del Presidente y del secretario de Hacienda, y también —para indignación de todos— el periodo en el que vimos cómo siguió la lluvia de contratos millonarios sin el menor pudor. 
Casi al terminar el año, la prensa denunció oportunamente los aguinaldos millonarios de legisladores, alcaldes y exhibió a un jefe delegacional que manejaba una camioneta que le dio un proveedor. No obstante, por las mismas fechas se dio a conocer que el PRI en el Congreso frenó cualquier iniciativa que pudiera combatir la corrupción. 
Para miles —sobre todo jóvenes universitarios— fue el año en que descubrieron su voz, en que se reconocieron y creyeron que si se manifestaban podían influir en su destino. Con tristeza se encontraron con una clase política que les dio un portazo en la cara y les dejó ver que para ellos la opinión de los ciudadanos no significa absolutamente nada. 
2014 fue año de la movilización política, el del fin de la indiferencia, el de la participación, el del #YaMeCansé y el #TodoSomosAyotzinapa. Fue incluso, por si faltaran motivos para la crisis, el del pobre crecimiento, el de la caída del petróleo, el de la depreciación del peso... y a pesar de todo, el año en que nada cambió.
Es una terrible noticia porque si esta coyuntura no pudo hacer reflexionar al gobierno, entonces ¿qué tiene que pasar? Lo que debió ser una señal de alerta fue percibido como la confirmación de que basta con que resistan para que puedan seguir operando como siempre.
Las protestas, los artículos, las redes sociales, las bajas en la popularidad, en vez de moverlos al cambio los hicieron más cínicos. Porque de todos modos, en su lógica, nada pasó y todo era un complot en su contra. 
Pero hay todavía una luz si los que cambiamos fuimos los ciudadanos y el próximo año seguimos convencidos de que las cosas no pueden seguir igual. Si es así viene un año de retos. Bajo la premisa de que la clase política es incapaz de autocontenerse —pues va contra su ADN— los ciudadanos tendrán que hacer mejor las cosas. Pasar de los estados de ánimo a la organización, de los movimientos amorfos a los grupos con liderazgos, de los reclamos genéricos a la formación de agendas. 
Es claro que el cambio nunca vendrá de los que se benefician del status quo. ¿Para qué habrían de atarse las manos si les va muy bien? México quiere ser distinto más allá de la resistencia de sus gobernantes. La batalla está cantada. Veremos qué pasa en 2015, por ahora, un año en el que aún tiene cabida la esperanza.
Politólogo y periodista. 

@MarioCampos
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