12/22/2014

Los periodistas pal café. . .




El fin de 2014, ya a la vuelta de la esquina, nos ha causado más convulsiones que un terremoto trepidatorio con epicentro en el Zócalo capitalino. Hay motivos para todo: tristeza, de la callada, resignada, pero que rasguña: la despedida de Vicente Leñero. La última vez que lo vi fue la noche del estreno de El Atentado, película de Jorge Fons, como todas las suyas, muy aplaudible. Cuando le dije que lo invitaba a cenar para que me firmara unos libros que deseaba regalar a mis hijas, sonrió y me recordó que había una zaga interminable de esas invitaciones inexplicablemente incumplidas. Juré, y lo hice en vano: la cita no se llevó a cabo y la autoflagelación será cotidiana. Como a casi todo el Excélsior de Scherer, conocí a Vicente, por fray Froy López Narváez: Miguel Ángel Granados, Álvarez del Villar, Jordán, Samuel del Villar, López Azuara, Ricardo Garibay. Monsi y el infraescrito nos hacíamos luces de este extraño grupo que, con raras excepciones, eran creyentes (casi devotos), cristianos (casi católicos), creacionistas (casi guadalupanos). Pero eran, al tiempo, las mentes (y los comportamientos), más lúcidos, comprometidos, honorables y progresistas de la prensa nacional. Los virus esparcidos por las teorías de Bergson, Rosnay, de Duve, Monod y, por supuesto de Teilhard de Chardin, los inocularon en serio. Y luego agréguesele a Gregorio Lemercier, fray Alberto de Ezcurdia y el rojísimo obispo Méndez Arceo. (Véase, por favor, la edición de la Revista de la Universidad, de noviembre de 2007, crónica de Leñero cuando Ramón Zorrilla lo presenta con fray Alberto): estarán de acuerdo en que la evolución era inevitable. Para mí, platicar con Leñero era una fiesta, angustiosa debo confesarlo, porque nunca me sentí cómodo, siempre tenía la sensación de que mi conversa no compensaba el tiempo que me dedicaba. Pero lo hizo siempre que lo acosé. A mi remordimiento se agrega mi gratitud, más ahora que estamos parejos: yo puedo seguirlo leyendo y él no tiene para que escucharme.




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No hay punto de comparación entre la generosidad que el presidente Peña Nieto ha demostrado con su amigo Juan Armando Hinojosa –el mecenas de las residencias de Lomas y Malinalco– que con las trabajadoras y trabajadores mexicanos. Los contratos de obra pública para su amigo suman miles de millones de pesos. Sin embargo, a su gobierno le ha tocado revisar el salario mínimo general correspondiente a los años 2013, 2014 y 2015. Los aumentos para el menos peor, el de la zona A, suman $7.77. Apenas son suficientes para comprar 17 tortillas. El de 2015 es deprimente. Como ya están enterados, la Comisión Nacional de Salarios Mínimos aprobó un aumento de 4.2 por ciento. En la zona A será de $2.81 para quedar en 70.10 pesos y en la B de $2.68, y quedará en $66.45. No alcanza para comprar un boleto de Metro. Por otro lado, el nuevo salario quedará prácticamente anulado el mismo día que entre en vigor –el primero de enero– con el gasolinazo y el aumento de los pagos a Infonavit. La negociación quedó muy corta ante las expectativas que había despertado su desvinculación de conceptos como multas. El debate avanzó en el Distrito Federal, donde ya fue aprobada una unidad de medida independiente. Recientemente incluso el Presidente incluyó en su reciente decálogo de acciones la desvinculación a nivel federal, pero fue una frustración porque no pasó la aduana del Senado. ¡No le echaron las mismas ganas que a la reforma energética! El turbio Javier Lozano logró introducir una propuesta de modificación al artículo quinto transitorio, en el que se especifican los mecanismos mediante los cuales se establece el valor de la nueva unidad de medida. En la propuesta de Lozano, la Cámara de Diputados deberá discutir, en un plazo no mayor a 120 días, una ley reglamentaria para establecer el valor de dicha medida. Es un absurdo, opina la diputada Luisa María Alcalde, del nuevo bloque de Morena. Lo que logró Lozano es que se hiciera la voluntad de la Coparmex para detener el aumento a los salarios, porque ahora la discusión de la desvinculación se irá hasta febrero.

Error de diciembre
Esta Navidad se cumplen 20 años del error de diciembre. Costó al país 120 mil millones de dólares. La paridad de la moneda es muy variable en estos días, lo que dificulta hacer un comparativo, pero aunque se ha abonado una fortuna desde entonces la deuda sigue siendo impresionante: 838 mil 761 millones de pesos. En la víspera de la Navidad de 1994 los mexicanos se levantaron con la noticia de que el peso se había devaluado 40 por ciento. Salinas de Gortari había dejado una deuda de casi 30 mil millones de dólares en Tesobonos, instrumentos de inversión en manos de extranjeros y mexicanos, a corto plazo, denominados en pesos, pero que se pagaban en dólares. Habían sido creados para financiar el déficit del gobierno. El levantamiento del EZLN en Chiapas y los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu mermaron la confianza de los inversionistas en el país. Mientras que el primero de enero de 1994 las reservas internacionales eran de 28 mil millones de dólares, el primero de diciembre –día en que tomó posesión Ernesto Zedillo– sólo quedaban 12 mil 510. Zedillo tomó la decisión de devaluar la moneda. El entonces secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche, la anunció a un grupo de grandes empresarios en una reunión el 19 de diciembre de 1994. Salieron a comprar dólares. Para el 21 de diciembre, las reservas internacionales eran de 5 mil 500 millones de dólares. La crisis mexicana afectó a otros países e inclusive se constituyó en un riesgo para el gobierno de Estados Unidos. Bill Clinton aprobó urgentemente un préstamo de casi 50 mil millones de dólares, a los que se añadieron 17 mil del Fondo Monetario Internacional y 10 mil del Banco de Pagos Internacionales. Cuando el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Jim Leach, presentó la propuesta del préstamo a México, lo hizo con estas palabras: Si funciona, Estados Unidos tiene el potencial de ganar enormes sumas de dinero. Zedillo tomó la decisión, con el apoyo de panistas como Vicente Fox, Felipe Calderón y Diego Fernández de Cevallos, de salvar a los bancos, de ahí se originó la deuda del Fobaproa. Pero abandonaron a su suerte a pequeñas empresas y a las familias. Perdieron casas, departamentos, automóviles. ¿Encuentran similitudes con lo que ocurre hoy en México? Las hay, son muchas.



Cincuenta años después del absurdo embargo que Estados Unidos impuso a Cuba, por el delito de ejercer el derecho soberano de definir su sistema de vida, se reconoce el error de esa decisión. Tal como señaló La Jornada en su editorial, debe reconocerse la valentía y determinación exhibidas por el presidente Obama al emprender un deslinde claro e inequívoco con respecto a uno de los rasgos más agraviantes y vergonzosos de la política exterior de su país.
Como era de esperarse, protestaron airadamente todos aquellos que durante años han medrado del rompimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Amén de diferencias ideológicas, no pocos legisladores, hombres de negocios e incluso medios de comunicación se han beneficiado del millonario presupuesto que el Congreso ha destinado para fomentar la discordia entre ambas naciones. La apertura de relaciones significa la pérdida de un modus vivendi basado en el ataque sistemático contra quienes han defendido a un país que, a pesar de las carencias, ha preservado logros de su revolución, entre ellos la educación y la salud, reconocidos mundialmente por su excelencia.



Como cada año, en este Reporte Económico damos registro al Presupuesto Federal aprobado por el Congreso. Para 2015, éste totaliza un monto de 4 billones 694 mil 677 millones de pesos, cifra 5.1% superior a precios corrientes a los 4.467 billones aprobados para 2014, pero que sólo presentará un crecimiento marginal en términos reales al descontar la inflación
Los ingresos
El total aprobado (4.695 billones) representa el 25.6% del PIB esperado por el gobierno para 2015, y se divide en Ingresos presupuestarios propios del sector público (85.7% del total) e Ingresos derivados de financiamientos (14.3%) (Gráfico 1). Los primeros, los propios, se integran a su vez por Ingresos del gobierno federal (61.9% del total), e Ingresos de organismos y empresas (23.8%).



Del ambiente festivo por el reinicio de las relaciones diplomáticas cubano-estadunidenses se vuelve a la cruda realidad, porque el problema nunca fue el rencuentro bilateral, sino el cese del brutal bloqueo unilateral e ilegalmente impuesto a la isla por Estados Unidos, cuya cancelación, ni de lejos, se incluyó en la buena voluntad de Obama.
Y lo anterior está claro para el gobierno isleño. Raúl Castro reconoce que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas es un gran paso, pero Cuba debe mantenerse firme hasta lograr que la Casa Blanca deje atrás su enferma decisión de agredir permanentemente al pueblo cubano por las vías económica, financiera y comercial, más allá de dar por concluidos ataques de otra naturaleza.
A lo largo de más de medio siglo el gobierno cubano pasó del bloqueo político prácticamente total (en América Latina todos se doblaron, salvo México), y en 1964 los gobiernos regionales acataron la línea de Washington y rompieron relaciones diplomáticas con la isla. Cincuenta años después, en el seno de la ONU todos votan en favor de Cuba y del levantamiento del bloqueo, salvo Estados Unidos e Israel. Pero ni así.
A lo largo de todas esas décadas el gobierno isleño ha sido nítido y congruente, y, como ahora lo reitera Raúl Castro, Cuba es un Estado soberano, cuyo pueblo decidió su rumbo socialista y su sistema político, económico y social. De la misma forma que nunca hemos propuesto que Estados Unidos cambie su sistema político, exigiremos respeto al nuestro. Aceptamos conversar acerca de cualquier tema, de todo lo que quieran discutir de aquí, pero también de Estados Unidos.
Tan sencillo como eso, de ida y vuelta, entre pares, pero en Estados Unidos se niegan a aceptarlo y se aferran al capricho, no obstante su permanente cuan sonado fracaso de doblegar a los cubanos, quienes, cierto es, han pagado un elevadísimo precio, aunque la dignidad no lo tiene.
En el recuento de los años y de los daños, Cuba se convirtió en una plaza sitiada desde prácticamente el triunfo de la Revolución. Apenas cuatro meses después de ese hecho histórico, el gobierno estadunidense dio inicio a su intentona de ahorcar económicamente a la isla, y en paralelo su política de terror en contra de su gobierno y población: reducción de cuota azucarera, prohibición de inversiones gringas, cancelación de toda ayuda económica y de asistencia tecnológica, fin del abasto petrolero y su refinación en territorio cubano, vehículos, partes automotrices y abasto de productos de consumo diario, entre mil cosas más.
En enero de 1961, el gobierno estadunidense rompió oficialmente las relaciones diplomáticas con Cuba y no dejó de atentar en contra de los intereses isleños. En abril de ese año financió y otorgó todo tipo de medios para la fracasada invasión de bahía de Cochinos. Pero oficialmente el embargo no se había decretado, aunque en los hechos arrancó en el momento mismo del triunfo revolucionario.
Sólo hasta febrero de 1962, Kennedy firmó la Proclama presidencial número 3447, por medio de la cual impuso formalmente el bloqueo total, que entró en vigor el 7 de ese mismo mes, y la larga mano gringa incluyó acuerdos con las naciones europeas occidentales para nulificar el comercio de éstas con Cuba. Así, entre tantas otras decisiones, canceló la cuota azucarera cubana (alrededor de 700 mil toneladas) y la reasignó a Argentina y República Dominicana; prohibió la importación de todo producto elaborado completamente o en parte con productos cubanos, aunque fueran fabricados en terceros y mucho más, todo ello bajo la Ley de comercio con el enemigo y más que activa la doctrina del terror permanente en contra del pueblo y el gobierno cubanos, con la crisis de los misiles como cereza de ese año.
Tras oficializar el bloqueo, Kennedy utilizó los recursos de la Alianza para el progreso para la compra de votos de los países latinoamericanos, y a cambio Estados Unidos logró expulsar a Cuba de la comunidad de naciones hemisféricas, es decir, de la putrefacta Organización de Estados Americanos. Bajo la tutela de la Casa Blanca, todos los países, excepto México, aplicaron el bloqueo a Cuba.
En una crónica periodística de la época se destacaba el regocijo del presidente John F. Kennedy por la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos, que se concretó durante la octava Reunión de consulta de ministros de Relaciones Exteriores de la institución, y destacó su más grande orgullo y satisfacción por tal logro. En la Casa Blanca, el primero de febrero de 1962 Kennedy esperó que aterrizara el helicóptero en el que viajaba el secretario de Estado Dean Rusk y dijo a los periodistas que el funcionario ganó gran prestigio para sí y para el gobierno estadunidense. Rusk, por su parte, dijo que en el encuentro de cancilleres se demostró un profundo sentido de la unidad del hemisferio frente al problema de Cuba revolucionaria. La isla, apuntaba dicha crónica, sólo tiene una opción para evitar el bloqueo: variar el camino escogido.
A la vuelta de los años, 11 inquilinos de la Casa Blanca después, quien se vio en la penosa necesidad de variar el rumbo fue el gobierno de Estados Unidos, aunque falta el punto toral. De aquella profunda unidad hemisférica que cacareaba Kennedy, se transitó a la paulatina pero creciente y sostenida condena internacional en contra del bloqueo. De hecho, en junio de 2009 hasta la OEA derogó, por aclamación y sin condiciones, la resolución de 1962 que expulsó a Cuba del sistema interamericano (en congruencia debió expulsar a Estados Unidos).



Stephen Colbert, uno de los payasos/críticos sociales más inteligentes de la era moderna estadunidense, dejó el escenario la semana pasada después de nueve años de provocar, informar y educar a una generación de estadunidenses. Como todo buen payaso, el objetivo de su burla era contra los excesos, manipulaciones, engaños y mentiras de políticos, de los medios y de cualquier interés poderoso enmascarado.
Cuatro noches cada semana, su programa, The Colbert Report, abordaba temas de coyuntura y, a veces, al comentar alguna noticia, su comentario mismo se volvía noticia. Para muchos, fue uno de los intérpretes claves del momento contemporáneo de Estados Unidos en esta última década.
Disfrazado –pero usando su propio nombre– de comentarista conservador, arrogante, egoísta, vanidoso y absolutamente convencido de sí mismo, Colbert logró usar sus navajas cómicas para cortar la hipocresía de cualquier pretencioso o poderoso, o acuchillar cualquier engaño conservador o juego de poder. Lo hizo en sus entrevistas con más de 80 representantes federales en la última década, muchos de los cuales sencillamente no entendían que acababan de ser fulminados al responder a sus preguntas (durante un tiempo, un líder legislativo demócrata giró instrucciones a sus filas para no aceptar ser entrevistados por Colbert), o con grandes promotores del mercado libre y otros conceptos favorecidos por la derecha a quienes aseguraba que compartía a fondo sus argumentos: los llevaba a tales extremos absurdos que ellos mismos se aniquilaban.



Nunca como en estos tiempos ha estado en riesgo la realización de comicios en Guerrero.
La advertencia de las organizaciones que participan en la Asamblea Nacional Popular, que coordina la lucha por la presentación con vida de los 43 normalistas, de que no habrá elecciones en 2015, ha encendido los focos rojos de autoridades federales y estatales, y mantiene nerviosos a los aspirantes de todos los partidos políticos que buscan ser candidatos.
La incógnita es, primero, cómo llevar a cabo campañas cuando las organizaciones han advertido que impedirán los preparativos de la elección, y han dado muestras contundentes de que hablan en serio: en Acapulco y Chilpancingo ocuparon instalaciones del Instituto Nacional Electoral; obligaron al gobernador, Rogelio Ortega, a acompañarlos en una marcha en Ayutla; al alcalde de Acapulco, Luis Walton Aburto, lo bajaron de su camioneta y la pintarrajearon, y en Tlapa retuvieron a un grupo de periodistas a quienes acusaban de no escribir sobre el caso Ayotzinapa y de apoyar una reunión a la que acudirían políticos para hacer proselitismo disfrazado.



En la mitología griega se dice que Sísifo era hijo de Eolo y Enareta, marido de Merope y fundador y rey de Éfira, antiguo nombre de Corinto. También tuvo amores con Anticlea antes de que ésta se casara con Laertes, el padre de Ulises. Con todo, Sísifo es menos conocido por sus acciones que por su castigo: tener que empujar una enorme roca hasta la cima de una montaña y, a punto de llegar, la piedra vuelve a rodar hacia abajo, repitiendo una y otra vez el frustrante proceso.
Empeñados sin demasiada claridad ni convicción y por lo tanto con escaso fruto en la consecución de ideales político-sociales, los habitantes de México, embrollados entre su endeble democracia, falsos valores e inmadura libertad, emulan sin querer al Sísifo mitológico, pues no acaban de alcanzar una responsabilidad compartida sino que periódicamente prefieren reinventar el hilo negro con antojadizos métodos, añejas protestas e inciertas reformas... una y otra vez, sexenio tras sexenio.
En este guatecazo –aumentativo de fiesta casera pero ruidosa en la que algo se alcanza a merendar y se baila– no todo es ineptitud, frustración y oratoria escolar, sino que algunos gobiernos estatales y sus legislaturas de repente comprueban, en su ineficaz lucha contra la delincuencia organizada, que la sociedad está compuesta por simples mortales, personas que, independientemente de su edad, nivel económico y puesto, fregados o prósperos, famosos o anónimos, tarde o temprano habrán de estirar la pata, de morirse toditos, tengan o no tengan en qué caerse muertos.


 

El pasado viernes, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) anunció su determinación de disolver y liquidar la sociedad financiera popular (Sofipo) Ficrea, intervenida por esa entidad desde noviembre pasado, toda vez que detectó operaciones fraudulentas, triangulación de recursos y presunto lavado de dinero. El presidente de la CNBV, Jaime González Aguadé, señaló ese mismo día que se había logrado documentar la forma en que Ficrea llevó a cabo operaciones fraudulentas mediante por lo menos tres empresas relacionadas: LeadmanTrade, BausJackman Leasing y Monka Comercial.

Pide valorar la labor de los médicos
¿Tu salud cuesta 20 pesos? Menos de lo que vale una hora de estacionamiento, una comida en una fonda, un corte de cabello o un refresco familiar.

El viernes 25 de abril de 1980 a las 9:30 horas presenté las cartas credenciales al ministro Isidoro Malmierca y me vi en el caso de explicarle, aun cuando él ya lo sabía, por supuesto, que ya el propio presidente del Consejo de Estado y Consejo de Ministros, comandante Fidel Castro Ruz, en un acto verdaderamente excepcional de amistad y consideración hacia México –fue la única vez que hizo algo así en 21 años que tenía en el poder– me había recibido personalmente los originales de las cartas entre la noche del martes 15 y la mañana del miércoles 16 en su oficina de Palacio de la Revolución (La historia que viví, GMC, pág. 179).

Afirmaba Vicente Le­ñero que el periodismo no está para resolver las crisis, está para decirlas. También decía que el objetivo del periodismo es gritar qué se esconde, qué se oculta o simula, cómo duele la llaga, por qué y cómo y a qué horas, desde cuándo y por dónde se manifiesta el yugo que oprime la vida social. La realidad −la realidad a secas− presenta conflictos, signos, contradicciones. Y según el entrañable Leñero, más que ir en busca de la verdad, el objetivo del periodismo es indagar en el desgarrado cuerpo social y presentar la realidad desnudita y completa; monda y lironda. Guste a quien guste, enoje a quien enoje, podríamos agregar.

Empezó al fin el primer Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías contra el Capitalismo.

Uno de los problemas más importantes que detienen el avance de la patria es que el régimen corrupto no sabe reconocer su derrota. Cada día más personas se dan cuenta de que han sido traicionadas por los poderosos y se arman de valor para intervenir directamente a favor de la paz, la vida y la justicia. Pero en lugar de levantar la cabeza y mirar a la musa de la historia en los ojos, los políticos se hunden en sus mentiras y lanzan desesperadas patadas de ahogado. Evidencian una cultura política autoritaria y atrasada que tendrá que ser superada por medio de una decidida acción ciudadana.

En su última sesión de este año, la Cá­mara de Diputados aprobó la Ley de Transición Energética. La iniciativa original tenía como objetivo central obligar a la industria privada y a la Comisión Federal de Electricidad a reducir el consumo que realizan de combustibles fósiles de tal forma que en 2050 la mayor parte de la electricidad que se consuma en el país provenga de procesos limpios, no contaminantes. Una forma de cumplir con los compromisos oficiales sobre la materia tanto a escala nacional como en el marco de los convenios internacionales que buscan reducir la generación de gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento del planeta.

Por ahora no me refiero a la tormenta que azota a la economía. La metáfora climática es ilustrativa. Empiezo, en cambio, por considerar otra acepción de ese término: lo que pasa con el tiempo, lo que no es eterno, según dice el diccionario.

Gracias a Dios por Noam Chomsky. No por toda una vida de asaltos devastadores a nuestra hipocresía política, sino por su lingüística. Mucho antes de llegar a conocerlo, en mis tiempos de estudiante, cuando me afanaba en mi curso universitario de lingüística, el trabajo de Chomsky me alertó sobre el uso pernicioso del lenguaje. Por eso condeno de inmediato la vil semántica del Pentágono y la CIA. No sólo esa vieja frase lobuna daño colateral, sino el lenguaje entero de la tortura. O, como la llaman los chicos que torturan en nuestro nombre, técnicas perfeccionadas de interrogación.
La serie de simulacros de muerte que es la vida

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