El
pasado 22 de diciembre Las Abejas recordó un aniversario más –el 17– de
la masacre de Acteal. Pero a su machacona insistencia en el castigo de
los autores intelectuales que siguen impunes, en esta ocasión, dada la
situación del país y retomando la frase de que todo México es una fosa
llena de restos humanos, incluyeron en su conmemoración y en su
denuncia todas las masacres, todos los crímenes de Estado que pudieron
recordar desde el 2 de octubre de 1968. Así, fueron invitados como
representantes simbólicos de esta amplia gama de tragedias, familiares
y sobrevivientes del más reciente crimen de Ayotzinapa; como
representantes emblemáticos de los miles de migrantes muertos,
mutilados, vejados o desaparecidos, estuvieron tres frailes
franciscanos del albergue para migrantes La 72, de Tenosique, Tabasco
(nombrado así en recuerdo del los 72 migrantes masacrados en San
Fernando, Tamaulipas). También asistieron representantes de presos
políticos, desplazados y desaparecidos forzados de Chiapas, de los
municipios de Tila y Tenejapa, estos últimos desplazados hasta el día
de hoy.
Emulando a sus familiares masacrados, Las Abejas precedió la
conmemoración con una jornada de ayuno y oración en la cual elevaron
oraciones por todos los desaparecidos, desplazados, asesinados y
perseguidos, tanto nacionales como extranjeros migrantes.
Aunque no hubo ningún representante directo presente, Las Abejas
incluyó en su lista a los niños incinerados de la guardería ABC de
Sinaloa y, como buenos indígenas (y además mayas), extremadamente
sensibles a toda clase de símbolos, como es la numerología, en su
comunicado caviló en esa línea. Comentó: Acteal, 45 masacrados, mayoría
mujeres y niños, más cuatro bebés aún no nacidos masacrados
kaibilescamente en el vientre de sus madres, total 49 víctimas.
Guardería ABC: 49 niños muertos entre las llamas de la
irresponsabilidad y quizá de algo peor todavía. Ayotzinapa: siete
asesinados reconocidos como tales (cinco de Ayotzinapa y dos que iban
pasando) más 42 estudiantes todavía desaparecidos, total: 49.
En cada uno de los casos, 49 víctimas y todos los lugares comienzan con A.¿Adónde pretendían llegar Las Abejas con esta especulación? ¿A complementar los cálculos del nuevo katún maya, comenzado hace un año el 22 de diciembre? ¿O quizá algo más modesto, pero más actual, como proponer el hashtag A-49? Pero justo cuando comenzábamos a preguntarnos si la organización pacifista se iba a embarcar en polémicas cábalas adivinatorias, quizá interesantes pero un tanto alejadas de la angustiante situación del país, Las Abejas dio a sus reflexiones un giro pleno de realismo social y político:
Quizás éstas sean meras coincidencias, pero hay otras que no lo son, por ejemplo, que todos estos son crímenes de Estado.
A partir de ahí, Las Abejas señaló que existe un patrón reconocible
en muchos, si no es que en todos los crímenes masivos que ahí
rememoraron.
Al decir que ciertas pautas constantes son reconocibles hay que
acotar, como hizo uno de los presentes en Acteal, que son reconocibles
para quienes lo han vivido. A diferencia de lo que sucede a quienes ven
las cosas desde afuera o a través de los medios de comunicación para
quienes estas constantes pueden permanecer ocultas o difícilmente
discernibles, para quienes las han padecido son evidentes.
Cuando Las Abejas escucha la explicación oficial sobre Ayotzinapa y la pretendida inacción del Ejército, piensa:
como que esto ya lo habíamos escuchado. Y, en efecto, esa fue la postura oficial sobre el destacamento de la policía estatal que permaneció a unos cuantos metros de donde estaban siendo balaceadas las víctimas de Acteal durante cinco horas sin hacer nada por impedirlo. Sólo consignó por delitos de omisión, pero cada uno de los integrantes de Las Abejas sabe que el papel de la policía estatal y el Ejército fue acompañar y proteger el accionar de los paramilitares desde meses antes de la masacre de diciembre.
Otra similitud es la designación de chivos expiatorios menores
dentro de la jerarquía del estado. Así, la máxima responsabilidad por
la formación y operación de los paramilitares de Chenalhó fue
oficialmente asignada al presidente municipal, tal como intentan hacer
con Ayotzinapa. Las Abejas incluso pregunta con sorna (y clarividencia)
al gobierno de Enrique Peña Nieto: “¿Ya tiene preparada la coartada
legalista para liberar, cuando las condiciones se lo permitan, ‘por
fallas en el debido proceso’ al matrimonio Abarca?”
Como dijo en Acteal uno de los normalistas de Ayotzinapa: No se
necesita mucho análisis: en México es un delito ser pobre; si además de
ser pobre eres estudiante, doble delito (y Las Abejas completó: si
además eres indígena, triple); las instituciones del estado existen
para castigar a los inocentes y premiar a los culpables.
Otro de los presentes complementó: el delito de los migrantes es
soñar en tener una casita para su familia, ganada con su propio
trabajo; si tuvieran, no una casita sino una mansión, comprada, no con
su sudor, sino con el dinero de la corrupción y el tráfico de
influencias no sería delito. El delito de Las Abejas fue negarse a
contribuir a comprar armas para atacar a los zapatistas y ayunar para
que hubiera paz en su municipio; si hubieran poseído armamento de uso
exclusivo del Ejército el gobierno los habría protegido.
Don Raúl Vera, hoy obispo de Saltillo, y coadjutor de San Cristóbal
cuando se ejecutó la masacre de Acteal, sintetizó el sentir general
señalando una manta que colgaron Las Abejas con una frase del evangelio
leído ese día:
Derriba del trono a los poderosos y levanta del suelo a los humildes. Comentó don Raúl que en Acteal se concentra de una manera misteriosa el poder de la sangre de todos los inocentes victimados a lo largo y ancho del país, sangre inocente que identificó con la del autor y personaje central del evangelio. Que sea con esa fuerza que todos los pobres y oprimidos de México sean capaces de derribar del trono a los poderosos –oró en voz alta Don Raúl– porque la actual clase dirigente del país ya no tiene nada que hacer ahí.
No queda nada más que añadir, excepto que así sea.
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