Jenaro Villamil
MÉXICO,
D.F. (apro).- Está a punto de culminar el año y la sensación
generalizada es que termina un sexenio. Apenas va en su tercera parte
del mandato constitucional, pero el gobierno de Enrique Peña Nieto ha
caído en una crisis que ni sus propios colaboradores pueden negar:
menos de 30 por ciento de aceptación en las encuestas; crisis política
derivada de la crisis de inseguridad pública que detonó en Ayotzinapa;
incumplimiento de las metas mínimas de crecimiento económico;
escándalos de corrupción que llegan al primer mandatario y a su
secretario de Hacienda, por mencionar algunos.
El 2014 iba a ser el lanzamiento espectacular del Mexican Moment y terminó en el hundimiento del Mexican Murder.
La opinión pública nacional e internacional salió del largo
ocultamiento de las narcofosas y la desaparición de los 43 normalistas
de Ayotzinapa, hace casi ya tres meses, potenció lo que se quería
ocultar.
Un gobierno y un político siempre serán recordados no por sus logros
sino por su capacidad para enfrentar las crisis y los conflictos
derivados de su gestión. En 2014, los enredos de Peña Nieto lo
enredaron a él, a su equipo, a sus compromisos y al gobierno.
Aquí una breve lista de sus enredos más graves:
1.-Grupo Higa.
Juan Armando Hinojosa Cantú.-Se convirtió en el gran compadre, amigo,
compañero de jugadas de golf y, por supuesto, en el gran contratista de
Peña Nieto. Pensó que todo sería como en el gobierno del Estado de
México: máximos favores, en medio de un silencio mediático opresivo.
Construyó hospitales, carreteras y otras grandes obras a sobreprecios
sin que nada sucediera. Regaló, “donó”, financió mansiones a los
funcionarios –incluyendo el departamento de las Brisas, Acapulco de
Enrique Peña Nieto- sin que nadie los acusara de conflicto de interés.
Llegó la licitación del tren México-Querétaro. Llegó el escándalo de
la Casa Blanca y Peña Nieto y su amigo quedaron enredados en sus
intereses. Ahora, Ruiz Esparza ya anunció que Grupo Higa quedó
“expulsado” de la licitación del tren de alta velocidad, pero las redes
de favores y grandes contratos que llegan hasta Pemex continúan.
2.-Angélica Rivera, La Gaviota.-El
guión original del gran montaje peñista indicaba que Angélica Rivera
sería un romance de telenovela, una réplica a la mexicana de Jacqueline
y John F. Kennedy, una especie de Evita Perón, sin excesos políticos.
La Gaviota y su carisma serían la transfusión de rating que el proyecto
de ascenso presidencial requería.
En menos de dos años, La Gaviota pasó de ser un superávit a
un déficit de popularidad y credibilidad. La primera dama no aceptó
estar tras bambalinas. Se fotografió como en los viejos tiempos de
estrella de Televisa en su mansión y en Los Pinos y abrió las
compuertas de la fiscalización.
El escándalo de la “Casa Blanca” llegó en el peor momento de la
administración de Peña Nieto y la respuesta de Angélica Rivera, en un
video mal hecho, contradictorio, difuso, confuso e increíble, le echó
leña a la hoguera de una mansión. La historia de romance entre Peña
Nieto y La Gaviota se transformó en una tragicomedia de enredos y corrupción.
3.-Televisa-Teletón.-Nunca
han negado sus mutuas lealtades y acuerdos, aunque siempre rechacen que
se trate de un negocio pactado ilegalmente con dinero del erario y
beneficios para el monopolio de comunicación electrónica. La relación
entre Peña y Televisa entró en un enredo mayúsculo este año.
Ampliamente beneficiada por la ley secundaria de telecomunicaciones
y radiodifusión, Televisa quiso ir por más. Como siempre. Y se enfrentó
a las contradicciones del gobierno de Peña, a un diagnóstico apenas
crítico de la ONU al Teletón y a la plaza pública que les reprochó su
indolencia en el caso Ayotzinapa.
Blanca y en una versión tan poco creíble como rocambolesca de una
primera dama que ganó como actriz lo que ni Luis Videgaray obtuvo como
“cerebro financiero” del gobierno.
4.-El Ejército.
Los titulares de la Sedena y la Secretaría de Marina decidieron salir a
defenderse. Tras la matanza de Tlatlaya y las sospechas de su
involucramiento en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa,
los máximos generales han salido a romper una regla no escrita entre
las fuerzas armadas y el poder civil: serenidad y silencio, lealtad y
mando.
El gobierno de Peña Nieto está enredado con las fuerzas armadas. El
temor de un “golpe interno” está presente desde que la ejecución de 22
jóvenes en Tlatlaya exhibió a las fuerzas armadas y éstas reaccionaron
no con transparencia sino con reflejos de autoincriminación.
La guerra contra el crimen organizado ha minado la fortaleza y
credibilidad de muchos mandos militares, pero confunden a la
institución con las sospechas e indicios que involucran a algunos. Y el
gobierno de Peña Nieto poco ha podido hacer para salir de este enredo.
5.-Carlos Salinas.
Desde febrero de 2014 se especuló que la distancia “táctica” entre el
ex presidente más impopular en la historia reciente y Peña Nieto se
convirtió en un rompimiento real. Compromisos no cumplidos, negocios no
compartidos, deslealtades y presunto favoritismo hacia el zedillismo,
son reclamos del salinismo. Peña Nieto no lo menciona, no lo invita, y
su equipo consideró que en menos de dos años ellos superaron el ímpetu
reformador del negociador del TLCAN.
El 2014 terminó con una demostración de poder e impunidad de los
Salinas. El “hermano incómodo” quedó exonerado por un sospechoso
tribunal que le jugó la maniobra a la “inocente” PGR y el ex presidente
revivió como analista de telecomunicaciones para deslindarse de las
acusaciones sobre abusos y beneficios a Telmex-América Móvil.
Salinas no sabe y no puede jugar en la plaza pública, desde donde
fue expulsado a raíz de la crisis del 94, pero es un maestro en el arte
de la intriga en la élite y entre las cortes mexicanas. Peña Nieto se
enredó en ambas y ahora el “Innombrable” le demostró que la impunidad
es algo más que un concepto. Es el sistema.
Twitter: @JenaroVillamil
No hay comentarios.:
Publicar un comentario