12/27/2014

Violencia sexual practicada en la dictadura debe ser recordada y castigada como delito de lesa humanidad




Adital


La violencia sexual como método de tortura física y psicológica y como política de Estado victimó a mujeres y hombres durante la dictadura militar, constituyendo graves violaciones a los derechos humanos y delitos de lesa humanidad. Para ellas, sin embargo, la crueldad era intensificada por el hecho de ser mujeres. Declaraciones de las sobrevivientes ponen en evidencia los múltiples métodos usados por los agentes de la represión: violaciones, humillación ininterrumpida, desnudamiento forzado, abortos provocados, separación de sus hijos y tortura contra compañeros y familiares.
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El escenario inhumano es detallado en el capítulo "Violencia sexual, violencia de género y violencia contra mujeres y niños”, del Informe Final de la Comisión Nacional de la Verdad (CNV), divulgado el último 10 de diciembre. El texto utilizó como base la definición de "discriminación contra la mujer” de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), definida como toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo y que tenga por objeto o resultado perjudicar o anular el reconocimiento, gozo o ejercicio por la mujer de los derechos humanos y libertades fundamentales.
Lucía Murat, contó en declaración a la CNV, en mayo último, haber sido víctima de tortura sexual, y que podría haber provocado su propia muerte, en el caso que intentara protegerse. "Yo permanecía desnuda, con la capucha en la cabeza, una cuerda alrededor del cuello, pasando por la espalda hasta las manos, que estaban atadas atrás de la cintura. Mientras el torturador permanecía tocando mis senos, mi vagina, penetrando con el dedo la vagina, yo permanecía imposibilitada de defenderme, pues si movía mis brazos para protegerme, me ahorcaba e, instintivamente, volvía atrás”.
Basado en testimonios como el de Lucía ante los investigadores del grupo de trabajo "Dictadura y Género”, la CNV constató que la violencia sexual practicada por agentes públicos ocurría en forma diseminada, con registros que coinciden con las primeras detenciones, inmediatamente después del golpe de Estado, constituyendo instrumento de tortura y violación de los derechos humanos.
"Inserta en la lógica de la tortura y estructurada en la jerarquía de género y sexualidad, la violencia sexual relatada por sobrevivientes de la dictadura militar constituye abuso de poder no sólo si consideramos poder como la facultad o la posibilidad del agente estatal de infligir sufrimiento, sino también el permiso (explícito o no) para hacerlo. Fue así que, rutinariamente, en los espacios en que la tortura se convirtió en un medio de ejercicio de poder y dominación total, la feminidad y la masculinidad fueron movilizadas para perpetrar la violencia, traspasando todos los límites de la dignidad humana”, se describe en el texto.
De acuerdo con el Estatuto de Roma, citado por el documento, la agresión sexual, esclavitud sexual, prostitución, embarazo y esterilización forzada, o cualquier otra forma de violencia sexual de gravedad comparable constituyen delitos de lesa humanidad.
Prácticas como detención arbitraria y tortura, mediante choques eléctricos en los órganos genitales, golpes en los senos y en el estómago para provocar aborto o afectar la capacidad reproductiva, introducción de objetos y/o animales en la vagina y/o anos y choque eléctrico en los genitales fueron cometidos contra las mujeres detenidas en diversos lugares: Deic (Departamento Estadual Investigación Criminal), DOI-Codi (Destacamento de Operaciones de Informaciones – Centro de Operación de Defensa Interna), Dops (Departamento de Orden Política y Social), Base Aérea de el Galeão, batallones de la Policía del Ejército, Casa de la Muerte (Petrópolis – Río de Janeiro), Cenimar (Centro de Informaciones de la Marina), Cisa (Centro de Informaciones de la Aeronáutica), comisarías policiales, Oban (Operación Banderante), hospitales militares, presidios y cuarteles. La violencia sexual en esos lugares era empleada como arma.
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Las mujeres, militantes o no, incluyendo religiosas, eran tenidas como merecedoras de violaciones por los militares, formados en una óptica sexista y homofóbica. Para las militantes, sin embargo, la situación se agravaba. En su contra la tortura también era empleada para arrancar delaciones sobre novios, maridos y compañeros. Entre las parejas presas, era común que la mujer fuese violentada en frente del compañero, inmovilizado en el palo de arara y también víctima de violencia.
Marcia Basetto Paes relató a la CNV la tortura sufrida cuando fue detenida con Celso Giovanetti Brambilla por el Deops/SP, el 28 de abril de 1977. "En la cuestión de la mujer, la cosa era peor porque… quiere decir peor, era peor para todo el mundo, no había nada mejor para nadie. Pero [...] existía una intención de la humillación hacia la mujer. Entonces, el choque eléctrico en la vagina, en el ano, en los pezones, alicate en el pezón, entonces… eran las cosas que ellos hacían. Muchas veces, yo fui torturada junto a Celso Brambilla porque sustentamos la cuestión de que éramos novios. Ellos usaron, obviamente, esa situación, ese vínculo, supuesto vínculo, además de la militancia, que sería un vínculo afectivo también, en la tortura”.
La maternidad también era usada como instrumento de desestructuración de las mujeres. Amenazas a los hijos recién nacidos, inyecciones para cortar la leche de las lactantes y separación compulsiva de los niños eran frecuentes. "Mutilaciones en los senos privaron a las madres de amamantar a sus bebés. Úteros quemados con choques eléctricos convirtieron a muchas mujeres en estériles o de llevar adelante una gestación”, se revela en el documento.
Con menos de dos años de edad, la hija de Eleonora Menicucci de Oliveira, actual ministra jefe de la Secretaría de Política para las Mujeres de la Presidencia de la República, entonces militante, fue amenazada con el uso de choques eléctricos, por Lourival Gaeta. "Un día, ellos me llevaron a un lugar, que hoy yo ubico como la sede del Ejército, en Ibirapuera. Allá estaba mi hija de un año y 10 meses, sólo con pañales, en el frío. Ellos la ponían delante de mí, gritando, llorando, y amenazaban con darle choques eléctricos. (…) Hasta después de salir de la cárcel, casi tres años después, conviví con el miedo de que mi hija fuese agarrada”.
Muchas víctimas fatales de la dictadura fueron sometidas a la violencia sexual antes de desaparecer o de ser asesinadas. Fue el caso de Anatalia de Souza Melo Alves, que tuvo los órganos genitales quemados, antes de su muerte, en enero de 1973, en el lugar donde funcionaba la Sección del Comisionado de la Delegación de Seguridad Social de la Secretaría de Estado de los Negocios de Seguridad Pública, en Pernambuco.
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En el informe se señala también las marcas permanentes dejadas a las mujeres que sobrevivieron a la tortura: miedo, vergüenza, angustia e interferencia en las decisiones sobre los rumbos de su propia vida.
"El hecho de que los delitos hayan sido cometidos por agentes públicos encargados de proteger a la sociedad, la vida y la integridad física de sus ciudadanos hizo aumentar el sufrimiento de la mayoría de los sobrevivientes que, aún hoy, sufren al lidiar con el estigma en torno de los delitos sexuales, la indiferencia de la sociedad y la impunidad de los violadores”, se señala en el documento.
Ésta es la realidad de Cristina Moraes Almeida, detenida por primera vez a los 19 años, en 1969. En las sesiones de tortura, sufrió mutilaciones en la región del tórax y en los senos y tuvo la pierna despedazada por un taladro.
"Yo quiero olvidar. Pero te pregunto: ¿cuál es el profesional, en psicología, que va a disipar esas marcas? No hay. No hay. Y, hoy en día, ellos [torturadores] dicen: ‘yo no se, yo no vi, no me comprometa’. Mire, tachar de torturador es un elogio. Asesino en serie, sin sombra de duda. [...] Yo quiero salir de este capítulo. Porque lo estoy viviendo como si fuese ayer”.
La feminista Maria Amelia de Almeida Teles, Amelinha, fue detenida en la Operación Bandeirante (Oban) con su marido César, en 1972, cuando era militante política. En la prisión, fue torturada y tuvo la maternidad usada en su contra al tener sus niños, Janaína y Edson, raptadas en la Operación Bandeirante y llevadas a la sala de tortura para presenciar la violencia sufrida por la pareja en la prisión. Al ver el lanzamiento del informe final de la CNV, ella espera que la justicia sea cumplida para las víctimas.
"La violación era usada ampliamente. Muchas mujeres fueron violadas y yo diría que las que fueron asesinadas o están desaparecidas sufrieron violencia sexual como forma del enemigo, "del estado”, de declararse dueños de su cuerpo, con poder político y social sobre ella. Durante la dictadura Militar, fue grande el número de declarantes víctimas que denunciaron las violaciones y nosotros en el movimiento feminista entendemos que la violación practicada por un agente del Estado en pleno ejercicio de su función como una acción represiva debe ser considerada una violación de derechos humanos y delitos de lesa humanidad, por lo tanto, delitos imprescriptibles que deben ser debidamente castigados como está previsto en los tratados internacionales”.

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