La
reflexión sobre el Estado, no en general, sino, en particular, del
Estado fallido, se entronca prioritariamente con la concepción
teórico-política de Max Weber; por un lado con el método ("tipo ideal")
y, más importante aún, por otro, con el concepto teórico de Estado como
monopolio "legítimo" de la violencia.
Respecto al primero nos dice Weber que:
"Un tipo ideal… Se consigue a través del realce unilateral de uno o de
varios puntos de vista y la reunión de una multitud de fenómenos
singulares, difusos y discretos, que se presentan en mayor medida en
unas partes que en otras o que aparecen de manera esporádica, fenómenos
que encajan en aquellos puntos de vista, escogidos unilateralmente, en
un cuadro conceptual en sí unitario. Éste en su pureza conceptual, es
inhallable empíricamente en la realidad: es una utopía que plantea a la
labor historiográfica la tarea de comprobar en qué medida la realidad
se acerca o se aleja de ese cuadro ideal". [1]
Con este instrumento del tipo ideal se construye el par dicotómico: Estado fuerte, viable, gobernable versus Estado débil, fallido, etcétera.
Por otro lado, para este autor el Estado es:
"…aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el
'territorio' es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el
monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro
tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les
concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado
lo permite. El Estado es la única fuente del 'derecho a la violencia". [2]
A lo que agrega que el Estado implica "…una
relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por
medio de la violencia legítima (es decir, de la que es vista como tal).
Para subsistir necesita, por tanto, que los dominados acaten la
autoridad que pretenden tener quienes en ese momento dominan". [3]
Si
bien es cierto que el Estado monopoliza y ejerce la fuerza física,
psíquica y espiritual en el entorno social de clases para sustentar su
dominación en la sociedad —como, por otro lado, plantea la teoría
marxista del Estado— no es claro el concepto "legitimidad" como su
atributo exclusivo, ya que ella implica identidad de valores e
intereses entre los dominados y las clases dominantes, cuestión que, en
general, no se verifica en ningún Estado capitalista hasta ahora
históricamente constituido donde, por el contrario, lo que en verdad
existe es el conflicto permanente y la lucha entre las clases sociales,
grupos, fracciones e individuos, con una propensión permanente a la
utilización, por parte del Estado, de la coerción e, incluso, del uso
de la represión cuando el conflicto social es incontrolable. [4]
La
legitimidad caracteriza un conjunto de elementos de orden jurídico,
político e ideológico de un sistema de valores que produce y generaliza
la creencia y aceptación en la mayoría ciudadana del carácter
presuntamente legítimo de las instituciones de dominación del Estado.
Es decir, la legitimidad, como parte "funcional" del Estado
capitalista, es un elemento sustancial de las relaciones de poder que
atribuye al consenso, más que a la fuerza, la naturaleza de dichas
relaciones.
En su Diccionario de Ciencia Política, Norberto Bobbio y Niccola Matteucci definen la legitimidad:
"...como el atributo del Estado que consiste en la existencia de una
parte relevante de la población de un grado de consenso tal que asegure
la obediencia sin que sea necesario, salvo en casos marginales,
recurrir a la fuerza. Por lo tanto, todo poder procura ganarse el
consenso para que se le reconozca como legítimo, transformando la
obediencia en adhesión. La creencia en la legitimidad es, pues, el
elemento integrante de las relaciones de poder que se desarrollan en el
ámbito estatal". [5]
Por otra parte, como se
sabe el método que se utiliza generalmente consiste en representar como
"tipo ideal" al Estado emanado en el capitalismo occidental —también
denominado Estado moderno— y que, paradigmáticamente, termina por
cristalizar en el propio de países desarrollados como Estados Unidos,
Francia o Inglaterra. El euronortecentrismo ideológico en su máxima
expresión como "tipo ideal" erigido también como "método comparativo"
por excelencia de formaciones sociales y Estados completamente
diferentes.
En esa perspectiva teórica, se obvia que el Estado
capitalista aparece, así, como una instancia superestructural de
dominación de la sociedad encaminada a garantizar y perpetuar, en el
plano más general y amplio, las condiciones materiales de reproducción
del capital que es su fundamento. [6] La conformación del
Estado se opera a base de la integración de los siguientes procesos: de
la unificación político-territorial de la población y su conversión en
"nación", de la creación y consolidación de una fuerza pública,
especial, de represión, de la imposición por el Estado de una política
impositiva que le provea recursos financiaros y del surgimiento y
consolidación de la burocracia política como aparato del Estado. [7]
Así estructurado, el Estado capitalista moderno, como producto de una evolución histórica [8],
redefine, a la par, conforme evoluciona, las relaciones de dominación
de la sociedad a través del aparato burocrático-represivo (gobierno,
tribunales, ejército, prisiones, derecho, etc.) y del sistema de
dominación que comprende, además, 1os distintos elementos en que una
clase dominante fundamenta su poder (medios de comunicación masiva,
prensa, iglesia, familia, etc.). [9]
Esta redefinición,
sin embargo, adquiere una extraordinaria dimensión política en la
actualidad. No es ya la que nutrió los análisis del marxismo clásico y
los de Lenin del Estado y la democracia y, aún, los de Max Weber sobre
la burocracia [10], se trata ahora de un Estado capitalista
infinitamente más complejo y desarrollado cuyos mecanismos de consenso
y de coerción se mezclan y compenetran hasta los espacios más
recónditos de los individuos y organizaciones privadas de la llamada
sociedad civil.
Por lo anterior, consideramos que el análisis
del "Estado fallido" debe ubicarse en una "posición intermedia": entre
el nivel global del Estado, en sentido amplio, y su concreción empírica
cuando éste queda reducido al concepto de gobierno, o al régimen
político, nociones que en una buena parte de los análisis políticos se
confunden y empañan su comprensión. [11]
En suma, el
Estado en sentido amplio, es la parte sustantiva del análisis mientras
que, en nuestra perspectiva, el fallido se ubica como un adjetivo
accesorio que gira en torno a los conceptos y categorías derivados del
primero.
Los estados fallidos
A
propósito de los acontecimientos de Ayotzinapa, ocurridos en el
Municipio de Iguala, en el Estado de Guerrero, México, que hemos
analizado en otra oportunidad [12], ha cobrado fuerza la
discusión sobre si el mexicano es, o no, un "Estado fallido", a la luz
de la crisis económica y, más recientemente, social y política que
sacude a todo el sistema político mexicano encabezado por el PRI.
Adelantamos que la respuesta, por consiguiente, depende de lo que se
entienda por dicho concepto y de los parámetros utilizados. A propósito
de ello, muchos se preguntan si el gobierno ha perdido la capacidad de
controlar el —o partes del— territorio, donde muchas regiones están
flagrantemente dominadas por los cárteles del narcotráfico como
ejemplarmente muestran los estados de Guerrero, Michoacán y Tamaulipas,
así como el "monopolio legítimo" de la violencia y la autoridad, que
también ejercen ilegalmente, pero efectivamente —totalmente o en parte—
dichos cárteles, y otros grupos irregulares y paramilitares que han
venido cobrando auge en los últimos años.
Conviene, pues, aunque
brevemente en este artículo, indagar primeramente el origen y
significado del Estado fallido para, enseguida, opinar con referencia
concreta al Estado capitalista mexicano que, además, es dependiente y
subdesarrollado, puesto que está estructuralmente subordinado dentro
del área periférica de los países capitalistas altamente
industrializados, en particular, a Estados Unidos que se ubica
estratégicamente en el centro del sistema imperialista mundial.
Débiles, fallidos, frágiles, cuasi-Estados, canallas vc.
Estados fuertes, gobernables, democráticos, son los adjetivos más
utilizados para delimitar a los Estados políticos que cierta literatura
considera como "fracasados", la mayoría de ellos ubicados en el ámbito
de los países periféricos y subdesarrollados del Sur del mundo. [13]
La primera definición de Estado fallido" (failed state)
fue obra de Gerald Herman y Steven Ratner (1993) preocupados por los
Estados que se estaban volviendo incapaces de sostenerse a sí mismos
como miembros de la llamada y conceptualmente manoseada "comunidad
internacional". [14] Referían un Estado que se estaba
volviendo incapaz de sostenerse a sí mismo como miembro de la comunidad
internacional, poniendo, así, en riesgo a sus ciudadanos y a los países
vecinos.
Sin embargo, otro origen y definición del concepto
geoestratégico "Estado fallido" surge de la Agencia Central de
Inteligencia ( CIA) de Estados Unidos en un Informe intitulado: "State Failure Task Force Report" fechado en 1995. [15]
El objetivo de este reporte era identificar qué países podrían
considerarse "fallidos" y, por ende, como un genuino riesgo para la
seguridad internacional y para la propia seguridad interna de ese país.
El
momento detonante para la profundización del tema sobre los Estados
fallidos, fue el ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres
Gemelas, "… Que hicieron que las agendas académicas y gubernamentales
coincidieran de forma clara en que los estados débiles y fracasados son
una amenaza fundamental para la seguridad global". [16]
En
las palabras del filo-neoliberal Francis Fukuyama se entiende mejor el
significado de estos acontecimientos y, por ende, las causas del
surgimiento de la "guerra preventiva" lanzada por Bush como doctrina de
"seguridad nacional":
"…la lógica de la política
exterior de Estados Unidos desde el 11-S está desembocando en una
situación en la que, o bien asume la responsabilidad de la gobernanza
en los Estados débiles, o bien deja el problema en manos de la
comunidad internacional. A pesar de haber negado tener ambiciones
imperialistas, la administración Bush ha elaborado, tanto en el
discurso del presidente en West Point como en la Estrategia de
Seguridad Nacional de Estados Unidos (2002), una doctrina de
anticipación o, para ser exactos, de guerra preventiva que, de hecho,
situará a Estados Unidos en posición de gobernar a las poblaciones
potencialmente hostiles de los países que lo amenacen con el
terrorismo.". [17]
Posteriormente, en 2002,
después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 a las Torres en New
York, el Consejo de Seguridad de Estados Unidos, dependiente del
presidente de Estados Unidos, calificó a los Estados fallidos como un
riesgo para la seguridad nacional de ese país y estableció una
estrategia integral para la intervención y cooperación en dichos países.
La investigadora Patricia Moncada en su artículo destaca dos corrientes teóricas de los "Estados fallidos", una que denomina "escuela conservadora" o "neocolonialista" y, otra, la escuela crítica con la que se identifica. La primera tiene como uno de sus representantes más importantes, entre otros, a Robert I. Rotberg [18] ,
que sustenta tres tesis principales con fuerte contenido weberiano: el
Estado capitalista moderno es el "tipo ideal" de la organización del
poder y, por supuesto, representa la antípoda de todo Estado fallido
"generador de desorden y anarquía"; que la causa esencial de la "falla"
del Estado reposa en un ruin desempeño de sus gobernantes y, en tercer
lugar, es el mercado, la liberalización económica y la reducción
cuantitativa y cualitativa de la intervención del Estado lo que
asegura, según esta concepción, el desarrollo económico global [19] en la típica formulación de la ideología neoliberal.
Por su parte, la escuela crítica está fielmente representada por Susan Woodward,
directora del Proyecto Fracaso Estatal del Programa en Estados y
Seguridad del Instituto Ralph Bunche, y se define así, según la autora,
debido a que cuestiona los postulados-fundamentos de la escuela
conservadora.
Después de revisar la literatura existente sobre
el tema, Moncada señala que existen, o existirían, dos líneas de
coincidencia sobre lo que es —o debería ser— un Estado fallido: a) una
propensión a la pérdida del control del territorio y, b) también en
algún grado del monopolio de la fuerza. [20]
Más adelante aproxima lo que es el núcleo de la causa
principal del fracaso de un Estado: "… Es el comportamiento de sus
gobernantes. Bajo esta premisa, hay tres factores que lo determinan: a)
pérdida del monopolio de la fuerza, b) criminalización del Estado — el
Estado se convierte en un actor violento— y, por último, c) decisiones
económicas insensibles a reglas macroeconómicas y fiscales, esto es,
irracionales. [21]
La autora señala los siguientes indicadores del fracaso
de un Estado, relativos a los económicos, políticos y de violencia.
Entre los primeros figuran, por ejemplo, el aumento de la inflación, la
baja de los ingresos de la población, mientras que la violación de los
derechos humanos y de las libertades políticas (que por cierto ocurrió
y masivamente en México), la prevalencia del ejecutivo por sobre los
otros dos poderes del Estado y entre los indicadores de violencia
indica el tráfico de armas, de drogas, de seres humanos y recursos
naturales, pérdida de control del territorio, guerras civiles,
inseguridad, entre tantos otros. Y a continuación resume que "Al
articular causas e indicadores críticos aparece que los bienes
afectados son la seguridad, el Estado de derecho y la democracia. Éstas
circunstancias redundan, indefectiblemente, en pérdida de legitimidad
del gobierno y del Estado". [22]
Es evidente que la
definición de un Estado fallido depende de la manera concreta en que se
articulan estos indicadores con el núcleo duro del fracaso en el
contexto del perfil general y al respecto se resume lo siguiente: "Por
lo tanto, establecidos los conceptos de perfil general y núcleo del fracaso,
y evaluados los principios de análisis que acá operan, las respuestas a
las preguntas ¿por qué algunos estados pasan de la debilidad al fracaso
y otros — en condiciones aparentemente más complicadas— no?, y ¿por qué
razón algunos estados que encajan en el perfil general del fracaso no
fracasan?". [23]
En general la respuesta que se ofrece
consiste en articular los indicadores señalados anteriormente con la
función que cumplen en términos de "provisión de bienes políticos" y de
"probabilidad de fracaso" y, adicionalmente, el margen "de amenaza que
tolera un bien" para impedir que un Estado se precipite al fracaso. [24] (p. 114 y ss.).
Durante las reuniones del Fondo Monetario Internacional en Santiago de
Chile, en entrevista el secretario general de la Organización de los
Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, a propósito de la
masacre de Ayotzinapa en Iguala afirmó que "Pese al momento delicado
por el que atraviesa el país, México tiene un Estado fuerte, con
instituciones fuertes y sólidas, aun cuando hay algunos que no lo
aceptan" y, aún, fue más enfático:
"México es un
Estado fuerte que requiere reformas importantes, pero es un Estado
fuerte que controla gran parte del territorio y hay gobernabilidad,
donde además hay instituciones judiciales, parlamentarias y
presidenciales muy fuertes y muy sólidas. Hay mucho más vigencia de un
Estado de derecho en México de lo que algunos aceptan". [25]
Como vemos el secretario general de la OEA recurrió a dos elementos que
normalmente se utilizan para decidir si un Estado es o no fallido: el
control del territorio y la gobernabilidad, elementos que en México
están puestos en jaque por la realidad de crisis generalizada en el
plano económico, social, político, de seguridad y del propio gobierno
priista enquistado en el poder.
Estado, solidez del bloque burgués y lucha de clases
El hecho relevante que resulta de la actual coyuntura social y política
del país es la extrema y gran cohesión de la coalición gobernante con
la burguesía dependiente mexicana y las empresas transnacionales que
actúan como un sólido bloque contra las acciones del pueblo y las
exigencias y demandas de los padres de familia de los normalistas
secuestrados-desaparecidos por el Estado. [26]
Preocupa que, conforme se incrementa y extiende el apoyo social y
popular a lo largo y ancho del país a través de manifestaciones,
manifiestos, mítines, tomas de alcaldías, de carreteras, de paros
solidarios en las universidades públicas y privadas, entre otras
acciones relevantes incluyendo las protestas internacionales en apoyo a
Ayotzinapa, en esa misma proporción aumenta la sordera del régimen y la
represión, cuyo objetivo es, indudablemente, sofocar dichas
manifestaciones, desgastar el movimiento y a los padres de familia,
tanto a los de los estudiantes desaparecidos como a los familiares de
los asesinados ese día y de otras víctimas que han ido apareciendo en
fosas clandestinas y en asesinatos sumarios, incluso en otros estados
de la República en la medida en que se busca a los normalistas
desaparecidos.
La actitud gubernamental de cerrazón ante los
graves conflictos sociales y criminales que ocurren de manera cotidiana
corresponde a una costumbre muy arraigada en México —hasta el hartazgo
cultivada por los medios corporativos de comunicación privados y
oficiales— consistente en hacer caso omiso de las múltiples y
frecuentes masacres y represiones gubernamentales perpetradas por
grupos irregulares y por fuerzas federales, que han ocurrido en
distintos momentos contra los luchadores sociales y la población en
general sin que haya castigo a los culpables, ni levantamientos
significativos y permanentes de protesta frente a estas actitudes
autoritarias de los representantes del régimen político del Estado. Por
el contrario, más bien ha ocurrido que los movimientos opositores se
van desgastando ante la cerrazón y represión gubernamental al grado de
que se diluyen en el olvido y, aunque se dé seguimiento, terminan en
algún archivo muerto del gobierno sin repercusiones judiciales y
penales.
En el contexto de un sistema presidencialista
autoritario como el mexicano —que reedita la mejor tradición represiva
(y el lenguaje) del diazordacismo del 68— y de ninguna manera
democrático como por ahí se predica, esto se ha convertido en costumbre
arraigada a tal grado que ha llegado hasta a los propios sectores
proletarios y populares que advierten, si bien con rabia e impotencia,
cómo sus esfuerzos de justicia y esclarecimiento de la verdad son
infructuosos ante un sistema de poder representado por un séquito de
burócratas, abogados, policías y jueces que generalmente están en
contubernio para cerrar el paso a la impartición de justicia. Ésta es
la naturaleza de la "justicia" que prevalece en México y que ni
partidos, ni diputados y senadores cuestionan, ni mucho menos
denuncian, para superar estas injusticias que sí lesionan al pueblo y a
muchísimos ciudadanos inocentes, cuyo único delito es manifestarse y
protestar ante las infinitas injusticias y tropelías que día a día
cometen los personeros del régimen autoritario mexicano.
Dado
el carácter compacto y homogéneo del bloque burgués de poder en cuya
cúspide aparece justamente el Presidente de la República, no se observa
que, ante la gravedad de los acontecimientos expuestos por Ayotzinapa,
fracciones de la burguesía, de las jerarquías eclesiásticas, de las
cúpulas empresariales y militares y, aún, de los partidos políticos
hayan entrado en contradicción, ni en general ante la extendida y grave
corrupción e impunidad que permea todos los confines de nuestro país.
Por el contrario, se detecta una alta convergencia entre estas clases y
fracciones de clase respecto a una estrategia de golpeteo y desgaste
del movimiento popular que ha despertado frente a los crímenes de lesa
humanidad perpetrados por el Estado mexicano, sin que hasta la fecha
haya culpables, intelectuales y materiales, fehacientemente procesados,
así como esclarecimiento de las causas profundas que condujeron a esta
barbarie criminal.
En experiencias, como la chilena, por
ejemplo, podemos recordar que una de las causas, entre tantas otras,
que condujeron al triunfo del candidato de la Unidad Popular (UP) fue
justamente el hecho de que la burguesía se presentó dividida a la
elección electoral, lo que coadyuvó al triunfo de Salvador Allende, si
bien esa división era expresión de las fuertes contradicciones
estructurales en el seno mismo de la acumulación del capital. Esta
cuestión del blindaje del bloque burgués de poder es el que posibilita
la manutención del Presidente de la República sin que haya visos,
siquiera, de que éste pueda ser procesado como responsable, directo o
indirecto, en su función de representante del ejecutivo, ni mucho menos
—como ingenuamente plantean algunos sectores de la llamada "izquierda"
electoral— su renuncia como "fórmula de solución". Ésta, en sí misma,
no solucionaría nada, si no va precedida y antecedida de un fuerte
movimiento social y popular capaz de esclarecer los hechos y castigar
hasta las últimas consecuencias a los culpables de este genocidio.
A diferencia de otros países y experiencias de América Latina, este
sólido bloque de poder hace las veces de un fortificado dique de
contención de las luchas populares y del proletariado que constituyen
la mayoría de la población, respaldado por el poder de los medios de
comunicación públicos y privados encaminados a introyectar en la
opinión pública nacional e internacional la (falsa) idea de que el
problema es de carácter local y ya ha quedado resuelto con la
aprehensión de algunos responsables de rango menor como policías,
miembros de bandas narcotraficantes y, en el caso más relevante, del
presidente municipal del Municipio de Iguala involucrado en los
crímenes de lesa humanidad y en dichos grupos delictivos.
En general, podemos apuntar que el proceso de democratización formal
experimentado por América latina a partir de mediados de la década de
los ochenta del siglo pasado en países como los del Cono Sur (Brasil,
Argentina), además de la crisis estructural del capitalismo dependiente
durante ese periodo y el arribo del neoliberalismo, ocurrió justamente
dadas las profundas contradicciones entre las fracciones burguesas de
esos países y la casta militar. Pero, en México, desde el intento de
golpe de Estado de Victoriano Huerta en lo que se conoció como la Decena Trágica
(9-18 de febrero de 1913) con el asesinato de Francisco I. Madero y
Pino Suárez, prácticamente no ha habido una contradicción fundamental,
esencial, dentro del bloque burgués de poder que conduzca a la apertura
de una crisis del sistema de dominación sustentado en el
presidencialismo autoritario. De aquí la "excepcionalidad mexicana" que
posibilitó la manutención de gobiernos civiles durante el ciclo
latinoamericano de las dictaduras militares vigente durante el periodo
que va de mediados de la década de los sesenta hasta mediados de la de
los ochenta del siglo pasado, con la sola excepción de Chile que
extendió su régimen militar hasta principios de la década de los
noventa (11 de marzo de 1990).
Esta característica del bloque
histórico conformado inmediatamente después del término de la
revolución mexicana, es el eje del corporativismo y del
presidencialismo autoritarios que cubre prácticamente el período de los
gobiernos de la dictadura perfecta (1940-2000) y de la imperfecta (2000-2014)
incluyendo, por supuesto, a las dos administraciones panistas
(2000-2012), donde evidentemente no hubo, ni transición a la llamada
"democracia", ni mucho menos institucionalización de un "sistema
democrático", similar al de otras experiencias emanadas del proceso de
transición de las dictaduras militares a las democracias, como en el
caso de algunos países del Cono Sur (Argentina, Brasil, Uruguay o
Chile).
En México el Estado autoritario, que no experimentó
una dictadura formal, constituye un sólido rompecabezas cuyas piezas se
mantienen ensambladas a través de la represión, la persuasión
enajenante de los medios de comunicación, las alianzas interclasistas e
interpartidarias encementadas por la corrupción, la componenda, la
impunidad y el tráfico de influencias. Elementos que, hasta ahora, han
impedido que se abra una fisura que provoque, sí no una ruptura, al
menos, una grieta en el sistema de dominación burgués en cuya cúspide
figura el Estado y sus aparatos ideológicos y de contrainsurgencia. En
el fondo, l o que a la burguesía dependiente le interesa no es tanto la
justicia y el esclarecimiento de los hechos, sino el buen desempeño y
seguridad de sus negocios empresariales, la manutención del régimen de
superexplotación del trabajo y la obtención de cuantiosas ganancias de
sus inversiones que son fehacientemente garantizada por el gobierno. En
otras palabras: aprovechar las oportunidades que el capitalismo del desastre, como lo caracteriza Naomi Klein [27] ,
le abre al capital frente a todo tipo de calamidades y tragedias
humanas—como, por ejemplo, el ataque y la invasión a Irak por las
tropas de Estados Unidos (1990); el derribo de las Torres Gemelas
(2001) por presuntos terroristas, o los efectos destructores del
Huracán Katrina en la ciudad y población de Nueva Orleans (2005)— para
engrandecer sus negocios y expandir las oportunidades de los mercados
corporativos.
En el caso que nos ocupa, e s esta realidad la
que hace muy difícil ponderar si la coyuntura histórica, social y
política abierta por Ayotzinapa, junto con la conflictividad irradiada
a los espacios sociopolíticos nacionales e internacionales, conducirá a
fracturas del bloque burgués de poder y, por consiguiente, a facilitar
la lucha del pueblo trabajador y de la sociedad en aras de resolver,
tanto el problema inmediato de la aparición con vida de los estudiantes
normalistas, como el esclarecimiento de los miles de desaparecidos en
todo el territorio nacional para, finalmente, aterrizar en los graves
problemas estructurales responsables de la crisis económica del patrón
de reproducción capitalista dependiente vigente, de la extendida
pobreza y pobreza extrema, de los bajos salarios que percibe más del
60% de la población, así como tareas esenciales que conduzcan a superar
las relaciones capitalistas de producción y sus instituciones
fundamentales hoy fuertemente comprometidas con los intereses
estratégicos del imperialismo y de las grandes empresas trasnacionales
que son sus beneficiarias. [28]
¿Es México un estado fallido?
La violencia generalizada en México no es un flagelo de temprana data
como generalmente lo presentan los medios de comunicación; sino que es
un fenómeno de inseguridad sistémica instalado en el tejido social y
político mexicano. Simplemente para no ir muy lejos registramos las
represiones y masacres de 1968 y 1971, de Aguas Blancas (1995), Acteal
(1997) y, junto con Ayotzinapa, en la comunidad de San Pedro Limón del
Municipio de Tlatlaya, en el de Estado de México, donde según la
Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), efectivos militares
ejecutaron a 15 de 22 muertos que fueron hallados en el suelo de una
bodega el 30 de junio de 2014 y que prácticamente fueron fusilados . [29]
Por eso decimos que la violencia organizada y el narcotráfico son un
flagelo que de ninguna manera se debe atribuir a uno que otro individuo
o grupo social o político, como sugirió el dirigente nacional del PRI,
César Camacho, al achacarle las causas de la violencia y del crimen
organizado al ex-presidente Calderón [30] , el cual,
indudablemente tiene enorme responsabilidad de más al haberle declarado
la guerra en su sexenio al crimen organizado. Más bien hay que subrayar
que este problema es sistémico y estructural y todos son responsables,
en alguna medida, porque interactúan como autoridades en cualquier
nivel de gobierno (federal, estatal o municipal) y, por tanto, es una cuestión de Estado que éste no debe —ni puede— evadir como pretende hacerlo el presidente con su "decálogo" de acciones inoperantes. [31]
Lo grave de esta situación, que encierra sordera, desdén, prepotencia y
represión por parte del gobierno federal y de las autoridades, es que
parte de una premisa completamente falsa: la de que el problema
derivado de los acontecimientos ocurridos en Iguala era un asunto de
carácter local y que prácticamente estaba "resuelto" por parte de la
Procuraduría General de la República (PGR) y que, debido a ello, se
tomarían dichas acciones enunciadas por el presidente el mismo día en
que los medios de comunicación daban la noticia de la aparición de 11
ejecutados en una carretera de la localidad de Ayahualulco
perteneciente al Municipio de Chilapa, en el Estado de Guerrero, así
como el hallazgo de un hombre decapitado en Acapulco en ese mismo
Estado un día después con claros signos de brutalidad y de tortura.
Si nos atenemos a la nomenclatura utilizada por la literatura sobre el
Estado fallido para calificar la situación del mexicano, en relación
con los indicadores de pérdida del monopolio de la fuerza y del control
del territorio, o parte de él, y crisis de gobernabilidad con el
complemento de las implicaciones que acarrea la merma de la política
oficial en la distribución de los llamados bienes políticos (seguridad,
democracia, libertades políticas, derechos humanos, infraestructura,
sistemas de seguridad social, jurídico políticos y electorales, entre
otros), y considerando que para nosotros "fallido" es un adjetivo
calificativo derivado del sustantivo Estado. En ese sentido
consideramos que el mexicano no es propiamente un Estado fallido,
aunque sí experimentando una profunda crisis política e institucional,
que se encuentra en proceso de debilitamiento pero no solamente por las
causas que indican los analistas y teóricos del Estado fallido
mencionadas más arriba, sino debido a una exacerbación muy profunda de
las contradicciones capitalistas del régimen dependiente de producción
vigente en México que hunden sus raíces en una intensificación de la
desigualdad social, de la superexplotación del trabajo como eje del
proceso de acumulación de capital y de una enorme violencia que se ha
extendido y configurado a lo largo y ancho del país.
Nos
parece que es insuficiente colocar, mediante antípoda comparativa en un
modelo dicotómico, al llamado Estado moderno vs. Estado fallido debido
a la falacia que encierra cuando se comparan estas dos entidades
conceptuales como si fueran pares antagónicos, cuando no lo son. Y
decimos falaz porque, por ejemplo, frente a e sta aseveración de
Rotberg: "Los habitantes de los estados fallidos comprenden qué es lo
que significa que la vida sea pobre, desagradable, brutal y breve" [32],
se pudiera concluir, bajo una visión dominante e imperial, que los
fenómenos negativos de la barbarie capitalista se circunscriben a los
pueblos y países subdesarrollados y dependientes obviando, por
supuesto, los graves problemas derivados del colonialismo, la
dependencia y el atraso y atribuyéndole a los avanzados la "virtud" de
poseer mecanismos cuasi místicos, instituciones y políticas de
gobierno, encaminados a impedir su instalación, como si el sistema
capitalista no tuviera la dinámica inmanente de universalizar y
profundizar esos fenómenos y contradicciones, como está sucediendo
justamente en la actualidad con la crisis capitalista en la Unión
Europea, en Japón y en los propios Estados Unidos que ha venido
desahuciado paulatinamente a los trabajadores y a las poblaciones de
esos países.
Lo grave de estas concepciones dominantes es que
legitiman la intervención en los lugares y Estados que se considera
"fallidos" por parte de los gobiernos imperialistas que generalmente se
ubican como representativos del llamado Estado moderno y en nombre de
la "comunidad internacional". Al respecto, según Fukuyama, los Estados
que llama fracasados y débiles se convirtieron en el principal peligro
del orden internacional inmediatamente después del término de la Guerra
Fría. Según este analista, "Los Estados débiles o fracasados conculcan
los derechos humanos, provocan desastres humanitarios, causando oleadas
masivas de inmigración y atacan a sus vecinos. Desde el 11-S, también
ha quedado claro que protegen a los terroristas internacionales que
pueden ocasionar daños significativos a Estados Unidos y otros países
desarrollados". [33]
A partir de entonces, el
intervencionismo imperialista en aquéllos Estados considerados débiles,
fracasados o colapsados es la estrategia esencial supuestamente
encaminada a resolver estos conflictos de manera directa ya que,
asegura el autor, los métodos tradicionales de disuasión o contención
han dejado de ser eficaces, por lo que "los intereses de seguridad
exigen introducirse dentro de los Estados y cambiar su régimen para
evitar así el surgimiento de futuras amenazas". [34]
Se transitó, así, de la concepción de la problemática de este tipo de
Estados, considerada como "cuestión humanitaria y de derechos humanos",
a un problema esencialmente estratégico de seguridad que amenaza al
orden internacional. Es en función de esta (nueva) estrategia que se
cometen las más flagrantes atrocidades y violaciones de la soberanía de
los Estados, de los derechos humanos y se somete a los pueblos y países
al imperio de la ley y de la dominación de los países y Estados que se
han autoproclamado en garantes de la seguridad internacional como es
paradigmáticamente el caso de Estados Unidos en la actualidad.
Como podemos apreciar, no es posible discutir los problemas de los
Estados, que lo son respecto a sus sistemas de producción y
reproducción capitalista, en el marco ideológico y restringido del
Estado fallido con los conceptos y categorías que éste proporciona.
Puesto que, permaneciendo dentro de él, necesariamente se tendrá que
utilizar el método comparativo-dicotómico que aproxima a este tipo de
Estados al supuesto "tipo ideal" representado por las "democracias
gobernables" occidentales, las cuales presuntamente constituyen los
paradigmas del modelo "promotor" de "seguridad" y "desarrollo". De tal
suerte que, en la medida en que se alejen de él, necesariamente, y bajo
las circunstancias planteadas de gobernabilidad, control territorial y
distribución de bienes políticos, paulatinamente irán pasando de la
fase débil a la fallida, y de ésta, finalmente al colapso del Estado,
sin que esta secuencia unidimensional se aplique a los Estados fuertes
del imperialismo dominante.
El problema de fondo, por
consiguiente, no es devolverle el estatus de Estado gobernable (¿para
quién, con qué objetivo central, qué tipo de Estado?) a un Estado
fallido; sino el de resolver los profundos problemas económicos y
sociales en materia de salud, educación, alimentación, vivienda,
seguridad, dignidad, protección de los recursos naturales en
condiciones de no destructividad y construir y afianzar nuevas
relaciones humanas y sociales capaces de construir sistemas económicos,
políticos y sociales verdaderamente acordes con los intereses
mayoritarios de los trabajadores productores de la riqueza y, en
general, de la población. Sin estas condiciones, es imposible que un
Estado (capitalista fallido o no) funcione adecuadamente para las
mayorías, aunque sí lo puede hacer para el gran capital cuya
reproducción y riqueza reposan cada vez más en la intensificación de la
explotación, en la generación de pobreza y en la extensión de la
desigualdad social, por cierto, cada vez más aguda, incluso, en las
sociedades del capitalismo avanzado, tal como está ocurriendo en países
como Portugal, Grecia, España, Irlanda, Italia y, en general, en el
capitalismo avanzado actualmente envuelto en una profunda crisis
sistémica y estructural.
Lo obvio es que las problemáticas
identificadas específicamente para los Estados fallidos
(ingobernabilidad, violencia e inseguridad, guerras civiles, déficit en
la distribución de la riqueza) por las agencias internacionales y los
estudiosos del tema, evidentemente son realmente existentes a la luz de
una crisis capitalista global que en los dos últimos lustros se viene
intensificado de manera brutal al influjo de la inmisericorde
aplicación de las políticas neoliberales prácticamente en todo el
planeta.
Si bien es cierto que los estados occidentales del
capitalismo avanzado, dada su naturaleza imperialista y colonialista,
poseen instrumentos económicos, políticos y militares, de contención
para no derivar en la secuela de los Estados fallidos propiamente
dichos, sin embargo, ello no deriva en la imposibilidad de que
elementos como la desigualdad, la crisis y la caída de los productos
internos brutos de los países desarrollados, se desplieguen ampliamente
afectando a las poblaciones de esos países y regiones.
Por lo
que más bien, consideramos que los Estados fallidos corresponden al
universo de los dependientes y subdesarrollados que operan de manera
subordinada en la periferia del capitalismo avanzado, transfiriendo
valor, plusvalía y ganancias hacia las burguesías imperialistas, lo que
les permite a éstas acumular capital en escala ampliada en su
beneficio, mientras que el proceso se revierte hacia las burguesías y
países dependientes exacerbando su crisis estructural y sistémica, al
mismo tiempo que provocando exacerbación de las contradicciones y de
las luchas de clases con consecuencias a veces dramáticas para sus
poblaciones, e incidiendo en los problemas detectados por los teóricos
de los Estados fallidos en términos de ingobernabilidad, descontrol del
territorio y de la crisis del monopolio de la violencia legal que el
Estado termina por compartir con fuerzas y grupos irregulares
(narcotraficantes, paramilitares) que, paralelamente, imponen sus
intereses y demandas en los lugares donde operan, en una buena parte
con la complicidad, explícita o implícita, de las autoridades locales,
municipales o federales.
Por todo ello, consideramos que en
México se está originando una profunda crisis, no sólo del Estado, sino
del mismo sistema de dominación —en la que, por cierto, las redes
sociales desempeñan un importante papel frente al gigantesco oligopolio
privado y oficial que controla los medios de comunicación— colocando al
país en la senda del debilitamiento estructural del gobierno federal
frente a una relativa e incipiente insurgencia popular y ciudadana que
se ha venido forjando y manifestando a raíz de los acontecimientos
ocurridos con la masacre de Ayotzinapa y de la puesta en evidencia de
una mancomunidad de intereses que cohabitan en alianza entre el
narcotráfico y el Estado mexicano sin que hasta la fecha se haya
esclarecido de manera fehaciente esta interrelación.
Ø Adrián Sotelo V., "Ayotzinapa: la crisis del Estado mexicano", 04 de noviembre de 2014, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=191626 .
Ø Animal Político,
¿Qué ocurrió en Tlatlaya minuto a minuto, según la CNDH?, 22 de octubre
de 2014 [1] , disponible en:
http://www.animalpolitico.com/2014/10/la-matanza-del-ejercito-en-tlatlaya-segun-la-cndh/.
Ø Bobbio, Norberto y Michelangelo Bovero, Origen y fundamentos del poder político, Enlace/Grijalbo, México, 1984.
Ø El universal, 13 de diciembre de 2014, "Iguala, una alerta para México", disponible en: http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2014/-34iguala-una-alerta-para-america-34-1061607.html .
Ø Engels, Federico, "Del socialismo utópico al socialismo científico", en Obras escogidas, Editorial progreso, s/f.
Ø Engels, Federico, "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, en Obras escogidas, Editorial progreso, s/f.
Ø Esty, Daniel C. Jack Goldstone, Ted Robert Gurr, Pamela Surko, and Alan Unger. Working Papers: State Failure Task Force Report. McLean, VA: Science Applications International Corporation, 30 November 1995, disponible en: http://www.researchgate.net/publication/248471752_Working_Papers_State_Failure_Task_Force_Report .
Ø Etsy, Daniel C, Jack A Goldstone, Ted Robert Gurr, Barbara Harff,
Marc Levy, Geoffrey D Dabelko, Pamela T Surko, Alan N Unger , State Failure Task Force Report : Phase II Findings,
http://www.isn.ethz.ch/Digital-Library/Publications/Detail/?ots591=0c54e3b3-1e9c-be1e-2c24-a6a8c7060233&lng=en&id=136281
.
Ø Fukuyama, Francis, La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI, Ediciones B, Barcelona, 2004.
Ø G. Helman y Ratner S., "Saving failed states", Foreing Policy, vol. 89, invierno de 1993.
Ø Ilich, Lenin, Vladimir, Una gran iniciativa, Obras escogidas, Editorial progreso, s/f.
Ø Klein, Naomi, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, Editorial Paidós, 2007.
Ø Marini, Ruy Mauro, El reformismo de la contrarrevolución, Editorial ERA, México, 1976.
Ø Moncada, Roa, Patricia "El fenómeno de la debilidad y el fracaso del Estado: un debate inconcluso y sospechoso", en: Los estados fallidos o fracasados: un debate inconcluso y sospechoso, Siglo del Hombre Editores-Universidad de los Andes-Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar, 2007, pp. 21-150.
Ø Norberto Bobbio y Niccola Matteucci, Diccionario de Ciencia Política, Siglo XXI, México, 2000.
Ø Olin, Wright, Erick Clase, crisis y Estado, Siglo XXI, Madrid, 1983.
Ø Revista Proceso n. 1989, 13 de diciembre de 2014.
Ø Revista Proceso#1987, 29 de noviembre de 2014.
Ø Rotberg, Robert I, Christopher Clapham y Jeffrey Herbst, Los Estados fallidos o fracasados: un debate inconcluso y sospechoso, Siglo del Hombre Editores-Universidad de los Andes-Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar, 2007.
Ø Rotberg, Robert I., "El fracaso y el colapso de los Estados-nación.
Descomposición, prevención y reparación", en: Robert I. Rotberg,
Christopher Clapham y Jeffrey Herbst, Los estados fallidos o fracasados: un debate inconcluso y sospechoso, Siglo del Hombre Editores-Universidad de los Andes-Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar, 2007, pp.151-237.
Ø Sotelo V., Adrián, "La fallida estrategia del Estado en Ayotzinapa y
el movimiento popular y ciudadano en ascenso", 02 de diciembre de 2014,
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=192713.
Ø Sotelo V., Adrián, México (re)cargado. Dependencia del neoliberalismo y crisis , FCPyS-Editorial Itaca, México, 2014.
Ø W. Bush, George, "President Bush Delivers Graduation Speech at West
Point United States Military AcademyWest Point", New York, 01 de junio
de 2002, disponible en: http://georgewbush-whitehouse.archives.gov/news/releases/2002/06/20020601-3.html .
Ø Weber, Max, El político y científico, Alianza Editorial, Madrid, 1972.
Ø Weber, Max, Ensayos sobre metodología sociológica, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1982.
Notas
[1] Max Weber, Ensayos sobre metodología sociológica, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1982, pp. 79-80.
[2] Max Weber, El político y científico, Alianza Editorial, Madrid, 1972, pp. 83-84.
[3] Ibíd., p. 84.
[4]
Es claro que esta identidad —sobre todo en el plano ideológico— se
puede producir a base de la enajenación introyectada en la población
principalmente a través de los medios de comunicación que, en general,
están al servicio del Estado y de las clases dominantes.
[5] Norberto Bobbio y Niccola Matteucci, Diccionario de Ciencia Política,
Siglo XXI, México, 2000, p. 892. Los autores distinguen diversos
aspectos que configuran los puntos esenciales del proceso de
legitimación: la comunidad política, el régimen, el gobierno y los Estados coloniales de los gobiernos hegemónicos que concurren de manera relativamente independiente en el proceso de legitimación, pp. 892-893.
[6]
"El Estado moderno no es tampoco más que una organización creada por la
sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores generales
del modo capitalista de producción contra 1os atentados, tanto de los
obreros como de los capitalistas aislados. El Estado moderno,
cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista,
es el estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal", Federico Engels, "Del socialismo utópico al socialismo científico", en Obras escogidas, Editorial progreso, Moscú, p. 444 (subrayado nuestro).
[7] Federico Engels, "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, en Obras escogidas, pp. 606-607.
[8]
"En la evolución de las instituciones que caracterizan al Estado
moderno, ha sobrevenido el paso del Estado feudal al Estado sanitario,
del Estado estamental a la monarquía absoluta, de la monarquía absoluta
al Estado representativo", Norberto Bobbio y Michelangelo Bovero, Origen y fundamentos del poder político, Enlace/Grijalbo, México, 1984, pp. 68-69.
[9] Cf. Ruy Mauro Marini, El reformismo de la contrarrevolución, Editorial ERA, México, 1976, p. 93.
[10]
Un análisis comparativo del Estado y la burocracia en los estudios de
Max Weber y de Lenin en la perspectiva de su significado en relación
con la estructuras internas del Estado contemporáneo, y de la manera en
que impiden a la clase obrera realizar sus Intereses de clase, se
encuentra en Erick Olin Wright, Clase, crisis y Estado, Siglo XXI, Madrid, 1983, cap. IV, pp. 175-219.
[11] Lenin, en: Una gran iniciativa diferencia correctamente el concepto de Estado, del de gobierno y del de régimen político, Editorial Progreso, Moscú, s/f.
[12]
Véanse nuestros artículos en rebelion.org/, en especial: " Ayotzinapa:
la crisis del Estado mexicano", 04 de noviembre de 2014, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=191626
, y, "La fallida estrategia del Estado en Ayotzinapa y el movimiento
popular y ciudadano en ascenso", 02 de diciembre de 2014,
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=192713.
[13] Puede consultarse el siguiente libro colectivo: Robert I. Rotberg, Christopher Clapham y Jeffrey Herbst, Los Estados fallidos o fracasados: un debate inconcluso y sospechoso, Siglo del Hombre Editores-Universidad de los Andes-Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar, 2007.
[14] Helman G. y Ratner S., "Saving failed states", Foreing Policy, vol. 89, invierno de 1993.
[15] Esty, Daniel C. Jack Goldstone, Ted Robert Gurr, Pamela Surko, and Alan Unger. Working Papers: State Failure Task Force Report. McLean, VA: Science Applications International Corporation, 30 November 1995, disponible en: http://www.researchgate.net/publication/248471752_Working_Papers_State_Failure_Task_Force_Report
. Posteriormente los autores escribieron un segundo Reporte: Daniel C
Etsy, Jack A Goldstone, Ted Robert Gurr, Barbara Harff, Marc Levy,
Geoffrey D Dabelko, Pamela T Surko, Alan N Unger , State Failure Task Force Report : Phase II Findings,
http://www.isn.ethz.ch/Digital-Library/Publications/Detail/?ots591=0c54e3b3-1e9c-be1e-2c24-a6a8c7060233&lng=en&id=136281
[16] Patricia Moncada Roa, "El fenómeno de la debilidad y el fracaso del Estado: un debate inconcluso y sospechoso", en: Los estados fallidos o fracasados: un debate inconcluso y sospechoso, Siglo del Hombre Editores-Universidad de los Andes-Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar, 2007, p. 32.
[17]
Francis Fukuyama, La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden
mundial en el siglo XXI, Ediciones B, p. 142. Según diversos analistas
la doctrina de la "guerra preventiva" surgió en un discurso pronunciado
por el Presidente George W. Bush en la Academia Militar de West Point
el 1 de junio de 2002, véase: "President Bush Delivers Graduation
Speech at West Point United States Military AcademyWest Point", New
York, 01 de junio de 2002, disponible en: http://georgewbush-whitehouse.archives.gov/news/releases/2002/06/20020601-3.html
, donde esboza dicha doctrina y habla por vez primera de la existencia
de un "eje del mal" que es preciso destruir puesto que el conflicto
global es entre "el bien y el mal" que amenaza la seguridad interna e
internacional.
[18] De este autor véase: "El fracaso
y el colapso de los Estados-nación. Descomposición, prevención y
reparación", en: Robert I. Rotberg, Christopher Clapham y Jeffrey
Herbst, Los estados fallidos o fracasados: un debate inconcluso y sospechoso, Siglo del Hombre Editores-Universidad de los Andes-Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar, 2007, pp.151-237.
[19] Ibíd., p. 37.
[20] Ibíd., p. 47.
[21] Patricia Moncada Roa, Ibíd., p. 110.
[22] Ídem.
[23] Ibíd., p. 114.
[24] Ibíd., p. 114 y ss.
[25] "Iguala, una alerta para México", en: El universal, 13 de diciembre de 2014, disponible en: http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2014/-34iguala-una-alerta-para-america-34-1061607.html . Cursivas nuestras.
[26] En la revista Proceso n.
1989 del 13 de diciembre de 2014, diversos reportajes y artículos de
opinión de destacados reporteros y analistas reúne los elementos
necesarios para configurar el delito de crimen de Estado en el caso de
Ayotzinapa.
[27] Naomi Klein, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre,
Editorial Paidós, 2007. La autora denomina "capitalismo del desastre" a
los "…ataques organizados contra las instituciones y bienes públicos,
que se producen siempre después de acontecimientos de carácter
catastrófico, declarándolos al mismo tiempo atractivas oportunidades de
mercado…", p. 26.
[28] Para una profundización del tema véase mi libro: México (re)cargado. Dependencia del neoliberalismo y crisis, FCPyS-Editorial Itaca, México, 2014.
[29] ¿Qué ocurrió en Tlatlaya minuto a minuto, según la CNDH?, Animal Político,
22 de octubre de 2014, disponible en:
http://www.animalpolitico.com/2014/10/la-matanza-del-ejercito-en-tlatlaya-segun-la-cndh/.
[30] Véase: Revista Proceso#1987, 29 de noviembre de 2014.
[31]
Ante este desgarrador panorama de crisis política y social derivado de
la masacre de Ayotzinapa, el 27 de noviembre de 2014, desde un Palacio
Nacional férreamente custodiado por fuerzas federales, el presidente
anunció, con la misma retórica y formato de los informes presidenciales
o de los vejestorios discursos de campaña, una especie de decálogo
retórico basado en diez acciones encaminado a "…mejorar la seguridad,
la justicia y el Estado de Derecho en el país" y que enumeramos a
continuación:
1. Ley Contra la Infiltración del Crimen
Organizado en las autoridades municipales que establece que el gobierno
federal tome el control de la seguridad en los municipios "donde haya
indicios" (¡sic!) de que la autoridad municipal está coludida con el
crimen organizado.
2. Iniciativa para redefinir la competencia de cada autoridad en el combate al delito.
3. Creación obligatoria de policías únicas estatales "confiables,
profesionales y eficaces" que sustituyan a alrededor de "mil 800
policías municipales débiles", con prioridad en Guerrero, Jalisco,
Michoacán y Tamaulipas.
4. Crear un número nacional para
emergencias, el 911 "…por ser el más reconocido a nivel mundial", a
nivel nacional para pedir auxilio (¡sic!) en casos de urgencia (¡!)
5. Establecer la Clave Única de Identidad para "acceder más fácilmente
a trámites y servicios gubernamentales, así como al sistema bancario y
financiero.
6. Operativo Especial en la región de Tierra
Caliente, donde "habrá un despliegue de fuerzas federales en municipios
de Guerrero y Michoacán; así como respaldo de las fuerzas federales
para los municipios que lo requieran, en los estados de Jalisco y
Tamaulipas".
7. Justicia cotidiana (¡sic!) que "exige el
ejidatario que pierde su tierra sin razón, el propietario a quien no le
pagan la renta, el consumidor que no recibe el producto por el que
pagó, o el ciudadano que fue víctima de un abuso de autoridad".
8. Acciones en materia de derechos humanos que facultan "al Congreso de
la Unión para expedir las Leyes Generales en materia de Tortura y
Desaparición Forzada".
9. Combate a la corrupción.
10. Transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana.
Siete de estas medidas son de orden policíaco-represivo y las restantes
formalmente de "justicia y seguridad". Las tres primeras anulan las
policías municipales en donde supuestamente haya "indicios de
infiltración" del narcotráfico, y le confieren el mando único a los
Estados, en una acción que concentra, aún más, el poder represivo en
los gobernadores, muchos de ellos coludidos con el narcotráfico, como
se ha verificado en México en los últimos años. Con estas medidas el
presidente, la burocracia política que representa y sus asesores
ingenuamente creen que se va a resolver la profunda crisis estructural
del país puesta al descubierto de manera brutal en una sola exhibición
a raíz de los terribles acontecimientos de Tlatlaya, primero, y de
Ayotzinapa, después, que condujeron, en esta última, a la muerte de
seis personas (entre ellas tres estudiantes) y a la desaparición
forzada de otros 43 estudiantes normalistas que hasta la fecha se
desconoce su paradero.
[32] Rotberg, op. cit. p. 208.
[33] Fukuyama, op. cit., p. 140.
[34] Fukuyama, op. cit., p. 141.
Adrián Sotelo Valencia es Sociólogo y teórico de la
dependencia. Investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la
FCPyS-UNAM.
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