Por: Alejandra Buggs Lomelí*
“Es difícil creer que existen mentiras verdaderas… porque la mentira es siempre mentira”
Comenzaré este tema con una verdad esencial: todas las personas hemos mentido en algún momento de nuestra vida, y cada quien ha mentido o miente por diferentes motivos.
Mentir es un aprendizaje que empieza alrededor de los tres años de edad, que es la etapa en que comienza la socialización; es esta una etapa en la que empezamos a integrar los conceptos de bien y mal, de mentira y verdad, entre otros.
Por ejemplo: mamá y papá nos enseñan a que digamos la verdad y cuando alguien nos regala un juguete que no nos gusta y decimos espontáneamente la verdad, viene una llamada de atención por parte de mamá y papá cuando nos dicen: que aunque no nos guste nos callemos o digamos que nos gusta, y entonces empezamos a decir mentiras…
En la infancia se da un proceso natural al decir mentiras como cuando las y los niños exageran algunas historias que cuentan para buscar impresionar y mejorar su autoestima, a este proceso los profesionales de la salud mental le llamamos “seudología fantástica”(**), aunque cuando son adultas o adultos quienes la padecen, estaríamos hablando de alguna patología de importancia.
Quizás no encontremos una respuesta a por qué o para qué los seres humanos mentimos, lo cierto es que para decir la verdad hay que ser personas honestas y francamente, nuestra sociedad no se caracteriza precisamente por su honestidad.
Son muchas y muy variadas las razones que hacen que alguien mienta, por ejemplo: se puede mentir por conveniencia, por diplomacia, para dar una buena impresión, para evitar explicaciones engorrosas, por no querer herir a la otra persona, o simplemente porque deseamos ocultar algo.
La mentira es una manera de evitar la realidad y al mismo tiempo, la responsabilidad que tendría afrontar la verdad ante alguna situación.
Muchos trastornos psicológicos asocian a la mentira la evitación de circunstancias, sin embargo, si al paso del tiempo se convierte en hábito, puede convertirse un trastorno emocional considerable.
Existen diferentes tipos y grados de mentiras, desde aquellas justificadas por la infancia y que son resultado natural de la misma etapa evolutiva, hasta aquellas llamadas patológicas(***), que en la edad adulta rodean a la persona de farsas y engaños para justificar determinadas acciones o para equilibrar problemas de autoestima.
Lo cierto es que las mentiras tienen una relación directa con nuestra autoestima, porque en muchas ocasiones las personas mienten conscientemente, cuando se ven amenazadas o cuando se quiere sacar provecho de alguna situación, y la única forma que se encuentra para hacerlo es mintiendo.
Desde que nacemos y nos relacionarnos con las y los demás empezamos a concientizar las repercusiones que nuestra conducta tiene en ellas y ellos, por lo que existen dos formas de afrontar nuestras relaciones interpersonales:
La primera es “afrontando nuestros comportamientos” independientemente de qué tan agradable o desagradable puedan ser, como por ejemplo: decirle a la cajera de un establecimiento que nos está dando cambio de más.
“Dar la cara” generalmente es la mejor opción, aunque al hacerlo suponga que habrá un castigo o una consecuencia no grata, sin embargo, nos permite demostrarnos que podemos ser responsables de nuestros actos, lo que hará que las personas nos tomen en serio, nos respeten y sobre todo sigan confiando en nosotras.
La segunda forma es “huyendo o evitando ese acontecimiento”; es importante señalar que siempre que huimos de algo nos persigue de cualquier forma, ejemplo de ello es si rompemos algo en una tienda puede ser que nadie se dé cuenta y hacemos como que no pasó nada, sin embargo, esta situación golpea nuestra autoestima porque nosotras sí sabemos que algo ocurrió y no estuvo bien.
Es claro que mentir es un mecanismo de defensa, es una forma para sobrevivir, sin embargo, hay de mentiras a mentiras, por ejemplo mentiras como: cuando se les habla a las niñas y niños de Los Reyes Magos o cuando se le disimula a una persona con problemas del corazón algún acontecimiento que de saberlo podría afectarle, que tienen la intención de crear un momento agradable o de evitar un situación de riesgo.
Hay personas que cuando mienten sienten remordimiento e incomodidad, y otras las que no padecen el más mínimo estrés cuando mienten, podríamos decir, por increíble que parezca que existen tanto mujeres como hombres que al mentir ni siquiera sienten que están engañando y llegan a estar orgullosas de sus capacidades manipuladoras cuando mienten.
Parece que existen diferencias de género en la forma y frecuencia al mentir, según Phill McGraw, cuando el hombre llega a los 60 años de edad ya ha dicho alrededor de 100 mil mentiras y las mujeres cerca de 50 mil.
Por lo que de acuerdo con este estudio, los hombres mienten el doble con respecto a las mujeres y los hombres mienten seis veces al día, mientras que las mujeres lo hacen tres veces, según las investigaciones de McGraw.
El sitio web askmen.com asegura en uno de sus artículos que el hombre miente para poder llevar una “relación sana”. Matthew Fitzgerald, especialista en relaciones de askmen.com, asegura que lo importante para los hombres es “saber lo que la mujer quiere escuchar, aunque esto represente decir parcialmente la verdad”; ese es el truco, según Fitzgerald. ¿Qué opinan de esto los hombres?
Se dice que las mentiras más comunes de los hombres son: “estoy bien, no tengo nada”, “este es el último trago que me bebo”, “ya voy camino a casa”…
Por otro lado, se ha visto que las mujeres llegan a mentir para proteger sus sentimientos o a sí mismas. ¿Qué piensan de esto las mujeres? ¿Es así?
Se dice que las mentiras más comunes de las mujeres son: “estoy bien, no tengo nada”, “tengo dolor de cabeza”, y “esta ropa ya la tenía, no es nueva”…
Los hombres mienten con más frecuencia que las mujeres y se relacionan con la mentira con más tranquilidad, despreocupación y ligereza, según un estudio de la revista alemana Apotheken Umschau, es decir, se sienten menos culpables.
En el mismo estudio se revela que las mujeres mienten menos, pero construyen mejores mentiras. ¿A qué se debe esto?
La realidad es que hasta el día de hoy no se puede determinar si los caprichos de la mentira son resultados de nuestros genes, de la evolución, de una dificultad neurológica, de un género u otro, o de nuestra educación y ambiente social.
Por otro lado, podríamos hablar de la existencia de las “mentiras sociales” y su impacto en el imaginario colectivo cuando, por ejemplo, claramente se busca una ventaja como es el caso de quienes hacen política y mienten sin ningún remordimiento, manipulando con el único propósito de obtener un voto que les colocará en el lugar que tanto desean.
O las mentiras de los gobiernos cuando la sociedad les confronta y cuestiona ante acontecimientos tan dolorosos como las niñas y niños fallecidos en la Guardería ABC, los casos de feminicidio en todo el país, los 43 normalistas desaparecidos y muy probablemente asesinados…
Y el gobierno mentiroso manipula los hechos y muestra a la sociedad “pruebas” creadas y respuestas insensibles.
Cuando la mentira es la que se difunde, se establece un ánimo de sospecha en el que la sociedad se intranquiliza, se siente insegura ante la zozobra, porque la sociedad –como dice Mariano Grondona– “es un sistema de expectativas recíprocas al que la mentira destruye, llevando a esa sociedad a protegerse detrás de un muro de nuevas mentiras”.
Hasta aquí podemos ver cómo las mentiras pueden ocupar todos nuestros espacios, desde el más íntimo hasta el espacio social y hemos revisado las diferencias de género en la forma e intención de mentir.
Es este un tema con muchas aristas, por lo que en mi próxima columna me enfocaré con más detalle en los diferentes tipos de mentiras, profundizando en las mentiras patológicas para ofrecer algunos elementos que permitan a la lectora y al lector detectar a aquellas personas mitómanas que les rodean y que tanto daño emocional les provocan.
La intención primordial al abordar este tema es contribuir a que juntas y juntos hagamos conciencia del impacto emocional y social que las mentiras tienen en la vida de quienes las reciben, como en la vida de quienes las dicen, haciendo que ambas partes entren en un laberinto emocional del que sólo con la honestidad y la verdad como guías se podrá salir avante de ese laberinto de mentiras.
**Seudología fantástica es un cuadro patológico caracterizado por la continua fabricación de falsedades, desproporcionadas con relación a cualquier ventaja que pudiera obtenerse, y que normalmente incluyen fantasías inciertas que pueden llegar a configurar un engaño complejo sistemático.
***Mentira patológica es un tipo de comportamiento que indica una falta de control en la intención de decir mentiras y es considerado un trastorno psicológico. www.psiquiatria.com
mentirapedia.com/index.php.
www.saludmentalygenero.com.mx
*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial y especialista en Estudios de Género.
Archivo CIMACFoto | César Martínez López, Cimacnoticias | México, DF.-
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