6/27/2015

El feminicidio, la tortura y el ser mujer

QUINTO PODERPor: Argentina Casanova*

En México, los homicidios contra hombres se cometen con armas de fuego; en tanto que los asesinatos de las mujeres, los casos de  feminicidio, no son con estas condiciones; ellos son más bien el resultado del uso de medios crueles, como ahorcamiento, estrangulamiento, sofocación, ahogamiento e inmersión, quemaduras, cortes, violencia sexual y otras heridas infamantes contra el cuerpo, que se suman a la violencia previa en la que vivía la mujer víctima, es decir va acompañada de una tortura previa.

 
El feminicidio es “la manifestación más extrema de este continuum de violencia”.
 
Las resistencias institucionales a reconocer el feminicidio y otras formas de violencia contra las mujeres como una forma de tortura, son insostenibles a partir del reconocimiento y la identificación de las características más importantes.
 
Ahí se entiende por qué el visitador del Alto Comisionado para la Tortura, Juan Méndez, haya afirmado que “la tortura en México es general y sistematizada, y que además tiene implicaciones de género”.
 
Aunque es la más difícil de reconocer para la mayor parte de la sociedad, la tortura se presenta en los casos de feminicidio en al menos cuatro líneas posibles: la primera de ellas es el peregrinar de las mujeres buscando ser escuchadas, vivir con el terror de la violencia, acudir con esperanza a una agencia del Ministerio Público (MP), y en su momento sólo recibir un comentario que le hace saber que su vida no es prioridad, que no hay forma de garantizarle ninguna protección, y que tiene que regresar un sinnúmero de veces.
 
Así ocurrió un caso en Ciudad del Carmen, Campeche: la joven acudió a denunciar cinco veces ante el MP la violencia que vivía.
 
La autoridad, que representa al Estado mexicano, no supo, no pudo o no quiso –hasta ahora la investigación solicitada por el Observatorio de Violencia Social y de Género a la Comisión de Derechos Humanos de Campeche no registra avance– adoptar medidas que garantizaran la protección a la vida de la joven que derivó en un feminicidio.
 
Esa omisión es tortura, la falta de acción, de protección, la inutilidad del sistema de Órdenes de Protección, la falta de debida diligencia, lo que debió vivir la joven en los días en los que acudía a solicitar atención constituyen actos de tortura por el terror, el miedo, los sufrimientos, el dolor físico o mental que derivan de un acto de acción/omisión del Estado, y la intencionalidad del servidor público de hacerla desistir de sus denuncias que generalmente suele acompañar las entrevistas.
 
La joven sabía que su vida corría peligro y acudió a pedir ayuda; nada de esto sirvió y su agresor no encontró ningún impedimento –con el apoyo de quienes la desprotegieron– para cometer el feminicidio, en el que como hemos señalado hay condiciones y características de tortura por el sufrimiento causado contra la mujer.
 
Y por si esto fuera poco, como el caso de Ciudad del Carmen hay cientos en todo el país, los cuales lamentablemente están acompañados de otra forma de tortura del Estado hacia las mujeres: el difícil proceso que viven las madres, hermanas, hijas y otras mujeres de la familia en la búsqueda de justicia contra el agresor.
 
Esto viene por supuesto acompañado de un ambiente de “terror” público en el que las mujeres de la sociedad están conscientes de que la víctima el feminicidio fue asesinada por un Hombre-Sistema-Estado Patriarcal, que las abandona a su suerte pero que también las castiga cuando se salen de los parámetros del deber ser femenino.
 
Ese terrorismo en contra de las mujeres que se reproduce vía medios de comunicación con –muchas veces– grotescas portadas en las que se exhibe parte del cuerpo de la mujer asesinada; el bulto arrojado a un espacio público, ahí donde se siembre el terror entre las miles de mujeres de la comunidad; el entorno que saben que ahí, en esa calle, en ese baldío, en esa ciudad, las mujeres son asesinadas.
 
No dudo que habrá ilustres juristas que consideren que es el extremo llamar tortura a la exposición a este ambiente, pero vivir en un país en el que a diario leemos noticias de niñas, adolescentes, mujeres y adultas mayores víctimas de feminicidio en condiciones en las que predominó el desamparo, la omisión, la falta de aplicación de las garantías de protección al derecho más fundamental: el derecho a la vida y en crímenes atroces en los que fueron sometidas a dolorosas formas de violencia, y al final su cuerpo-mujer es tratado como basura.
 
Eso también es una práctica general y sistematizada: es tortura.
 
* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.

CIMACFoto: César Martínez López, Cimacnoticias | Campeche.- 
  

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