6/22/2015

Elecciones ambivalentes


Una casilla electoral en Coalcomán, Michoacán. Foto: Miguel Dimayuga
Una casilla electoral en Coalcomán, Michoacán.
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Las elecciones del 7 de junio no se olvidan fácilmente. Ocurrieron en momentos complejos para la vida del país y arrojaron resultados sorpresivos y contradictorios que están siendo interpretados de manera muy diversa por académicos y comentaristas políticos. Para unos, los resultados dan un espaldarazo al presidente Peña Nieto y sus reformas porque el PRI y sus aliados conquistaron la mayoría en la Cámara de Diputados; para otros, han infligido un golpe de muerte a los partidos existentes al demostrar que un candidato independiente puede ganar la gubernatura en uno de los estados más ricos del país. Esas y muchas otras opiniones dejan una impresión ambivalente que sólo se aclarará con el paso del tiempo.
Persisten, sin embargo, interrogantes muy puntuales relativas al futuro de la vida económica y política del país que se vienen expresando en diversos círculos de académicos y miembros de organizaciones no gubernamentales. Semejantes preguntas corren el peligro de pasar a segundo término en la medida en que el debate nacional se centre sobre ganadores y perdedores de los comicios. De allí que sea conveniente retomarlas y colocarlas al centro de las reflexiones dirigidas a buscar un diagnóstico acertado que permita avanzar propuestas sobre lo que sería deseable realizar para evitar crisis políticas o económicas más severas.
La primera interrogante se refiere a la gobernabilidad que existe en amplias regiones del país, siendo Guerrero y Oaxaca los casos más visibles. Permitir que se instalen urnas y se ejerza el voto es una victoria, pero meramente coyuntural y de poca monta. No se puede olvidar que fueron necesarias la presencia del Ejército y largas negociaciones con grupos de activistas radicales (CNTE) para que eso sucediera. En el proceso se advirtió gran capacidad de chantaje por parte de los activistas y una actitud excesivamente conciliatoria del gobierno, la cual lleva a preguntarse sobre lo que concedió e incluso la autoridad moral que retiene para conducir algo tan delicado como es la educación pública. La relación entre la Secretaría de Educación y la de Gobernación con los miembros de la CNTE no es un asunto zanjado. Existe, por lo tanto, justificada inquietud sobre los términos en que va a resolverse.
La segunda interrogante atañe al grado en que la opinión pública internacional ha recuperado la confianza en México. No se trata de algo trivial, porque dicha opinión es un factor que influye sobre las decisiones que tomen la inversión extranjera y el turismo para venir a México. A partir de la cobertura mediática internacional que tuvieron los comicios, ¿se ha recuperado la confianza en nuestro país? En sentido contrario a quienes los vieron como un triunfo del grupo en el poder, la mirada de la prensa internacional fue escéptica. Un rápido recorrido sobre los principales diarios como el New York Times, El País o The Guardian revela que los reportajes siempre se refirieron a las situaciones de violencia que precedieron a la jornada electoral, al malestar por la corrupción y al descontento social que precipita el triunfo de los candidatos independientes.

El Bronco fue sin duda el personaje más mediático, aunque ello no significa que haya contribuido a generalizar en el mundo la percepción de avenidas prometedoras para la democracia mexicana. Se trata de una figura polémica a la que, si bien se le reconoce gran carisma e inteligencia política, también se le atribuyen limitaciones para ejercer el poder. Ganar el gobierno de Nuevo León se explica en la prensa internacional no tanto por sus méritos, sino en función del disgusto generalizado con los políticos tradicionales que existe en México.
La tercera preocupación, y quizá la más seria, es la concerniente al futuro del crecimiento económico del país. Mientras la atención se volcaba a las elecciones, en el terreno de la economía tenían lugar diversos problemas cuya solución no parece cercana y cuyos efectos sobre el crecimiento económico son perturbadores. Los precios del petróleo no se recuperan. Nada bueno se espera de la producción mexicana, que sigue bajando, y de la consiguiente merma en los ingresos fiscales. Ante el difícil panorama petrolero, la prensa informa que se han ofrecido aún mayores beneficios a los inversionistas extranjeros para que mantengan su interés en participar en la exploración y explotación en aguas someras. Las predicciones sobre el crecimiento económico de este año siguen a la baja; ¿alcanzará México los niveles de crecimiento que pongan fin al rezago que viene sufriendo?
Finalmente, la quinta preocupación es en torno al grado en que la distancia entre el malestar de la ciudadanía y la acción gubernamental se cierra o aumenta. Aunque los resultados electorales muestran lealtad del voto duro hacia el PRI, no se puede ignorar el grado en que esto es coyuntural. En las zonas más desfavorecidas del país, dicha lealtad responde más a la compra del voto que de diversas maneras se efectúa que a la satisfacción cotidiana con la élite política y sus comportamientos.
Al igual que en otros países de América Latina, responder al descontento social sólo será determinado por la disminución de la pobreza y el acortamiento de las desigualdades. Las elecciones intermedias del 2015 no contribuyeron a colocar las medidas para enfrentar esos problemas al centro del debate. Se hubiese requerido para ello una expresión más contundente de rechazo a la política económica actual, pero eso no se dio. La cultura política mexicana no permite exigir una verdadera alternativa a través del ejercicio del voto. Al menos no por ahora. Por lo pronto, prevalece la ambivalencia sobre el valor de las elecciones y la ausencia de respuesta a las preocupaciones más urgentes.  

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