Desde
la perspectiva del grupo en el poder, “México va en la dirección
correcta, aunque en el proceso se enfrentan resistencias e
incertidumbres”, como afirmó el secretario de Hacienda, Luis Videgaray.
No es un absurdo tal señalamiento para la burocracia dorada al servicio
de intereses contrarios a los del país. Tiene razón el funcionario,
porque las políticas públicas siguen el camino trazado en el
extranjero con el fin de concretar la entrega total de los recursos
nacionales a las grandes empresas trasnacionales.
Ni siquiera el PAN en el
poder se atrevió a traicionar a México con la saña y firmeza con la que
lo está haciendo el “gobierno” de Enrique Peña Nieto, quien
definitivamente está dispuesto a llevar hasta sus últimas consecuencias
el plan entreguista que dejará a las nuevas generaciones sin
posibilidad de enfrentar el futuro con mínimas condiciones de
progreso. Lo que llama la atención es que pueda decir con tal desenfado
una vileza de semejante magnitud, lo que patentiza el enorme desprecio
al pueblo de la élite en el poder.
¿Cómo no esperar
“resistencias e incertidumbres” ante las arremetidas de un “gobierno”
sólo interesado en despojar a las clases mayoritarias de la raquítica
parte de la renta nacional que a duras penas le es entregada? Lo
asombroso es que aún no haya protestas sociales de la magnitud del daño
que se le está haciendo a la sociedad mayoritaria, como lo ejemplifica
el hecho de que cerca del 60 por ciento de la población viva en
condiciones de pobreza, y más de una tercera parte de ese porcentaje
sobreviva en pobreza extrema.
Ante la colonia libanesa,
Videgaray aseguró que México “se proyecta con mejores perspectivas de
crecimiento”, cuando las proyecciones de organismos e instituciones
nacionales e internacionales, se han modificado a la baja en lo que va
del año. Ya van tres décadas perdidas y vamos a marchas forzadas por la
cuarta, que será más dramática porque se han acumulado grandes
pérdidas, mismas que se agravarán con la total privatización de Pemex y
de la generación de electricidad, proceso que para la derecha en el
poder equivale a seguir una “dirección correcta”.
Así lo creen los miembros de
la burocracia dorada, porque su compromiso es facilitar a los grandes
intereses trasnacionales, convertir el territorio mexicano en la
extensión extraterritorial de sus empresas y negocios. Y todavía
Videgaray se molesta porque hay “resistencias e incertidumbres” ante
una traición a la patria comparable a las de Antonio López de Santa
Anna o los conservadores que trajeron a Maximiliano de Habsburgo en
calidad de emperador de México. Lo inexplicable es que no haya
resistencias comparables a las que lideraron quienes dieron hasta la
vida por defender el derecho del pueblo mexicano a tener un destino
propio.
Y todavía se ufana Videgaray
de que “en los dos primeros años de la administración, se han logrado
cambios que parecían hace apenas algunos años impensables, reformas
estructurales profundas que proyectan a México hacia una nueva
realidad, hacia una mejor perspectiva de crecimiento, creación de
empleos y bienestar”. ¿Por qué ha ocurrido lo contrario en los últimos
treinta años, cuando se puso en marcha el proceso privatizador que fue
socavando la economía nacional? ¿De dónde saca la absurda idea de que
entregando todas las riquezas del país a extranjeros nos va a ir mejor?
De consumarse la gran
traición a México que están llevando a cabo los tecnócratas al servicio
del Grupo de los Siete, se hundirá a la gran mayoría de mexicanos en
una pobreza extrema, con toda la cauda de flagelos sociales
concomitantes: violencia imparable, descomposición del tejido social de
alcances apocalípticos, hambrunas terribles, esclavitud “legalizada”
para poder subsistir, podredumbre en todo el territorio nacional,
porque los monopolios trasnacionales seguramente no se van a molestar
en recoger la basura que dejarán con la diabólica depredación que
caracterizará su “apoyo” a México.
Esto lo saben los
tecnócratas, pero les importa un bledo porque no tienen un elemental
compromiso con el pueblo de México, sino con los monopolios que no
tienen patria ni tampoco temor a las consecuencias de su voracidad sin
límites. Luego serán los primeros en asustarse y reclamar mano dura
contra las protestas sociales, y desde luego evadirán toda
responsabilidad por los irreparables daños al medio ambiente que
acelerarán un cambio climático más adverso.
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