La clásica distinción en la política convencional entre
izquierdasy
derechasse va desdibujando para dar lugar a un nuevo dilema. Hoy cada vez es más necesario y adecuado hablar de
políticas para la viday
políticas para la muerte. Como vimos en una entrega anterior, el devastador embate de una oligarquía trasnacional que apenas llega a uno por ciento de la población humana, se extiende e intensifica por todo el planeta, destruyendo por igual a la naturaleza y a los seres humanos. La depredación ecológica y la explotación del trabajo humano continúa conforme el capital corporativo doblega gobiernos de todo tipo para ponerlos a su servicio, dando lugar a lo que hemos denominado los
hoyos negros de la modernidad(https://bit.ly/2NWJwWo).
Este desplazamiento de la antigua geometría política por un reto de
mayor trascendencia resulta de la globalización y del impacto que las
sociedades industriales tienen sobre el equilibrio del ecosistema
planetario. El conjunto de estas políticas para la muerte conducen a un
colapso civilizatorio, como se analiza y discute con más intensidad y
frecuencia en innumerables círculos (think tanks) del mundo.
Como se ha comprobado para los
gobiernos progresistaso de izquierda de la América Latina, este dilema entre ecopolítica (o biopolítica) y necropolítica, al ser ignorado, se fue volviendo una bomba de tiempo que terminó explotándoles, aunado en varios casos a la corrupción de dirigentes y partidos. Lo que está en disputa son los territorios y sus ricos recursos visibles y ocultos.
En el México de
hoy, las chispas que generan los incendios son justamente los conflictos
que surgen del choque (¿civilizatorio?) entre los proyectos de muerte
de las corporaciones privadas y estatales, y los proyectos de vida
tejidos y arraigados por largo tiempo por las comunidades humanas, sus
naturalezas y sus regiones. Se trata de 560 conflictos
socio-ambientales, según nuestras fuentes, que ya han dejado una estela
de violencia y muerte: 503 casos de defensores comunitarios agredidos
entre 1995 y 2015 (amenazas, detenciones ilegales, agresiones físicas,
criminalización), según la tesis de la investigadora de la UNAM Lucía
Velázquez Hernández, y que alcanza los 125 activistas asesinados (datos
de Global Witness y el Centro Mexicano de Derecho Ambiental: https://bit.ly/2NqqhGb).
El asesinato de Samir Flores (20/2/19), indígena nahua y uno de los
principales líderes opositores al Proyecto Integral Morelos (gasoducto y
dos termoeléctricas), es sólo uno de los cuatro defensores ambientales
ultimados desde el cambio de gobierno. Antes fueron asesinados Estelina
López Gómez (23/1/19) de la comunidad Santo Tomás de Amatenango del
Valle; Rafael Murúa Manríquez (20/1/19), director de la radio
comunitaria Radiokashana, y Manuel Martínez Bautista (24/12/18), de
Yahualica, Hidalgo.
Como señalamos en un texto anterior (
¿Vencerá el nuevo gobierno las fantasías neoliberales?: https://bit.ly/2Tf0sy5) el nuevo gobierno está obligado a enfrentar y tomar una posición diáfana sobre estas batallas territoriales. Cada concesión (¿táctica?) que la Cuarta Transformación (4T) hace a los proyectos de muerte del
ogro industrial, tanto en su versión corporativa como estatal, devela una carencia de visualización de largo plazo, pues estamos ya ante un desafío de escala civilizatoria en la que se están jugando no sólo los destinos de un sistema social, sino de todo un
modo de concebir el mundoy de la especie humana misma. Por tanto, no se puede sacrificar a las comunidades tradicionales, otra vez en aras del
progresoy el
desarrollode la nación (que es la letanía de los neoliberales) , y mucho menos a nombre de una consulta impuesta y orientada de antemano por el poder estatal.
¿Por qué el nuevo gobierno comienza a repetir los errores de los
regímenes progresistas de América Latina? He aquí que la pregunta
conduce a un embrollo mayor, a una carencia suprema: no existe una
claridad teórica y, por tanto, táctica y estratégica en la 4T, pues esta
nación, como consigna electoral, de la cabeza visionaria, brillante y
pragmática, pero también solitaria y limitada de un líder, y no de la
discusión colectiva, esto es de un programa político.
No hay pues sino
reacciones inmediatas a cada problemática, cuya repetición irá
irremediablemente marcando una política vaga, confusa y contradictoria
y, por tanto errática. Mientras no se analice y esclarezca de manera
colectiva un programa político que dé corpus a la 4T, el actual gobierno
se irá diluyendo inexorablemente. Hasta que, de nuevo, la derecha nos
alcance
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